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Encuentro de Hernán Cortés y Moctezuma.
El primer encuentro de
Hernán Cortés con el emperador Moctezuma II, se dio el 8 de
noviembre de 1519 y se dice que se efectuó en la confluencia de
las calles de República del Salvador con la Avenida Pino Suárez,
de acuerdo con la traza actual del Centro Histórico de la Ciudad
de México.
En tal lugar se encuentran dos edificios históricos, el Templo
de Jesús Nazareno y el antiguo Hospital de Jesús.
En su exterior, y en la esquina arriba
mencionada se encuentra una placa de cantera que indica el
sitio del encuentro de Moctezuma II con Hernán Cortés.
Esta es la placa de cantera que marca el punto
de encuentro
de Hernán Cortés y Moctezuma II, el 8 de noviembre de 1519 en el sitio
arriba mencionado.
Dentro de las instalaciones del actual Hospital
de Jesús, se puede localizar la siguiente placa alusiva al
encuentro de Cortés y Moctezuma, que se presume se dio en ese
sitio en 1519. La fotografía se exhibe por cortesía de
Benjamín Arredondo que tiene una excelente página con
magníficas fotografías del Hospital y Templo de Jesús.
Oprime aquí, para acceder a dicho sitio.
El
Templo de Jesús Nazareno inició su construcción en el año de
1587 y fue terminado en 1622. En este sitio, el 25 de
noviembre de 1946, en el interior de una urna, se encontraron
los restos mortales del conquistador Hernán Cortés.. Una vez que
el descubrimiento fue atestiguado por un grupo de historiadores,
arqueólogos y periodistas, los restos fueron devueltos a su
sitio original el 9 de julio de 1947.
El Instituto de Antropología e Historia instaló una placa
conmemorativa en dicho sitio:
Esta es la placa que se encuentra colocada en el muro del lado
izquierdo del altar del Templo de Jesús Nazareno y detrás de la
cual se encuentra la urna que protege los restos mortuorios de
Hernán Cortes.
Por el contrario, de
Moctezuma Xocoyotzin emperador mexica, muerto en 1520, no
existe ningún rastro de sus restos mortales, pero su famoso
tesoro fue buscado intensamente por muchos, aparentemente sin
ningún éxito. Cuando era un niño mi padre me platicaba, que
incluso el gobierno mexicano habría dejado secar
intencionalmente el Lago de Texcoco, con la esperanza de
encontrar el codiciado tesoro.
Los párrafos que siguen
corresponden con la narración que en su momento hicieron los
propios conquistadores españoles: Hernán Cortés, Bernal Díaz del
Castillo y Fray Francisco de Aguilar, en relación con el
encuentro de Hernán Cortes con el emperador mexica Moctezuma
Xocoyotzin:
En la
Segunda Carta de
Relación de Hernán Cortés enviada al Emperador de España Carlos V, con fecha del
30 de octubre de 1520.se
pueden leer los siguientes párrafos sobre tan trascendental
encuentro:
«...Pasada esta puente, nos
salió a recibir aquel señor Mutezuma con hasta doscientos
señores, todos descalzos y vestidos de otra librea o manera de
ropa asimismo bien rica a su uso, y más que la de los otros, y
venían en dos procesiones muy arrimados a las paredes de a
calle, que es muy ancha y muy hermosa y derecha, que de un cabo
se parece el otro y tiene dos tercios de legua, y de la una
parte y de la otra muy buenas y grandes casas, así de
aposentamientos como de mezquitas, y el dicho Mutezuma venía por
medio de la calle con dos señores, el uno a la mano derecha y el
otro a la izquierda, de los cuales el uno era quel3
señor grande que dije que había salido a hablar en las andas y
el otro era su hermano del dicho Mutezuma, señor de aquella
ciudad de Iztapalapa de donde yo aquel día había partido, [...].
Y allí me tomó de la mano
y me llevó a una gran sala que estaba frontera del patio por
donde entramos, y allí me hizo sentar en un estrado muy rico que
para él lo tenía mandado hacer, y me dijo que le esperase allí,
y él se fué.
Y dende4
a poco rato, ya que toda la gente de mi compañía estaba
aposentada, volvió con muchas y diversas joyas de oro y plata, y
plumajes, y con hasta cinco o seis mil piezas de ropa de
algodón, muy ricas y de diversas maneras tejidas y labradas, y
después de me las haber dado, se sentó en otro estrado que luego
le hicieron allí junto con el otro donde yo estaba; y sentado,
prepuso5 en esta manera:
"Muchos días ha que por nuestras escripturas tenemos de nuestros
antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra
habitamos no somos naturales de ella sino extranjeros, y venidos
a ella de partes muy extrañas; y tenemos asimismo que a estas
partes trajo nuestra generación un señor cuyos vasallos todos
eran, el cual se volvió a su naturaleza, y después tornó a venir
dende en mucho tiempo, y tanto, que ya estaban casados los que
habían quedado con las mujeres naturales de la tierra y tenían
mucha generación y hechos pueblos donde vivían, y queriéndolos
llevar consigo, no quisieron ir ni menos recibirle por señor, y
así se volvió; y siempre hemos tenido que los que de él
descendiesen habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros
como a sus vasallos; y según de la parte que vos decís que
venís, que es a do sale el sol, y las cosas que decís de ese
gran señor o rey que acá os envió, creemos y tenemos por cierto,
él sea nuestro señor natural, en especial que nos decís que él
ha muchos días que tenía noticia de nosotros; y por tanto, vos
sed cierto que os obedeceremos y tendremos por señor en lugar de
ese gran señor que vos decís, y que en ello no habrá que yo en
mi señorío poseo, mandar a vuestra voluntad, porque será
obedecido y hecho; y todo lo que nosotros tenemos es para lo que
vos de ello quisiéredes disponer. Y pues estáis en vuestra
naturaleza y en vuestra casa, holgad y descansad del trabajo del
camino y guerras que habéis tenido, que muy bien sé todos los
que se vos han ofrecido de Puntunchán acá, y bien sé que los de
Cempoal y de Tascaltecal os han dicho muchos males de mí. No
creáis más de lo que por vuestros ojos veredes5,
en especial de aquellos que son mis enemigos, y algunos de ellos
eran mis vasallos y hánseme rebelado con vuestra venida, y
por se favorecer con vos lo dicen; [...]
Manuscrito de la Segunda Carta de Relación de Cortés al Rey de
España en el que aparece la firma autógrafa del primero.
Porque para dar cuenta,
muy poderoso señor, a vuestra real excelencia, de la grandeza,
extrañas y maravillosas cosas de esta gran ciudad de Temixtitan,
del señorío y servicio6 de este Mutezuma, señor de ella, y de
los ritos y costumbres que esta gente tiene, y de la orden que
en la gobernación, así de esta ciudad como de las otras que eran
de este señor, hay, sería menester mucho tiempo y ser muchos
relatores y muy expertos; no podré yo decir de cien partes una,
de las que de ellas se podrían decir, mas como pudiere diré
algunas cosas de las que vi, que aunque mal dichas, bien sé que
serán de tanta admiración que no se podrán creer, porque los que
acá con nuestros propios ojos las vemos, no las podemos con el
entendimiento comprender. Pero puede vuestra majestad ser cierto
que si alguna falta en mi relación hubiere, que será antes por
corto que por largo, así en esto como en todo lo demás de que
diere cuenta a vuestra alteza, porque me parecía justo a mi
príncipe y señor, decir muy claramente la verdad sin interponer
cosas que la disminuyan y acrecienten. [...]
Esta gran ciudad de
Temixtitan está fundada en esta laguna salada, y desde la tierra
firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, por cualquiera parte
que quisieren entrar a ella, hay dos leguas. Tiene cuatro
entradas, todas de calzada hecha a mano, tan ancha como dos
lanzas jinetas. Es tan grande la ciudad como Sevilla y Córdoba.
Son las calles de ella, digo las principales, muy anchas y muy
derechas, y algunas de éstas y todas las demás son la mitad de
tierra y por la otra mitad es agua, por la cual andan en sus
canoas, y todas las calles de trecho a trecho están abiertas por
do atraviesa el agua de las unas a las otras, y en todas estas
aberturas, que algunas son muy anchas, hay sus puentes de muy
anchas y muy grandes vigas, juntas y recias y bien labradas, y
tales, que por muchas de ellas pueden pasar diez de a caballo
juntos a la par. Y viendo que si los naturales de esta ciudad
quisiesen hacer alguna traición, tenían para ello mucho aparejo,
por ser la dicha ciudad edificada de la manera que digo, y
quitadas las puentes de las entradas y salidas, nos podrían
dejar morir de hambre sin que pudiésemos salir a la tierra.
Luego que entré en la dicha ciudad di mucha prisa en hacer
cuatro bergantines, y los hice en muy breve tiempo, tales que
podían echar trescientos hombres en la tierra y llevar los
caballos cada vez que quisiésemos. Tiene esta ciudad muchas
plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender.
Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de
Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay
cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas comprando y
vendiendo; donde hay todos los géneros de mercadurías que en
todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de
vituallas, joyas de oro y plata, de plomo, de latón, de cobre,
de estaño, de piedras, de huesos, de conchas, de caracoles y de
plumas. Véndese cal, piedra labrada y por labrar, adobes,
ladrillos, madera labrada y por labrar de diversas maneras. Hay
calle de caza donde venden todos los linajes de aves que hay en
la tierra, así como gallinas, perdices, codornices, lavancos7,
dorales, zarcetas8, tórtolas, palomas, pajaritos en cañuela,
papagayos, búharos, águilas, halcones, gavilanes y cernícalos; y
de algunas de estas aves de rapiña, venden los cueros con su
pluma y cabezas y pico y uñas. [...]
La gente de esta ciudad es
de más manera y primor en su vestir y servicio6 que no la otra
de estas otras provincias y ciudades, porque como allí estaba
siempre este señor Mutezuma, y todos los señores sus vasallos
ocurrían siempre a la ciudad, había en ellas más manera y
policía en todas las cosas. Y por no ser más prolijo en la
relación de las cosas de esta gran ciudad, aunque no acabaría
tan aína, no quiero decir más sino que en su servicio y trato10
de la gente de ella hay la manera casi de vivir que en España, y
con tanto concierto y orden como allá, y que considerando esta
gente ser bárbara y tan apartada del conocimiento de Dios y de
la comunicación de otras naciones de razón, es cosa admirable
ver la que tienen en todas las cosas.
...»
El
cronista Bernal Díaz del Castillo, un testigo ocular del
encuentro, recordaba así la escena en su "Historia Verdadera de
la Conquista de la Nueva España" (1632):
«...Ya que llegábamos cerca de México .... se apeó el gran Montezuma de las andas, y traíanle del brazo aquellos grandes
caciques, de bajo de un palio muy riquísimo a maravilla, y la
color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha
argentería y perlas y piedras chalchihuites (jade) que colgaban
de unas como bordaduras ... otros muchos señores venían delante
del gran Montezuma, barriendo el suelo por donde había de pasar,
y le ponían mantas para que no pisase la tierra
...»
Fray Francisco de Aguilar en su Relación Breve
de la Conquista de la Nueva España,
describe el encuentro de la siguiente manera:
«...
Andando más adelante, ya que llegaba el dicho Cortés obra de un
tiro de piedra de él , se apeó el solo del caballo en que iba, y
el dicho Motecsuma salió de la litera y echó al cuello del
capitán unos collares de oro y piedras, y dicho Cortés le echó
al cuello un collar de margaritas (perlas); y con toda crianza
le habló que fuese muy bien venido, que a su casa venía; y el
capitán le dio las gracias por tan buen recibimiento y así poco
a poco entramos en un gran patio de muy gran circuito...»
(Queda pendiente la narración del alojamiento
de Hernán Cortés y sus huestes en el Palacio Axayacatl)