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Tenochtitlan - CDMX por etapas, desde 1330 A 2010
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templos y lugares de Tlatelolco
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Vista actual de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco: al
frente y al centro lo que queda de las construcciones pre hispánicas, atrás el Templo de Santiago Apóstol
muestra de la arquitectura colonial y
a la derecha al fondo, el ex-edificio de la Secretaría de Relaciones
Exteriores muestra de la arquitectura moderna y
seriamente dañado por el sismo de 1985. Esta es una gran
imagen lograda por el piloto de helicópteros Oscar Ruiz,
Helipilot,
que se exhibe aquí por cortesía de su sitio web:
www.imagenesaereasdemexico.com
Para ver más detalles y nombres de los templos y lugares de Tlatelolco
Oprime aquí.
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Tlatelolco fue el
centro comercial más importante del México prehispánico
y lo que se sabe es que
después de fundada Tenochtitlan (en 1325),
Huitzilopochtli ordenó a los mexicas que se repartieran
sobre los cuatro ámbitos del mundo, por lo que
Tenochtitlan de acuerdo con la primera lámina del
Códice Mendocino quedó dividida en 4 grandes sectores,
cuyos nombres eran Cuepopan, Moyotlan, Zoquiapan y
Atzacualco. Sin embargo una vez que
quedó concertada la división de la ciudad, para el año
1337, un grupo que no se sentía conforme con los
terrenos adjudicados decidió buscar otro sitio y se asentaron entre el lago y los carrizales, en
una terraza (tlatelli) o un xaltilolli,
punto “arenoso” palabras de las cuales proviene el
nombre de Tlatelolco con el que se identificaron. Otras
fuentes dicen que los tlatelolcas llegaron directamente
a fundar ese sitio, sin haber estado antes en
Tenochtitlan.
Independientemente de que Tlatelolco haya sido fundado
antes o después de Tenochtitlan, ambos nacen y comparten
el mismo destino. Los tenochcas o mexicas controlaron el
poder ideológico, político y económico; los tlatelolcas
dirigieron el comercio. En 1428 luego de la liberación
del señorío de Azcapotzalco, los mexicas se
reorganizaron para trasladar el mercado de Tenochtitlan
a Tlatelolco, ello originó el tianguis más importante
del México prehispánico. Los mexicas, aun después de
dividirse el poder, continuaron con sus diferencias, las
cuales culminaron en una guerra en 1473. Axayacatl,
gobernante tenochca, subordinó al pueblo tlatelolca.
En 1515 Cuauhtémoc fue elegido gobernante de Tlatelolco.
A la llegada de los conquistadores españoles, Moctezuma
Xocoyotzin gobernaba Tenochtitlan; tras la muerte de
éste, los mexicas eligieron a Cuauhtémoc señor de las
dos ciudades y combatió contra los hispanos hasta que
fue sitiado en esa ciudad, cuyos habitantes resistieron
durante 80 días, al final de éstos Cuauhtémoc cayó
prisionero.
El 13 de agosto de 1521 fue
finalmente capturado por Diego de Holguín. La caída de
Tlatelolco marcó el fin del más importante Imperio
mesoamericano. La colaboración de los pueblos hasta
entonces sometidos a la hegemonía azteca facilitó la
expansión de la empresa conquistadora. Enseguida se
muestra la placa que conmemora la caída de Tlatelolco en
la explanada de la actual Plaza de las tres Culturas
Fuente:
Miniguía editada por el
INAH.
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Para seguir con la idea
original de estas páginas aparte de mostrar algunas
imágenes de lo que queda del imponente Templo Mayor y de
las recreaciones de lo que pudo ser el más grande
mercado que existió en el México prehispánico
trataré de mostrar de que manera
quedaron impresionados tanto Cortés como Bernal Díaz del
Castillo, cuando fueron a conocer aquel sitio y para
ello habré de intercalar algunos de los párrafos más interesantes de sus bastante
extensos relatos.
A continuación aparece
una foto parcial de la maqueta del mercado de Tlatelolco
que se encuentra en el Museo Nacional de Antropología,
ubicado en el Bosque
de Chapultepec, en México, D.F.
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Un sector del grupo de los pochtecas,
individuos especializados en el comercio,
vendía e intercambiaba sus materiales
y productos en el gran mercado de Tlatelolco. En aquel
tiempo el intercambio se hacía por trueque directo, ya
fuera ofreciendo un producto por otro, o bien, cuando se
trataba de objetos de gran valor, cambiándolos por
cacao, por oro en polvo —en canutos—, o por hachuelas de
cobre y ciertos textiles que funcionaban como una
especie de moneda.
Estos pochtecas se
regían por sus propias leyes jurídicas y comerciales, y
para dirimir sus diferencias contaban con tribunales
específicos.
Para mantener el control en el interior del mercado,
los gobernantes del tianguis cuidaban que todos
los puestos estuvieran perfectamente ordenados
conforme a los productos que se intercambiaban.
Por un lado estaban los vendedores de animales,
quienes ofrecían xoloizcuintles, o perros de los
antiguos mexicanos, conejos, mapaches,
armadillos, tejones y tortugas; mientras que
otros vendían pájaros con plumajes de gran colorido;
allí también podían obtenerse aves de rapiña,
serpientes y carne de venado, siempre presente en
los banquetes de la nobleza. En
otra sección del mercado estaban los puestos de
comida preparada, donde las diligentes cocineras
palmeaban las nutritivas tortillas que acompañaban
los guisos de frijoles y chile; ellas ofrecían
además tamales y atole, así como ricos tlacoyos
rellenos de haba y frijol. Estas rudimentarias
fondas satisfacían las necesidades tanto de los
vendedores como de la clientela en su cotidiana
visita al mercado.
Fuente:
Pasajes de la Historia No. 1
Pero veamos mejor
de que manera describió Hernán Cortés el mercado de Tlatelolco cuando envió la segunda carta de relación al
emperador Carlos V de España:
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«...
Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad
de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde
hay todos los géneros de mercadurías que en todas las
tierras se hallan, así de mantenimiento como de
vituallas, joyas de oro y de plata, de plomo, de latón,
de cobre, de estaño, de piedras, de huesos, de colchas,
de caracoles y de plumas; véndese tal piedra labrada y
por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por
labrar de diversas maneras. Hay calle de caza, donde
venden todos los linajes de aves que hay en la tierra,
así como gallinas, perdices, codornices, lavancos, dorales, zarcetas,
tórtolas, palomas, pajaritos en cañuela, papagayos,
búharos, águilas, falcones, gavilanes y cernícalos,
y de algunas aves destas de rapiña venden los cueros
con su pluma y cabezas y pico y uñas. Venden
conejos, liebres, venados y perros pequeños, que
crían para comer, castrados. Hay calles de
herbolarios, donde hay todas las raíces y yerbas
medicinales que en la tierra se hallan. Hay casas
como de boticarios, donde se venden las medicinas
hechas, así potables como ungüentos y emplastos. Hay
casa como de barberos, donde lavan y rapan las
cabezas. Hay casas donde dan de beber y comer por
precio. Hay hombre como los que llaman en Castilla
ganapanes, para traer cargas. Hay mucha leña,
carbón, braseros de barro testeras de muchas
maneras para camas, y otras más delgadas para
asientos y para esterar salas y cámaras. Hay todas
las maneras de verduras que se fallan, especialmente
cebollas, puerros, ajos, mastuerzo, berros,
borrajas, acederas y cardos y tagarninas, hay frutas
de muchas maneras, en que hay cerezas y ciruelas que
son semejables a las de España. Venden miel de
abejas y cera y miel de cañas de maíz, que son tan
melosas y dulces como las de azúcar, y miel de unas
plantas que llaman en las otras y estas maguey, que es muy mejor que arrope y destas plantas
facen azúcar y vino, que asimismo vende. Hay a
vender muchas maneras de filado de algodón, de todos
los colores, en sus madejicas, que parece
propiamente alcaicería de Granada en las sedas,
aunque esto otro es en mucha más cantidad. Venden
colores para pintores cuantos se pueden hallar en
España, y de tan excelentes matices cuanto pueden
ser. Venden cueros de venado con pelo y sin él,
teñidos, blancos y de diversos colores. Venden mucha
loza, en gran manera muy buena; venden muchas
vasijas de tinajas grandes y pequeñas, jarros,
ollas, ladrillos y otras infinitas maneras de
vasijas, todas de singular barro, todas o las más
vedriadas y pintadas. Venden maíz en grano y en pan,
lo cual hace mucha ventaja, así en el grano como en
el sabor, a todo lo de otras islas y Tierra Firme.
Venden pasteles de aves y empanadas de pescado.
Venden mucho pescado fresco y salado, crudo y
guisado. Venden huevos de gallina y de ánsares y de
todas las otras aves que he dicho, en gran cantidad;
venden tortillas de huevos fechas. Finalmente, que
en los dichos mercados se venden todas cuantas cosas
se hallan en toda la tierra, que demás de las que he
dicho son tantas y de tantas calidades, que por la
prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria,
y aun por no saber poner los nombres, no las
expreso. Cada género de mercaduría se vende en su
calle, sin que entremetan otra mercaduría ninguna, y
en esto tienen mucha orden. Todo lo venden por
cuenta y medida, excepto que fasta agora no se ha
visto vender cosa alguna por peso. Hay en esta gran
plaza una muy buena casa como de audiencia, donde están
siempre sentados diez o doce personas, que son jueces y
libran todos los casos y cosas que en el dicho mercado
acaecen, y mandan castigar los delincuentes. Hay en la
dicha plaza otras personas que andan continuo entre la
gente mirando lo que se vende y las medidas con que se
miden lo que venden, y se ha visto quebrar alguna que
estaba falsa
...»
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En la imagen que
sigue se muestra otra sección de la maqueta del mercado
de Tlatelolco que existe en el Museo Nacional de Antropología en la cual se aprecia la similitud que aún
existe con los mercados pueblerinos actuales.
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La descripción que por su parte hace
Bernal Díaz del Castillo del día que acompañados por
Moctezuma y su séquito visitaron el gran mercado de
Tlaltelolco es muy amplia y detallada y forma parte del
capítulo 92 de su libro, a continuación incluyo algunos
de los párrafos que son por demás interesantes y en
momentos muy dignos de asombro:
«...Digo esto porque a caballo nuestro capitán, con
todos los más que tenían caballos, y la más parte de
nuestros soldados muy apercibidos, fuimos al
Tatelulco, e iban muchos caciques que el Montezuma
envió para que nos acompañasen; y cuando llegamos a
la gran plaza, que se dice el Tatelulco, como no
habíamos visto tal cosa, quedamos admirado de la
multitud de gente y mercaderías que en ella había y
del gran concierto y regimiento que en todo tenían;
y los principales que iban con nosotros nos lo iban
mostrando: cada género de mercaderías estaban por
sí, y tenían situados y señalados sus asientos.
Comencemos por los mercaderes de oro y plata y
piedras ricas, y plumas y mantas y cosas labradas, y
otras mercaderías, esclavos y esclavas: digo que
traían tantos a vender a aquella gran plaza como
traen los portugueses los negros de Guinea, e
traíanlos atados en unas varas largas, con collares
a los pescuezos porque no se les huyesen, y otros
dejaban sueltos.
Luego estaban otros mercaderes que vendían ropa más
basta, e algodón, e otras cosas de hilo torcido, y
cacaguateros que vendían cacao; y desta manera
estaban cuantos géneros de mercaderías hay en toda
la Nueva-España, puestos por su concierto, de la
manera que hay en mi tierra, que es Medina del
Campo, donde se hacen las ferias, que en cada calle
están sus mercaderías por sí, así estaban en esta
gran plaza; y los que vendían mantas de henequén y
sopas, y cotaras, que son los zapatos que calzan, y
que hacen de henequén y raíces muy dulces cocidas, y
otras zarrabusterías que sacan del mismo árbol; todo
estaba a una parte de la plaza en su lugar señalado;
y cueros de tigres, de leones y de nutrias, y de
venados y de otras alimañas, e tejones e gatos
monteses, dellos adobados y otros sin adobar.
Estaban en otra parte otros géneros de cosas e
mercaderías.
Pasemos adelante, y digamos de los que vendían
frisoles y chía y otras legumbres e yerbas, a otra
parte. Vamos a los que vendían gallinas, gallos de
papada, conejos, liebres, venados y anadones,
perrillos y otras cosas desde arte, a su parte de la
plaza. Digamos de las fruteras, de las que vendían
cosas cocidas, mazamorreras y malcocinado; y también
a su parte, puesto todo género de loza hecha de mil
maneras, desde tinajas grandes y jarrillos chicos,
que estaban por sí aparte; y también los que vendían
miel y melcochas y otras golosinas que hacían, como
nuégados.
Pues los que vendían madera, tablas, cunas viejas e
tajos e bancos, todo por sí. Vamos a los que vendían
leña, ocote e otras cosas desta manera. ¿qué quieren
más que diga? Que hablando con acato, también
vendían canoas llenas de hienda de hombres, que
tenían en los esteros cerca de la plaza, y esto era
para hacer o para curtir cueros, que sin ella decían
que no se hacían buenos.
Bien tengo entendido que algunos se reirán desto;
pues digo que es así; y más digo, que tenían hechos
de cañas o paja o yerbas porque no los viesen los
que pasasen por ellos, y allí se metían si tenían
ganas de purgar los vientres porque no se les
perdiese aquella suciedad. ¿Para qué gasto yo tantas
palabras de lo que vendían en aquella gran plaza?
Porque es para no acabar tan presto de contar por
menudo todas las cosas, sino que papel, que en esta
tierra llaman amatl, y unos cañutos de olores con
liquidámbar, llenos de tabaco, y otros ungüentos
amarillos, y cosas deste arte vendían por sí; e
vendían mucha grana debajo de los portales que
estaban en aquella gran plaza; e había muchos
herbolarios y mercaderías de otra manera; y tenían
allí sus casas, donde juzgaban tres jueces y otros
como alguaciles ejecutores que miraban las
mercaderías. Olvidádoseme había la sal y los que
hacían navajas de pedernal, y de cómo las sacaban de
la misma piedra.
Pues pescaderas y otros que vendían unos panecillos
que hacen de una como lama que cogen de aquella gran
laguna, que se cuaja y hacen panes dello, que tienen
un sabor a manera de queso; y vendían hachas de
latón y cobre y estaño, y jícaras, y unos jarros muy
pintados, de madera hechos. Ya querría haber acabado de
decir todas las cosas que allí se vendían, porque eran
tantas y de tan diversas calidades, que para que lo
acabáramos de ver e inquirir era necesario más espacio;
que, como la gran plaza estaba llena de tanta gente y
toda cercada de portales, que en un día no se podía ver
todo...»
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Resulta en verdad
sorprendente el detalle con que ambos conquistadores
describen la gran cantidad de mercaderías, joyas y hasta
esclavos que podían ser adquiridos o negociados en
trueque en ese gran centro comercial.
A pesar de las imágenes actuales que poseo, las
descripciones de Bernal Díaz del Castillo y del
Arqueólogo Salvador Guilliem Arroyo
me resultaba un poco difícil imaginar
la disposición original de los templos del centro
ceremonial con respecto a la ubicación del gran tianguis.
Por tal motivo y con poca fortuna, pues la recreación es
burda, me di a la tarea de obtener una vista en
perspectiva de la ubicación que tenía el mercado de
Tlatelolco en el año de 1521 cuando lo vieron por
primera vez Hernán Cortés y sus soldados. De esta manera
y advirtiendo que de ninguna manera pretendo decir que
la imagen se aproxima a la realidad, por lo menos creo
que nos será mucho más fácil entender la descripción de
algunos de los párrafos que siguen. Es posible que el
INAH tenga una recreación o maqueta, como la hay del
Proyecto Templo Mayor del Zócalo, pero no tengo acceso a
ella.
A continuación aparece una vista panorámica de la zona
denominada Plaza de las Tres Culturas, pero cuando se
hace pasar el cursor del mouse sobre la imagen aparece
la imagen a que me refiero y que muestra en toda su
extensión la explanada del mercado. Ya más adelante
mencionaré en que momento fue construido el Templo de
Santiago Apóstol.
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Haga click
para ver la imagen ampliada
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Regresando
a la
narración que hace Bernal Díaz del Castillo del día que
visitaron Tlatelolco, es interesante hacer notar que si
el gran mercado era el mayor de México y posiblemente de
mesoamérica, es evidente que el centro ceremonial de
Tlatelolco era tan importante o más que el del centro de
la ciudad. Todo ello se deduce de que Moctezuma, 4 días
después de su llegada los llevó personalmente a visitar
dichos templos y Díaz del Castillo se refiere en todo
momento al templo mayor de Tlatelolco como el "gran cu".
Por otra parte viniendo del centro ceremonial mexica por
la calzada que conducía al cerro de Tepeyacac, hemos
visto que la comitiva lo primero que visitó fue la zona
comercial y una vez recorrida en detalle fue que pasaron
al centro ceremonial y a la visita de los templos. Por
tal razón resulta lógica la disposición física de la
explanada del mercado que se muestra en la imagen de
arriba.
Veamos lo que narra Bernal Díaz del Castillo en relación
al centro ceremonial: |
«...Y fuimos al gran cu, e ya que íbamos cerca de sus
grandes patios, e antes de salir de la misma plaza
estaban otros muchos mercaderes que según dijeron,
era que tenían a vender oro en granos como lo sacan
de las minas, metido el oro en unos cañutillos
delgados de los que ansarones de la tierra, e así de
blancos porque se pareciese el oro de por defuera, y
por el largor y gordor de los cañutillos tenían
entre ellos su cuenta qué tantas mantas o qué
jiquipiles de cacao valía, o qué esclavos, o otra
cualquiera cosa a que lo trocaba. E, así, dejamos la
gran plaza sin más la ver, y llegamos a los grandes
patios y cercas donde estaba el gran cu, y tenía
antes de llegar a él un gran circuito de patios, que
me parece que eran mayores que la plaza que hay en
Salamanca, y con dos cercas alrededor de cal y
canto, y el mismo patio y sitio todo empedrado de
piedras grandes de losas blancas y muy lisas, y
adonde no había de aquellas piedras, estaba encalado
y bruñido, y todo muy limpio, que no hallaran una
paja ni polvo en todo él.
Y cuando llegamos cerca del gran cu, antes que
subiésemos ninguna grada de él, envió el gran
Montezuma desde arriba, donde estaba haciendo
sacrificios, seis papas y dos principales para que
acompañasen a nuestro capitán Cortés, y al subir de
las gradas,
que eran ciento y catorce, le iban a
tomar de los brazos para le ayudar a subir, creyendo
que se cansaría, como ayudaban a subir a su señor Montezuma, y Cortés no quiso que se llegasen a él; y
como subimos a lo alto del gran cu, en una placeta
que arriba se hacía, adonde tenían un espacio como
andamios, y en ellos puestas unas grandes piedras
adonde ponían los tristes indios para sacrificar,
allí había un gran bulto como de dragón e otras
malas figuras, y mucha sangre derramada de aquel
día.
...»
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Altar y Tzompantli Norte de Tlatelolco: Tanto esta
imagen como las siguientes dos, aparecen en el excelente
sitio relacionado con la cultura azteca:
RUINS OF TLATELOLCO
y fueron proporcionadas por el Dr.
Manuel Aguilar.
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Se muestran dos de las etapas constructivas del Templo Mayor
de Tlatelolco.
Oprima aquí para ver la imagen a su tamaño natural
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Imagen que muestra las ruinas del
Templo Calendárico de Tlatelolco y al fondo el Templo de Santiago
Apóstol y los
edificios del conjunto habitacional de Nonoalco -Tlatelolco.
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(Página en proceso de
conclusión)
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