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EL ZÓCALO DE LA CIUDAD DE MÉXICO
Primera Parte
Desde la Colonia hasta antes del Porfiriato, 1555-1876.
Con "M" de México ...
D.F. |
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REDES SOCIALES
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Catedral
Metropolitana, evolución gráfica y cronológica y ubicación de la
Cruz de Mañozca
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MEXICO EN TUS SENTIDOS
Autor:
Ing. Manuel Aguirre Botello
Septiembre, 2004
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Si buscas
específicamente la evolución del Zócalo desde la Colonia hasta
nuestros días,
oprime aquí |
Si buscas una
versión más amplia de la historia referente a la Entrada del Ejército Trigarante al Zócalo,
oprime aquí,
si quieres ver el resumen oprime aquí |
La Campana de Dolores es uno
de los símbolos patrios más importantes de nuestra nación y se
encuentra localizada en en el sitio de honor del Palacio Nacional en
el Zócalo de la Ciudad de México, desde el 16 de septiembre de 1896.
Conocida también como el esquilón de San José, está montada
en un nicho especial, localizado arriba del balcón principal de Palacio
Nacional. Al concluirse las obras del tercer piso de Palacio
Nacional, fue reinstalada en su lugar actual, el 14 de septiembre de
1926.
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Introducción
Hablar del Zócalo quiere decir hablar de la plaza más importante y representativa de nuestro
país. Sus orígenes se remontan a la época de la Conquista y a la
refundación de la Ciudad de México, como tal, en el año de 1523 por
Hernán Cortes. Lo que sigue no es precisamente un relato detallado
de la historia de esta singular plaza, pues sería demasiado extenso
y además fuera de mi alcance y conocimiento. Sin embargo si
trataré de mostrar de que manera ha ido evolucionando con el
paso de los siglos y como algunos de los acontecimientos y edificios
pudieron dejar su huella, a través de algunas de
las imágenes que podrán ver a continuación.
Por el número de imágenes que se incluyen he dividido este trabajo
en cuatro partes: la primera que es ésta, que va desde la época de la
Colonia hasta la caída de Maximiliano, la
segunda parte que cubre el período porfiriano hasta 1910, la
tercera
parte desde el inicio de la Revolución Mexicana hasta fines del
siglo XX y una cuarta parte y final que
trata de cubrir la etapa contemporánea.
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Vista
parcial del centro de la Ciudad de México alrededor del año de 1550 según
se muestra en el Mapa de Uppsala, ejecutado por manos indígenas,
pero posiblemente bajo la dirección del cartógrafo Alonso de Santa
Cruz, dentro
del que fue Colegio Imperial de la Santa Cruz, donde se impartían
clases especialmente a los hijos de la nobleza indígena. Este
colegio fue fundado en 1535 y estaba ubicado junto al convento de
Santiago Apóstol en Tlatelolco. En la imagen se aprecia la Plaza
Mayor (2), aparentemente cruzada diagonalmente por una acequia y a la
derecha la Iglesia Mayor (1), que aunque en 1530 fue expedida la
bula papal para elevarla al rango de catedral, en el dibujo no se
usa dicho calificativo. También se aprecia que esta iglesia, que
después fue demolida como veremos más adelante, estaba orientada con
su frente hacia el oriente, pero no era esa su entrada principal. Del lado izquierdo de la plaza
cruza la que fue denominada Acequia Real (3) y aparentemente un múltiple
sistema de canales que aún se conservaba. Se pueden localizar
también la Casa Real (4), dado que aún no existía el Palacio
Virreinal y la existencia de la iglesia de Santo Domingo (5).
En la parte baja aparece la Casa del Marqués (6) que era entonces
la casa de Hernán Cortés, sitio que después ocuparía el viejo
Palacio Virreinal, hoy Palacio Nacional. La excelente
digitalización de esta imagen se debe al trabajo realizado por la
Dra. Lili Díaz en Europa, quien obtuvo incluso una versión
estereoscópica del famoso Mapa de Uppsala. Para conocer más del
proyecto Map of México 1555,
oprima aquí.
Para ver una versión ampliada y completa de este plano,
oprima aquí.
Si hoy nos aterran (2005) las imágenes de un
Nuevo Orleans inundado y destruido por un terrible desastre natural,
es bueno saber que a nuestra gran Ciudad de México le ha tocado
vivir aún peores adversidades. Casi todos recordamos los graves
daños y el horror de la muerte que provocó el sismo de 1985, una
tragedia de dimensiones incalculables, pero en verdad considero que
no sería comparable con las escenas de horror y muerte que
debieron vivirse al final de la caída de la Gran Tenochtitlan y la
gran matanza y destrucción que dejaron las fuerzas conquistadoras de
Hernán Cortés y sus aliados el 13 de agosto de 1521, tras de 75 días de asedio.
Voy a reproducir enseguida unos párrafos del excelente relato que
hace el historiador
Alejandro Rosas en la página de la
Presidencia de Vicente Fox:
La ciudad del águila y la cruz
«...
El 13 de agosto de 1521,
luego de setenta y cinco días de sitio, la legendaria Tenochtitlan
sucumbió ante el embate de los españoles y los miles de indígenas
que se unieron al conquistador para terminar con el yugo del
imperio azteca. No quedó piedra sobre piedra. Cortés avanzó
difícilmente entre los escombros de las casas señoriales y
palacios que lo habían maravillado en noviembre de 1519. La muerte
impregnaba el ambiente.
Cientos de cadáveres
tapizaban las calles de tierra; las de agua estaban anegadas.
Conforme se fue desarrollando el sitio, los españoles tomaron
calle por calle y casa por casa. Destruyeron todo a su paso para
crear tierra firme en donde sólo corría agua. Un año antes, la
tristemente célebre “Noche Triste” había marcado a los españoles.
En la retirada muchos murieron ahogados en los canales al no
encontrar caminos de tierra firme por donde huir. Al iniciar el
sitio, Cortés cuidó hasta el último detalle y no olvidó la amarga
experiencia: ordenó destruir las construcciones tomadas y arrojar
los escombros sobre las acequias para garantizar una rápida
retirada, sobre terreno sólido, en caso de que fuera necesario.
El hedor era
insoportable. Se llegó a decir que los indios habían decidido no
sepultar a sus muertos para utilizar la putrefacción de los
cadáveres y sus fétidos olores como un arma contra los españoles.
El aspecto general de la ciudad era lamentable, difícil se hacía
la respiración por el aire contaminado, no había suministro de
agua potable --el acueducto estaba destruido desde los primeros
días del sitio-- ni alimentos y en las pocas acequias que todavía
corrían por la ciudad en ruinas se combinaban agua y sangre. Aquel
13 de agosto de 1521, Tenochtitlan era prácticamente inhabitable
...»
|
Al final, Hernán Cortés se
encontraba ante la gran disyuntiva: ¿Que hacer con los escombros de
lo que había sido la Gran Tenochtitlan, cuna de una de las
civilizaciones más organizadas, ricas y avanzadas de su época?
La pregunta no era nada fácil de responder y para ello era necesario
analizar los distintos puntos de vista y posibles opciones. Ante tal
situación Hernán Cortés y sus fuerzas salieron de aquel devastado
territorio y se dirigieron al pueblo de Coyoacan, hermoso y
tranquilo lugar entonces localizado en la costa poniente de la
laguna de México.
De acuerdo con las ordenanzas de la corona española el primer paso
para legalizar la fundación de la capital de la Nueva España sería
crear el Cabildo o Ayuntamiento, cuya primera función sería
localizar cual sería el sitio más adecuado.
Muchas otras prioridades tenía Cortés antes de fundar la capital,
como por ejemplo la localización de los tesoros perdidos de
Moctezuma, más sin embargo en principio parecía apoyar que la nueva
ciudad se construyera fuera del islote de Tenochtitlan y al menos
eso hacía creer a lo miembros del Cabildo. Los lugares que se
pensaba podrían reunir las características
típicas de las ciudades españolas eran Coyoacan, Tacuba y Texcoco,
cumpliendo con los requisitos de ambiente sano, cómodo, ventilado y
seguro, con suficiente agua potable, materiales de construcción,
pastizales para ganado y de fácil acceso.
Como en muchas de sus audaces actitudes, en los primeros meses de
1522, Cortés tomó la gran decisión de fundar sobre los restos de
Tenochtitlan la capital de la Nueva España y así se lo hizo saber
a Carlos V en su tercera carta de relación, fechada en mayo de 1522:
«...habiendo platicado en qué
parte haríamos otra población alderredor de las lagunas - porque
désta había más nescesidad para la seguridad y sosiego de todas
estas partes - y ansimesmo viendo que la cibdad de Temixtitán que
era cosa tan nombrada y de que tanto caso y memoria siempre se ha
fecho, paresciónos que en ella era bien poblar, porque estaba toda
destruida. Y yo repartí los solares a los que se asentaron por
vecinos, y fízose nombramiento de alcaldes y regidores en nombre de
Vuestra Majestad segúnd en sus reinos se acostumbra. Y entretanto
que las casas se hacen acordamos de estar y residir en esta cibdad
de Cuyocan, donde al presente estamos de cuatro o cinco meses acá
que la dicha cibdad de Temixtitán se va reparando. Está muy hermosa,
y crea Vuestra Majestad que cada día se irá ennobleciendo en tal
manera que como antes fue prencipal y señora destas provincias
todas, que lo será también de aquí adelante. Y se hace y hará de tal
manera que los españoles estén muy fuertes y seguros y muy señores
de los naturales, de manera que dellos en ninguna forma puedan ser
ofendidos
...» |
Era evidente que Cortés estaba cometiendo un
grave error al refundar la Ciudad de México sobre los escombros de
la que fue Gran Tenochtitlan y así lo consideraban tanto los
miembros del Ayuntamiento como sus propios capitanes, sin embargo
las razones de Cortés eran de índole política y no técnicas, la Gran
Tenochtitlan había sido siempre un símbolo de fortaleza y poder para
todo el resto de las provincias que le rodeaban y que le rendían
tributo. ¡Cortés quería que así siguiera siendo!
Aunque al principio tuvo razón y la ciudad creció fuerte y hermosa,
el tiempo se encargó de demostrarnos cuan grande fue su error..
Después de todo, uno más de los grandes errores de nuestra historia.
Como dice Cortés en su carta de relación,
procedieron a repartir los solares entre los vecinos, más no dice
que los mejores fueron para él.
Cortés
eligió las llamadas Casas Nuevas sitio donde se levantaba el palacio
que se mandó construir Moctezuma en el costado sur del gran centro
ceremonial y que hoy corresponde al Palacio Nacional. También se
apropió del sitio que ocupaba el gran Palacio de Atzayácatl, lugar
donde Moctezuma había alojado a Cortés y sus huestes a su llegada en
1519; hoy dicho sitio es ocupado por el edificio del Monte de
Piedad.
Por instrucciones de Hernán Cortés, el responsable del trazo de la
que fue la Villa Rica de la Veracruz, Alonso García Bravo, fue
traído a Tenochtitlan e inició la tarea de levantar la nueva ciudad
sobre la isla. La manera como estaba proyectada Tenochtitlan era
bastante semejante a muchas ciudades españolas con una gran plaza
central de forma cuadrangular sin embargo en vez de estar
flanqueada en sus cuatro lados por los edificios de mayor
importancia --catedral, palacio y casas señoriales, el gran Centro
Ceremonial era un conjunto de templos distribuidos de forma
simétrica dentro del área.
Antes de escribir estos párrafos, en 2003, quise satisfacer mi
curiosidad y verificar, aunque fuese de manera aproximada, que tanto
coincidían entre si, el área actual que ocupa el Zócalo, con el área
que ocupó el Recinto Ceremonial y pueden encontrar el mapa que
muestra tal superposición en estas mismas paginas bajo el título de
"Recinto
Ceremonial y el Templo Mayor". Lo lógico sería que el INAH, en
un sitio oficial, publicara de manera abierta todos los resultados y
avances de la investigaciones que realiza, fundamentalmente con
fondos públicos, más no es así, las publicaciones son impresas, las
hacen los investigadores de manera directa y están a la venta del
público. Ojalá que ahora que se habla tanto del derecho a la
información que tenemos los ciudadanos, se abran estos archivos a la
vista del público en general.
En fin el hecho es que la construcción de la Catedral Metropolitana
y sobre todo el Sagrario, se hicieron sobre las ruinas de los
templos prehispánicos y ocupando parte del material de demolición.
Las casas de Cortés quedaron fuera del recinto ceremonial y se
construyeron sobre las ruinas de los que fueron palacios habitados
por Moctezuma y su padre Atzayácatl.
Al inicio de este párrafo aparece la imagen que posiblemente sea la
más antigua que muestre con claridad la situación de la Plaza Mayor
y los edificios colindantes. Se dice corresponde al año de
1555 y forma parte del plano de Alonso de Santa Cruz,
cartógrafo español que trabajaba a las órdenes de Carlos V.
La Plaza Mayor en 1628,
según se muestra en un detalle del plano de la ciudad dibujado
por Juan Gómez de Trasmonte. Marcado con la letra "A"
aparece lo que fuera el Palacio Virreinal, con la letra "B" la
Catedral en su etapa constructiva, la letra "C" marca la
localización de las Casas del Cabildo, la "D" la Casa Arzobispal
y la "F" la Plaza del Volador y más atrás lo que fuera la
Universidad. El número "4" parece representar de manera
estilizada, el Templo de la Profesa .
En color azul aparece la denominada Acequia Real. En cuanto a la
letra B que muestra la Catedral, es importante observar que los
terrenos que ocupaba la Iglesia Mayor primitiva, mostrada arriba
en el Mapa de Uppsala, ahora aparecen vacíos.
Dicha iglesia de tres naves, fue finalmente demolida en 1626, apenas dos años
antes de la fecha de este plano. Para ver, en este
mismo sitio, la imagen completa y ampliada de este maravilloso
grabado de la Ciudad de México,
oprima aquí.
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Los años pasaron y en el mapa de la ciudad que pintó Juan Gómez de
Trasmonte en 1628, parcialmente mostrado arriba, aparece la disposición que tenía la entonces llamada Plaza Mayor
y que dio origen a nuestra actual Plaza de la Constitución, mejor
conocida como Zócalo.
De las casas de Cortés, una de ellas la de Moctezuma, con el tiempo
la vendieron sus sucesores y se convirtió en el Palacio Virreinal,
la otra la de Atzayacatl, no aparece en el dibujo pero actualmente y
en su lugar se encuentra el edificio del Nacional Monte de Piedad.
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La Ciudad de México y por lo
mismo la Plaza Mayor sufrió la peor inundación de toda su historia
apenas un año después de que Trasmonte la pintó muy bella y bien
cuidada en 1628. La inundación duró desde 1629 hasta 1633 y destruyó
una gran parte de la ciudad, murieron 30,000 indígenas y las
familias españolas la abandonaron, reduciendo el número de 20,000 a
solamente 400 vecinos. Este dibujo, del que se desconoce la autoría muestra
de manera esquemática el gran desastre que vivió la ciudad. Léase en
los textos de la imagen la indicación de que la Albarrada de San Lázaro fue
totalmente cubierta por el agua y que todos los arrabales en
dirección poniente se perdieron.
Hernán Cortés cometió otro error al romper el
delicado equilibrio hidráulico que guardaba el entorno lacustre de
la Gran Tenochtitlan. No solamente destruyó en varios sitios la
Albarrada de Netzahualcoyotl para dar paso a los 13 bergantines que
construyó para invadir la isla, sino que al final ordenó tapar las
acequias que existían con el material de demolición de los templos
que destruyó. Me parece intuir que el equilibrio hidráulico era en
extremo delicado y además bastante complicado, pues los mexicas y a
raíz de la gran inundación que vivieron en el año de 1450 se vieron
precisados a regular de manera por demás ingeniosa, el flujo de agua
de los lagos que circundaban la Gran Tenochtitlan. La albarrada
construida por Nezahualcoyotl después de la gran inundación de
1450, fue una magna obra que permitió que el agua dulce procedente de
los manantiales y los lagos de Xochimilco y Tlahuac rodeara la isla,
separándola de las aguas salobres y poco útiles del lago de Texcoco.
Esta gran idea hizo florecer la agricultura y la pesca en la zona y
mediante compuertas y pasos levadizos regulaban tanto el flujo de
las aguas como el paso de las canoas, que era su principal y eficaz medio
de transporte. Los conquistadores menospreciaron y destruyeron
sistemáticamente el sistema hidráulico de los mexicas y los
resultados fueron nefastos. Ya en otra sección sobre
Tenochtitlan dijimos como fue que Bernal Díaz del Castillo quedó
pasmado cuando apenas algunos años después de haber estado en
Iztapalapa en 1519, aquel lugar se había transformado:
«...que si no lo
hubiere de antes visto dijera que no era posible que aquello
que estaba lleno de agua, que esté ahora sembrado de maizales
...»
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Los lagos
por alguna razón fueron perdiendo su volumen de agua, pero no
despareció el peligro de las inundaciones en tiempo de lluvias y por
lo mismo se construyó otra albarrada en 1555, denominada de San
Lázaro, que protegía la isla por el lado oriente. Esta construcción
no recibió el adecuado mantenimiento y por lo mismo quedó sujeta a
filtraciones y roturas. No es aquí el lugar para narrar todas las
peripecias que vivió aquella renaciente ciudad y sus esfuerzos para
buscar una salida a las aguas pluviales de la cuenca cerrada que es
el Valle de México, pero la suerte estaba echada y para el año de
1629 la extremadamente intensa temporada de lluvias y el posible
error de
Enrico Martínez al permitir el taponamiento de la boca del
desagüe que estaba construyéndose, dio lugar a la inundación
más terrible, destructiva y prolongada de la historia de la capital
de nuestro país.
(Sobre este punto relacionado con el
taponamiento de la boca del desagúe hay otra versión,
oprima aquí para conocerla en otra sección de este mismo sitio.
VER EL AÑO DE 1622.).
El día 21 de septiembre de 1629 una violenta y torrencial tormenta
descargó sus aguas durante 36 horas continuas sobre la ciudad y
las lagunas del valle. El volumen del agua proveniente de los lagos
de Zumpango, Xaltocán, San Cristobal y Texcoco que se encontraban
por arriba del nivel de la ciudad, descargaron sus excedentes en
cascada, hasta romper totalmente las protecciones del alabarradón de
San Lázaro.
En carta al rey de España, el Arzobispo Manso y Zúñiga le escribió:
«...que
murieron 30,000 indios y de 20,000 familias españolas no le habían
quedado a México cuatrocientos vecinos, quedando aquella como un
cadáver muerto (sic) ... » |
Pero a esta desgracia del impacto
inicial de las lluvias, debemos agregar el tiempo que permanecieron
inundadas todas las calles de la ciudad.
¡Aunque nos pueda parecer
increíble la Ciudad de México permaneció 5 años bajo las aguas!
No resulta fácil asimilar la magnitud del desastre.
Para el 22 de octubre de 1629, y con el nivel de las aguas cada vez
más alto, el mismo Arzobispo Manso fue consultado por el virrey
respecto a que acciones pudieran tomarse para resolver el grave
problema y éste le dijo
«...que
primero habría que ver si quedaba aún ciudad
que preservar pues de lo contrario convenía mas
cambiarla de sitio
... » |
Para los meses de junio, julio y septiembre de 1630, ¡un año
después! la inundación fue en aumento y se complicaron gravemente
los problemas de salud de la población, por la
contaminación de las aguas. Las juntas, consultas, proyectos, e
inspecciones oculares, se multiplicaron, pero la solución final se
pospuso hasta el año de 1631, cuando se concluyó sobre la
inconveniencia de cambiar de sitio la ciudad, por la gran inversión
que se había hecho en las propiedades (50 millones de pesos) y que
por lo mismo sería más conveniente gastar 4 millones de pesos en la
conclusión de las obras del desagüe.
Otra buena oportunidad de haber cambiado de sitio nuestra ciudad capital, se había perdido irremisiblemente...
Es por demás evidente que la Plaza Mayor estuvo cubierta por las
aguas durante esta larga etapa de nuestra historia y por lo mismo la
Catedral, que se encontraba en construcción vio afectado el
proceso de las obras, las que fue necesario suspender totalmente.
Una anécdota curiosa se refiere a que cuando las rogativas de los
fieles resultaron inútiles y la inundación continuó día tras día en
aumento, el Arzobispo Manso decidió transportar la imagen de la
Virgen de Guadalupe desde su santuario en el Tepeyac hasta la
inundada Catedral y ver si así los libraba de tan terribles males.
Veamos a continuación un fragmento del relato del jesuita Florencio:
«...Salieron de la ciudad en una flota de canoas y góndolas bien
aderezadas y esquisadas de remos .... y navegando al santuario
( porque no podía ya caminarse por tierra) la sacaron de su altar
después de casi 108 años que había sido llevada a él ... y
embarcándola en la faluca del arzobispo, acompañada de los
principales personajes que en ella cupieron bogaron hacia México con
aparato grande de luces en las embarcaciones, de música, de clarines
y chirimías, cantando el coro de la Catedral himnos y salmos, con
más consonancia que alegría ... » |
Resulta interesante saber que a
pesar de la estancia de la Virgen de Guadalupe en la (aún
inconclusa) Catedral, desde
1629 y hasta el año de 1635, la inundación continuó.
Y este fenómeno natural, que bien pudo ser motivado por errores
humanos (destrucción de la Albarrada de Netzahualcoyotl), nos hace
recapacitar muy seriamente sobre los grandes riesgos que, aún ahora, sigue
corriendo la Ciudad de México. Así como Nueva Orleans tiene zonas
urbanas por debajo del nivel del mar, la Ciudad de México tiene a su
vez una buena parte de su área conurbada, por debajo del
nivel de las aguas de los lagos y presas que la
rodean.
El Canal del Desagüe hace ya muchísimos años que funciona a
contra-pendiente y el agua se debe extraer mediante un sistema de
estaciones de bombeo escalonadas y a un costo prohibitivo. Pero si
esto es grave, pues depende del suministro de electricidad,
el Sistema de Drenaje Profundo, joya de nuestra ingeniería mexicana,
no cuenta con opciones alternas y un taponamiento (similar al de
1629) evitaría la salida de las aguas de la ciudad. Una situación
así en época de lluvias torrenciales provocaría que en un corto tiempo el centro histórico y
una área muy grande a su alrededor, quedaran gravemente
cubiertas por las aguas.
Del gran desastre de 1629, es relativamente poco lo que sabemos,
evidentemente no hay fotos, no hay videos, ni grabaciones de audio,
pero ahora todo el mundo pudo observar, casi en vivo, el efecto
devastador del huracán Katrine y posteriormente la inundación de gran parte
de la ciudad, al
romperse los diques de protección. Hemos visto también, el
sufrimiento de más de medio millón de habitantes y el grave problema
político y social que se generó.
Por la seguridad de una gran ciudad como la nuestra (gigantesca
ciudad diría yo) es algo que no podemos soslayar, debemos estar
concientes de ello y tomar las medidas y acciones necesarias que
puedan evitarlo. Las obras subterráneas no son lucidoras para los
políticos, pero todos sabemos que en este caso son
prioritarias. La ampliación y el mantenimiento permanente del Sistema de
Drenaje Profundo no deben de ser olvidados. ¡Recordemos 1629!
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Plaza Mayor de la Ciudad de
México, según la traza del plano realizado por Carlos López
del Troncoso en 1760 y posteriormente grabado por Diego Franco. La
Catedral parece tener una sola de sus torres en proceso de
construcción y está marcada con la letra "A". La letra "B"
representa el Palacio Virreinal, hoy Palacio Nacional y la letra "C"
las Casas del Cabildo hoy Palacio de Gobierno del D.F.. Enfrente del
Palacio Virreinal y a un costado de Catedral se encuentra el Mercado del Parián
marcado con la letra "G", ocupando gran parte de la plaza. La letra
"E" representa la Plaza del Volador, la "D" la Casa del Arzobispado,
la "F" muestra la Casa de Moneda y la H el Portal de Mercaderes.
Para ver, en este mismo sitio, la imagen completa y ampliada de este
maravilloso grabado de la Ciudad de México,
oprima aquí.
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Dentro de la Plaza de Armas y frente al Palacio
del Ayuntamiento el virrey de la Nueva España, Marqués de Cerralvo,
mandó a construir un edificio destinado a cuartel de caballería el
15 de enero de 1624. Este local posiblemente provisional, no se
aprecia en la imagen del plano de Gómez de Trasmonte de 1628. Con
el tiempo este sitio acabó por convertirse en mercado para la venta de
artículos diversos.
El 8 de junio de 1692 y a raíz del denominado el Motín del
Hambre, tanto el mercado como el Palacio del Ayuntamiento y el
Palacio Virreinal fueron
incendiados por la turba enardecida.
Pero fue hasta el 17 de agosto de 1695 cuando el virrey Conde de
Gélves inició las obras de construcción del edificio definitivo en
piedra mamposteada y estuvo a cargo de Pedro Jiménez de Cobo que
tenía el cargo de Regidor Obrero. Esta obre se concluyó hasta el año
de 1720 y constaba de dos pisos con un total de130 locales
distribuidos en el exterior e interior, para lo cual se
contaba con 8 puertas de acceso.
Tomó el nombre de El Parián en virtud de su semejante del mismo
nombre que existía en Manila, Filipinas, sitio del que procedían la
mayor parte de las mercaderías que allí se vendían.
Durante mucho tiempo fue considerado el centro del comercio de la
ciudad, por la enorme variedad de finos productos que allí se
expendían, pero con el paso del tiempo el sitio y la calidad de sus
mercancías se fue degradando, al grado de que la Marquesa de
Calderón de la Barca llegó a comentar que el espectáculo de un bello
atardecer en la Plaza Mayor, no tendría rival a no ser por un
defecto
«...
el tener una pila de tiendas llamadas El
Parián que rompe la uniformidad
...» |
A continuación también reproduzco unos cuantos
párrafos que don Guillermo Prieto escribió en su libro Memorias
de mis Tiempos:
«...Por aquel
tiempo se ordenó y llevó a cabo la demolición del Parián, grande
cuadrado que ocupaba toda la extensión que hoy ocupa el Zócalo,
con cuatro grandes puertas, una a cada uno de los vientos, y en
las caras exteriores, puertas de casas o tiendas de comercio. En
el interior había callejuelas y cajones como en el exterior y
alacenas de calzados, avíos de sastre, peletería,
etc.
En un tiempo
los parianistas constituían la flor y la nata de la sociedad
mercantil de México, y amos y dependientes daban el tono de la
riqueza, de la influencia y de las finas maneras de la gente
culta.
La parte del
edificio que veía al palacio la ocupaban cajones de fierros, en
que se vendían chapas y llaves, coas y rejas de arado, parrillas
y tubos, sin que dejaran de exponerse balas y municiones de
todos calibres, y campanas de todos tamaños. Al frente de la
catedral había grandes relojerías..., la contraesquina de la 1.ª
calle de Plateros y frente del portal la ocupaba la gran sedería
del
Sr. Rico, en que se encontraban los encajes de Flandes,
los rasos de china, los canelones y terciopelos, y lo más rico
en telas y primores que traía la Nao de Dhina... En el interior,
principalmente, los cajones de ropa eran de españoles...
»
|
Véase más adelante sobre la Demolición del
mercado del Parián. |
Aquí se muestra una imagen del
Mercado del Parián que se ubicaba dentro de la Plaza Mayor, aunque
aquí luce impecable y limpio, en
sus últimos años llegó a a ser un foco de suciedad y contaminación. Al fondo se muestra la Casa del
Cabildo o Ayuntamiento y a la derecha lo que fue el portal de Mercaderes.
El Motín
del Hambre |
Tras las desastrosas inundaciones de 1629, la
ciudad continuó siendo presa de grandes problemas para desfogar las
aguas de lluvia en los años de fuertes precipitaciones. En 1691 el
Valle de México se vio azotado por muy fuertes y prolongadas lluvias
que aparte de causar terribles estragos a la población y las
construcciones, provocó una terrible escasez en la producción de
granos.
Para el año siguiente este y otros muchos motivos de inconformidad
dieron lugar a un hecho insólito en la historia de la entonces
llamada Plaza Mayor y que se conoce como el Motín del Hambre
No es aquí el lugar para hacer una relación detallada de lo
acontecido, pero
durante la administración del virrey Gaspar de la Cerda, Conde de
Galve, ocurrió el más grave de los disturbios que hubo en la
capital de la Nueva España,
El 8 de junio de 1692, debido a la
falta de granos básicos en la Ciudad de México, el pueblo se amotinó
apedreando primero el Palacio Virreinal, para después prender fuego
en casi todos los balcones y puertas del ala sur del palacio, en
donde se encontraban los aposentos de los virreyes. No conformes con
ello los amotinados causaron graves saqueos e incendios en los
denominados "cajones" comerciales diseminados en la plaza y dentro
del mercado del Parián y prosiguieron después con el Ayuntamiento
también conocido como casas del Cabildo.
Un resumen de daños, incluiría los portales interiores y algunos aposentos de la
casa de los virreyes, el zaguán de la puerta principal del Cuerpo de
Guardia, la Cárcel, la
Sala del Crimen, la Sala de los Tormentos, la Escribanía y sus archivos
y la Real Audiencia, todo esto en el Palacio Virreinal. don Carlos Sigüenza y
Góngora, relator y actor de estos hechos, logró evitar la quema de importantes archivos del Tribunal
de Cuentas y de la Sala de Real Acuerdo.
Los más graves daños se dieron en el edificio del Ayuntamiento que
quedó totalmente consumido por las llamas, incluyendo los aposentos
de los Corregidores, la Diputación y la Alhóndiga, principal motivo
de las disputas, por el exiguo reparto de granos. Las pérdidas
materiales y el costo de lo robado se calculó en 3 millones de pesos
y la pérdida de vidas humanas nunca se estableció con exactitud.
La siguiente excepcional imagen, nos muestra en detalle los
destrozos del Palacio Virreinal que aún se apreciaban en 1695, fecha
en que Cristóbal de Villalpando tuvo a bien realizar su histórico y
descriptivo trabajo.
Las obras de reconstrucción del palacio tardaron muchos años en
realizarse y fue entre 1714 y 1720 que el Virrey Fernando de
Alencáster, Duque de Linares, tuvo a bien ejecutar.
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En esta muy bella y descriptiva imagen, cuya
autoría pertenece al gran artista Cristóbal de Villalpando, pueden
apreciarse los grandes daños causados por el incendio en el ala sur
de palacio en 1692. Por si fuera poco podemos apreciar el grado de
avance las obras de Catedral, aún sin concluir, el Mercado del
Parián al frente, la muy amplia Acequia Real del lado derecho y el
sin número de puestos y cajones que atiborraban la plaza de
comerciantes y posibles compradores. La obra de Villalpando es de
1695 y actualmente se encuentra en Inglaterra y forma parte de la
Colección James Mathuen Campbell.
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La
reconstrucción de las Casas del Cabildo
Litografía que publicó el ilustre
Casimiro Castro en su Album
México y sus Alrededores en 1855, corresponde al Edificio del
Ayuntamiento una vez reconstruido.
Las Casas del Cabildo, después conocidas como Edificio del
Ayuntamiento, aparecen primeramente señaladas en la imagen de la
Plaza Mayor
del año de 1628 y como se ha dicho arriba, fueron radicalmente
destruidas e incendiadas durante el Motín del Hambre de 1692,
incluyendo los locales de la Alhóndiga y la Carnicería,
Por tal motivo, dichos edificios fueron reedificadas totalmente
por instrucciones del Virrey Fernando de Alencáster, iniciando las
obras en 1714 y concluyendo en el año de 1722. La obra se
efectuó bajo la dirección de Pedro de Arrieta y José Miguel Álvarez,
maestros de arquitectura, según consta en un viejo Libro de Cuentas
del que tuvo conocimiento don Guillermo Tovar y Teresa y quién
amablemente me proporciona el dato. Al ser totalmente reconstruido,
el edificio del Ayuntamiento toma la ubicación, alineación y forma que tiene en la
actualidad.
Para conocer más detalles sobre la evolución y reconstrucción de las
que originalmente se conocieron como Casas del Cabildo, se puede
acceder en este mismo sitio, a una página que muestra su evolución
histórica en forma grafica, para ello
oprima aquí. |
La Catedral de la Ciudad de México en proceso de construcción en
una fecha posiblemente posterior a 1760. Obsérvese la posición de la
Cruz de Mañozca al frente del Atrio y la situación de la barda
perimetral que coinciden con los mostrados en el
dibujo de López del Troncoso, más arriba mostrado y que también
corresponde al año de 1760. La
Catedral Metropolitana se realizó con un proyecto de Claudio de
Arciniega, comenzando su construcción en 1573 y terminando 218 años
después alrededor de 1791.
Tras concluida la conquista,
Hernán Cortés ocupó los servicios de Alonso García Bravo en
1522, para realizar la traza de lo que sería la nueva ciudad de
México. Entre otras cosas, dispuso reservar al norte de la
proyectada gran Plaza Mayor, alrededor de 25 solares que se utilizarían para construir una
Iglesia Mayor y sus necesarias dependencias. Tras de múltiples
contratiempos y el viaje a Las Hibueras de Cortés, el inicio de la
construcción del gran templo se pospuso e incluso los terrenos
fueron ocupados por tiendas diversas y hasta una plaza de toros.
No pudo ser hasta el año de 1524 que Cortés a su regreso,
ordena al Maese Martín de Sepúlveda, maestro de obras y alarife de
la ciudad, la construcción de una primitiva iglesia en el lugar
designado,
aprovechando material demolido de los templos mexicas que fue
utilizado como cimiento. Esta Iglesia Mayor, que se aprecia claramente
en el plano de Alonso de Santa Cruz al principio
de este texto, estaba orientada de oriente a poniente, o sea al
contrario de la actual catedral y no era otra cosa que un modesto
templo de planta basilical y tres naves. Su largo total era
equivalente en forma aproximada al ancho de la actual Catedral, sin
el Sagrario, mientras que el ancho de las tres naves juntas apenas
llegaban a los 30 metros.
Esta iglesia fue convertida en
Catedral por acuerdo del emperador Carlos V y el Papa Clemente VII, según la bula
papal del 9
septiembre de 1530, sin embargo la Cédula Real llega a poder
de Fray Juan de Zumárraga hasta el mes de mayo de 1532, mientras
tanto, el título de Metropolitana lo recibe hasta 1547 por acuerdo
del Papa Paulo III. La Catedral queda terminada en el año de 1534 y
según nos relata don Manuel Toussaint:
«...
Esta iglesia pequeña, pobre, vilipendiada por todos los
cronistas que la juzgaban indigna de una tan grande y famosa
ciudad, prestó bien que mal sus servicios durantes largos años
...
»
|
Como los planes para la
construcción de una Catedral más grande, digna de la más
importante ciudad de la Nueva España, hubieron de posponerse por
largos años, esta pequeña catedral continuó en servicio, habiéndose
reparado en forma total en el año de 1584. Pasarían 42 años antes de
que esta singular iglesia fuera finalmente absorbida por la
nueva construcción y demolida en el año de 1626.
Para 1562 se realiza el trazo de la que sería catedral definitiva,
conservando la misma orientación Oriente-Poniente, e incluso se
comienzan a construir los cimientos de la que se proyectaba tan
grande como la de Sevilla y habría de contar con 7 naves. Sin
embargo para 1565 los cimientos prácticamente terminados, se
abandonan por muy diversas razones e inconvenientes.
No sería hasta 1570, en que se
rectifican los trazos y se reorienta la catedral en dirección
Norte-Sur, pero ahora en base a un proyecto desarrollado por
el arquitecto español Claudio de Arciniega, que finalmente fue
respetado plenamente hasta su conclusión.
Los trabajos de construcción de los nuevos cimientos no comenzaron
sino hasta 1571, cuando el virrey Martín Enríquez y el arzobispo
Pedro Moya de Contreras colocaron la primera piedra de tan colosal
obra. Considerado el Primer Monumento Religioso de América, la
Catedral Metropolitana de México fue edificada a lo largo de 218
años participando en la obra 16 distintos arquitectos.
Para 1573 y ante los múltiples problemas que presentaba la
cimentación de tan singular obra, asentada literalmente sobre el
fango, se copió el modelo de los Mexicas y se llevó a cabo una
plancha de cascajo y piedra apoyada sobre estacas de madera a una
distancia de 60 centímetros cada una, que en conjunto sumaban 22
mil. Este ingenioso sistema de construcción, de aportación netamente
mexicana, ha perdurado hasta nuestros días y a través de su evolución
tecnológica, el principio básico se ha utilizado para construir
todas las grandes edificios y monumentos existentes en la Ciudad de
México. Finalmente las estacas de madera del proyecto
original, han podido resistir terribles sismos, incendios y
hundimientos por más de 400 años. En épocas recientes hubieron de
ser definitivamente reforzados ante la inminencia de un posible
derrumbe después del terremoto de 1985.
La construcción de la
catedral Metropolitana se demoró muchos años y es imposible dar
detalles en un corto resumen, pero baste saber que los cimentos se
terminaron hasta 1581 y que para 1585 se trabajaba ya en la
construcción de las capillas; para 1615 todos los muros tenían más
de la mitad de su altura y ocho bóvedas habían sido totalmente
terminadas. Es por este motivo que para 1626 se decide demoler la
catedral primitiva. Como ya lo dijimos antes, un fenómeno natural
extraordinario provocó la inundación de la
capital en 1629, misma que se prolongó por 4 largos años y que
trajo inumerables contratiempos a la construcción, que obligaron a
suspender las obras e incluso pensar en la cancelación del proyecto.
Tras la decisión de no cambiar de sitio la capital virreinal, las
obras continuaron con lentitud y no fue hasta 1787 que bajo la
dirección de Damián Ortiz, se comenzó la construcción de ambas
torres, quedando totalmente terminadas hasta el año de 1791.
Resulta de interés mencionar brevemente la participación del
escultor y arquitecto Manuel Tolsá en la modificación de la cúpula
central del conjunto, que se realizó después de terminadas las
torres. También diseñó y colocó las balaustradas y en la fachada
construyó el cubo del reloj rematado por tres obras maestras suyas:
La Fe, La Esperanza y La Caridad.
Las obras del Sagrario fueron concebidas por Lorenzo Rodríguez,
habiéndose colocado la primera piedra en 1749 y la conclusión de la
obra tuvo lugar en 1768.
La referida al principio, Cruz de Mañozca, que en 1760 se encontraba
al frente de la Catedral, la hizo trasladar de Tepeapulco, Hidalgo,
el entonces Arzobispo don Juan de Mañozca, quien concluyó su
colocación el 14 de septiembre de 1649 en el frente de lo que era
entonces el cementerio; posteriormente en 1803 es trasladada a la
esquina del atrio del lado de la calle de Seminario, en donde
permanece hasta ahora.
En la imagen mostrada más abajo,
aparece la Catedral Metropolitana
completamente terminada y las obras de embellecimiento de la Plaza
Mayor llevadas a cabo por el Virrey de Revillagigedo.en 1793.
|
La Plaza Mayor
en la segunda mitad del Siglo XVIII. |
Esta es una grandiosa imagen que nos muestra gran detalle
de lo que fue la Plaza Mayor después de 1760 y hasta antes de ser
despejada para celebrar la coronación del Rey Carlos IV en diciembre
de 1789. El autor, aparentemente es anonimo, pero gracias
a él tenemos una idea en extremo clara y fidedigna de como era
entonces esa gran plaza. Las proporciones no son exactas, incluso la
perspectiva del mercado del Parián me permití modificarla
ligeramente, pero
la multitud de detalles que nos muestra, servirán para entender
mejor los textos que siguen. En la escena se representa el trayecto
de una visita del virrey (desconozco si se refiere a Revillagigedo) a la Catedral Metropolitana, en un día de
fiesta .Para ver la imagen ampliada
oprima aquí
y podrá apreciar en
detalle muchos de los usos y costumbres de la época. ¡En verdad es
sensacional poder retornar al pasado, con tan solo hacer un click!
La imagen es grande y puede tardar algunos segundos en cargar.
|
Es muy probable que la apariencia de la gran Plaza Mayor, hoy Zócalo
de nuestra caótica y secuestrada ciudad capital 2006, no siempre
lució tan bella y remozada como pudiésemos imaginar cuando se nos
habla de la muy noble y leal Ciudad de México. Es evidente que
después de la segunda mitad del siglo XVIII la degradación de la
gran plaza y la ciudad en lo general, había llegado al extremo de
quedar totalmente invadida, (como hoy) y ser presa de vendedores,
(como hoy) suciedad y desorden urbano (como hoy).
Tendría que llegar el nuevo Virrey de Revillagigedo, quién fue el
autor del "despeje" y ordenamiento de la gran plaza y la
transformación y urbanización de la ciudad capital.
Antes de continuar quisiera describir brevemente la imagen mostrada
arriba. En la parte inferior se pueden apreciar los remates del
edificio del Palacio Virreinal, por lo que la vista es de oriente a
poniente. El cuadrángulo de arriba representa el ya descrito,
Mercado del Parían y atrás de él se encuentra el Portal de
Mercaderes. A la izquierda del Parián se encuentran las llamadas
Casas del Cabildo. Del lado derecho del Parián se aprecia una parte
de la fachada de Catedral, sus enrejados e incluso al centro, la
Cruz de Mañozca, al frente del cementerio del atrio.
Al frente de la imagen vemos una pequeña calzada abierta para dar
paso al cortejo del virrey con rumbo a la Catedral. Detrás de la
calzada se aprecia el tianguis con puestos provisionales techados
con tejas y en el medio una fuente o pila de agua que fue construida
en 1713. Del lado izquierdo se aprecian dos detalles importantes,
dos grupos de locales comerciales, conocidos como los cajones de San
José, construidos en 1756 y que eran en total 35 y atrás de ellos el
paso de la que se conocía como Acequia Real, parcialmente entubada y
el que fue Portal de las Flores.
Sin embargo creo que es justo mencionar algo de lo que realmente
pudo encontrar el virrey Revillagigedo a su llegada a la
Ciudad de México en 1789. don Artemio de Valle-Arizpe incluye en su
libro "La muy noble y leal Ciudad de México", la crónica de
uno de los testigos oculares de la época. Veamos al menos en
algunos de sus párrafos, lo que relata don Francisco Sedano,
en lo que tiene que ver con la Plaza Mayor y el Palacio Virreinal.
Debe entenderse que se refiere a lo que quedaba de la plaza, pues un
gran espacio cuadrangular, como ya lo dijimos, estaba ocupado
de forma permanente por el mercado del
Parián. Para entender mejor a lo que se refiere vale la pena
auxiliarse con la imagen de arriba y la descripción previa que hice.
«...
La Plaza Mayor de esta ciudad de México
estuvo ocupada con el mercado, dispuesta con techados o
jacales de tejamanil en forma de
caballete, que se arrendaban por cuenta del Ayuntamiento. Se
despejó para celebrar la proclamación del señor Carlos IV, en
27 de diciembre de 1789 ... Esta plaza cuando estaba el
mercado era muy fea y de vista muy desagradable. Encima de los
techados de tejamanil había pedazos de petate, sombreros y
zapatos viejos, y otros harapos que echaban sobre ellos. Lo
desigual del empedrado, el lodo en tiempo de lluvias, los
caños que atravesaban, los montones de basura, excrementos de
gente ordinaria y muchachos, cáscaras y otros estorbos, la
hacían de difícil andadura. Había un beque o secretas que
despedía un intolerable hedor, que por lo sucio de los
tablones de su asiento, hombres y mujeres hacían su necesidad
trepados en cuclillas, con la ropa levantada a vista de las
demás gentes, sin pudor ni vergüenza, y era demasiada la
indecencia y deshonestidad ... Hay en dicha plaza los llamados
cajones de San José. Estos con sus altos encima y sus ventanas
a la plaza, estuvieron enfrente del Portal de las Flores:
corría la acequia a su espalda y entre esta y el portal había
un techo. Estaban divididos en dos trechos ... eran de dos
puertas cada uno, de 5 varas de fondo en número de 35 ...
En la Plaza mayor está una pila o fuente de
agua, la que se fabricó en el año de 1713; se halla esta pila
en el lugar cercano a donde está la más cercana a la
Cárcel de la Corte. Era ochavada de 48 varas de
circunferencia, de 6 varas cada ochavo y, en cada uno, un
escalón para alcanzar el agua ... Duró hasta fin del año 1791,
que se desbarató para despejar la plaza. Esta pila fue una muy
grande inmundicia, el agua estaba hedionda y puerca, a causa
de que metían dentro para sacar agua, las ollas puercas de los
puestos y también las asaduras para lavarlas. Las indias y
gente soez metían dentro los pañales de los niños para
lavarlos fuera con el agua que sacaban, por lo que sobre el
agua había grandes costras nadantes sobre salea ...» |
Y esto, aunque parece increíble, es parte de lo
que narra Sedano sobre el Palacio Virreinal:
«...
Este Palacio era anteriormente una honrada casa de vecindad;
había dentro de él cuartos de habitación y de puesteros de la
plaza, bodegas de guardar frutas y comestibles, fonda y
vinatería que llamaban la Botillería, truco, panadería con
amasijos, almuercerías donde se vendía pulque públicamente y
de secreto, chinguirito, juego de naipes público en el cuerpo
de guardia y otro donde llamaban el Parque, juego de boliche y
montones de basura y muladares ...» |
Como podemos ver, no
necesariamente todo tiempo pasado fue mejor. |
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El Virrey
de Revillagigedo y el embellecimiento de la Plaza Mayor. |
La Plaza Mayor de la Ciudad de
México en el año de 1793, tras de ser de ser retirados todos los
puestos del mercado ambulante, a la vez que fue remodelada y
embellecida por el Virrey de Revillagigedo. A la derecha el Palacio
Virreinal, a la izquierda el mercado del Parián y al fondo
totalmente terminada la Catedral Metropolitana. La imagen original
de esta obra se encuentra en el
Archivo General de Indias en Sevilla.
La llegada a México en 1789 del virrey Vicente
Güemez Pacheco de Padilla Horcasitas y Aguayo, segundo Conde de
Revillagigedo significó, entre otras cosas, la
mejora del paisaje urbano, la limpieza y el embellecimiento de la
ciudad. Para ello fue necesario abrir nuevas calles, renovar el
empedrado e iluminación de las existentes, crear zonas verdes y
evitar la presencia de animales de corral en las vías publicas, y
por otra parte regularizar la recolección de la basura y
prohibir la defecación en las calles y banquetas.
En relación a nuestro tema, tanto el Palacio
Virreinal como la Plaza Mayor finalmente dejaron de ser verdaderos
muladares, invadidos por el
comercio ambulante. Fue en esta época en que el virrey logró
confinar a los vendedores ambulantes dentro de los mercados del
Volador y del Factor, mientras que el Mercado del Parián fue
reconstruido y dedicado a la venta de importaciones y productos finos.
El virrey tuvo que enfrentarse a las resistencias tanto de la
población como de los cuerpos municipales, pero fue mediante
bandos y medidas obligatorias que logró hacerla más limpia y ordenar
la ciudad: en menos de cinco años, antes de su partida y retorno a
España en 1794.
La Ciudad de México se convirtió en la ciudad mejor urbanizada del naciente
siglo XIX, sus calles mantuvieron la traza cuadricular y debido a su
amplitud y el magnífico paisaje que la rodeaba, así como la
majestuosidad de los edificios construidos, recibió entonces el calificativo de "Ciudad de los Palacios".
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El
hallazgo de la Piedra del Sol |
Un poco más adelante hablaremos de
los fotógrafos precursores del conocimiento gráfico real de
nuestra historia, mientras tanto baste mencionar que esta imagen de la Piedra
del Sol o Calendario Azteca, tiene su
origen precisamente en un daguerrotipo, que se dice fue
obtenido entre 1839 y 1842 por el grabador francés Jean Prelier.
La imagen que muestro fue ligeramente retocada para poder
apreciar correctamente las formas, dado que el procedimiento de
la daguerrotipia oscurecía las esquinas. De igual manera la
vista original del daguerrotipo se encuentra invertida y aquí se
presenta en su posición correcta. El lugar corresponde a
un costado de la torre oeste de la Catedral Metropolitana, en
donde permaneció adosada al muro por muchos años.
La Piedra del Sol, se
descubrió el 17 de diciembre de 1790 en el costado sur de la
Plaza Mayor, muy cerca de la llamada Acequia Real, que aparece
y se identifica en la segunda imagen de este trabajo. Curiosamente esta colosal
piedra estuvo apoyada en la torre oeste de Catedral, desde
su hallazgo hasta su traslado en 1885 a la sala de monolitos del
Museo Nacional de
Palacio Nacional. La
fuente de esta imagen es
George Eastman House
|
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Uno de los frutos inesperados de las obras
urbanas promovidas por el Virrey de Revillagigedo, fue el
surgimiento de la arqueología mexicana, con el descubrimiento de
tres de los más importantes y representativos monolitos de la
cultura mexica: La Piedra del Sol o Calendario Azteca, la diosa de
la tierra
Coatlicue y la
Piedra de Tizoc, todos ellos localizados actualmente en el Museo
Nacional de Antropología de Chapultepec.
Todo empezó el 13 de agosto de 1790 cuando al efectuar la
nivelación de la Plaza Mayor, en el costado sur del Palacio
Virreinal, muy cerca de la Acequia Real, se encontró la figura de
Coatlicue, que tras de su rescate fue inicialmente trasladada
al
claustro de la Universidad, a muy poca distancia del sitio
donde fue encontrada. Tiempo después el 17 de diciembre de
1790 en la misma zona fue descubierta la Piedra del Sol.
Al año siguiente se localizó el
otro gran monolito, la Piedra de Tízoc. A la fecha no se ha
determinado la ubicación original exacta de estos monumentos,
pero se sabe que se encontraban en algún sitio del Recinto
Ceremonial
de la Gran Tenochtitlan.
Este enorme monumento pudo haber funcionado como base de los
sistemas calendáricos solar y ritual, y como punto de partida de
complicadas observaciones astronómicas.
El primer trabajo de investigación relacionado
con la Piedra del Sol se atribuye a don Antonio León y Gama en 1792. Desde
entonces, se han realizado infinidad de estudios sobre el monolito y
una de las preguntas fundamentales sobre esta escultura calendárica
es, si su posición era horizontal o vertical, habiéndose llegado a
la conclusión que la posición normal del monolito fue
horizontal y mostraba la imagen del sistema solar, de acuerdo a las
creencias de los mexicas.. Tras su descubrimiento, la Piedra del Sol
se colocó, como ya indicamos al principio, adosada al muro
de la
torre oeste de la Catedral Metropolitana. Con el paso del tiempo y
las inclemencias climáticas, la escultura se fue deteriorando y
además, según narran los cronistas de la época, la gente lanzaba
inmundicias y fruta podrida a tan singular monumento e incluso los
soldados norteamericanos que ocuparon la ciudad de México en 1847,
la utilizaron como objetivo para practicar el tiro al blanco. En
1885 Porfirio Díaz comisionó a un destacamento militar para
transportar el monolito a la calle de Moneda 13, en Palacio Nacional,
ocupando el salón principal del Museo Nacional.
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Esta fotografía se
atribuye a Alfred Briquet y pudo haberse obtenido alrededor de 1880-1885, muestra la
Piedra del Sol adosada a una de las torres de Catedral, antes de que
fuera trasladada al Museo de Historia en 1885
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Vista del Zócalo (Plaza Mayor) de la Ciudad de
México tal como lucía el 9 de diciembre del año de 1803,
fecha en que fue inaugurada con la estatua ecuestre en bronce del
rey Carlos IV de España,
El Caballito, al centro de la misma y donde permaneció hasta el
año de 1822.
Haga click aquí
para ver esta imagen a su tamaño natural
Para eI 12 de julio de 1794, un nuevo
virrey llegó a la Nueva España, don Miguel de Ia Grúa
Talamanca, Marqués de Branciforte que había dejado muy mala
reputación en España, por una serie de actos de corrupción que
indujeron a Carlos IV a llamarle fuertemente Ia atención. Para
congraciarse con el rey, Branciforte envió una carta
solicitándole que accediese a que en Ia Plaza Mayor de México
se Ie erigiese una nueva estatua ecuestre en bronce, que
substituiría a una estatua anterior de madera ya desaparecida.
En aquella carta se decía que la escultura tendría un costo de
18,700 pesos, pero que serían cubiertos en su totalidad por el
mismo virrey. Anexos se enviaron los proyectos de Ia escultura
y deI pedestal que habían sido diseñados por el arquitecto y
escultor don Manuel Tolsá, por aquel entonces el Director de
Escultura en Ia Real Academia de San Carlos.
La imagen de la Plaza Mayor arriba mostrada, es similar a la
de 1793, pero en perspectiva más amplia, que muestra la gran
plaza que se construyó alrededor del monumento ecuestre de
Carlos IV en 1796. Nótese que en realidad la estrechez de la
plaza era la misma de 1793, dado que el Mercado del Parián aún
estaba ubicado en el costado izquierdo y aunque el balaustrado
de la plaza, pareciera tener forma circular, en realidad era
de forma elíptica.
Véase plano alusivo. Esta hermosa estampa fue grabada en 1797
por José Joaquín Fabregat, en base a un dibujo de Rafael
Jimeno y Planes, precisamente para conmemorar la inauguración
de la plaza y de la estatua provisional. La estatua ecuestre
definitiva fue colocada en 1803 y permaneció en ese sitio
hasta el año de 1823. Conoce la historia de la estatua de
Carlos IV, El Caballito, en este mismo sitio,
oprime aquí
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Entrada al Zócalo del Ejército Trigarante en 1821
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Previo a la llegada al Zócalo, el
Ejército Trigarante encabezado por los generales Agustín de
Iturbide y Vicente Guerrero, había
realizado su entrada triunfal a los linderos de la Ciudad de
México,
pasando victorioso a través de la Garita de Belén. Véase el
arco del fondo. La imagen
mostrada, enviada por don Julio Romo Michaud, registra
ese emocionante y significativo momento.
Oprima
aquí para ver
la imagen ampliada con nombres, descripciones y ligas a
biografías de los personajes.
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Nota del Autor:
Cuando en septiembre 2004 imaginé que valdría la pena
mostrar algunas imágenes que nos pudiesen mostrar de que
manera había evolucionado con el tiempo, nuestra más
importante y simbólica plaza, El Zócalo, es natural que
muy poco sabía de la historia de dicho sitio. Recordaba
mis propias vivencias a partir de 1948, pero en verdad
desconocía todo su pasado. Que tanto podría aportar un
"técnico al servicio de la patria", que toda su vida se
la había pasado entre planos eléctricos y números, era
natural que muy poco. Sin embargo 4 años después estas
páginas relacionadas con el Zócalo capitalino, son ahora
muy visitadas y muchas además las aportaciones de
conocimientos que he podido recibir en ese lapso.
Hoy sin embargo, el 25 de enero de 2009, me siento
complacido de integrar esta nueva versión de lo que
ahora (con lo poco aprendido) puedo asegurar fue el
momento más sublime que pudo vivir nuestra gran Plaza
Mayor, nuestro Zócalo, el 27 de septiembre de 1821,
momento de paz que en realidad marcó el inicio del
México Independiente que hoy vivimos, pero que por
razones que yo desconozco, nunca celebramos.
Se trató del simbólico momento en que nuestro glorioso
Ejército Trigarante, volvió a pisar la tierra de
nuestros orígenes, los linderos de lo que alguna vez fue
el Recinto Ceremonial de la Gran Tenochtitlan, después
de 300 años de dominación y esclavitud.
Momentos que considero son muy dignos de ser recordados
y conocidos por nuestros jóvenes, después de todo y al
final, no se derramó una sola gota de sangre, todas las
partes tuvieron la conciencia y el valor de saber
negociar sus posiciones y a cambio de ello pudimos
liberarnos del yugo de la conquista.
¡Un día de gloria dentro de nuestro tortuoso y
complicado pasado histórico, un día ejemplar digno de
ser imitado en el presente y en el futuro!
¡El día de México! ¡Bravo México! Así te queremos
ver ...siempre unido |
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Después de más de 10
años de enfrentamientos entre las fuerzas Realistas y las
Insurgentes, el coronel
Agustín de Iturbide, que al mando de su ejército
había derrotado a Morelos, aceptó en 1821 encabezar la
Comandancia del Sur. En tales circunstancias y ante la
imposibilidad de derrotar el pequeño ejército que comandaba Vicente Guerrero,
experto conocedor de la sierra; vio la
ocasión para realizar un plan que unificara ambas fuerzas. Su
idea era convencer a Vicente Guerrero del plan que tenía y que
consideraba que era el camino adecuado para lograr la
Independencia, sin mayor derramamiento de sangre. El 24 de
febrero de 1821 finalmente pudo suscribirse dicho plan
denominado
Plan de Iguala y lo proclamó pública y solemnemente el
día 2 de marzo del mismo año en la ciudad referida.. Los tres principios fundamentales
de dicho plan fueron: Religión Católica, Unión e
Independencia. Por tal motivo la bandera que ondeó por primera
vez y que fue origen de la actual, era tricolor y por lo mismo
trigarante, o de las tres garantías, como también se le llamó.
El color blanco garantizó la Religión Católica, el color rojo
la Unión y el color verde la Independencia.
Si buscas
una versión más amplia de la historia referente a la Entrada del Ejército Trigarante al Zócalo,
oprime aquí |
El Ejército Trigarante, como se le llamó
por las mismas razones, estaba formado inicialmente por apenas 2,500
hombres, comparado con los 80,000 del
Ejército Realista. Al difundirse el plan por toda la Nueva
España,
muchos grupos militares, tanto realistas como insurgentes se
fueron acogiendo al Plan de Iguala y el poder del nuevo
ejército se hizo patente.
Afortunadamente el 30 de julio de 1821
desembarcó en Veracruz don Juan O´Donojú, nombrado nuevo
Virrey de la Nueva España, por lo que Iturbide decidió
buscarlo y logró entrevistarse con él en la ciudad de Córdoba,
Veracruz. Allí, O´Donojú constató la popularidad de
Iturbide y pensó que sería imposible impedir la consumación de
la Independencia, por lo que accedió a firmar los
Tratados de Córdoba, que confirmaron el Plan de Iguala,
reconociendo la Independencia de México el 24 de agosto de
1821. El 27 de
septiembre de 1821 entró a México el Ejército Trigarante
encabezado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, que
incorporaba a la mayor fuerza armada que jamás hubiera
desfilado en la Ciudad de México: el Ejército Trigarante que
estaba formado por un poco más de
16,000 hombres de distintas regiones del país.
En ese preciso momento se confirmó y se consumó la independencia de una gran
nación. México recuperaba su libertad después de 300 años de
dominio español. No cabe duda, ¡debió de ser un gran día!
La primera puerta de entrada del orgulloso ejército mexicano
fue una de las diversas garitas que rodeaban la ciudad, en
este caso la historia nos narra que fue la Garita de Belén.
Pero pienso que será mejor insertar unos párrafos del relato
que hizo el genial escritor, intelectual y militar
don Vicente Rivapalacio, en un pequeño capítulo de su obra
"El Libro Rojo" en que participó como coautor
don Manuel Payno: |
«...El sol avanzaba lentamente; y llena de
impaciencia esperaba la muchedumbre el momento de la entrada
del ejército trigarante. Por fin, un grito de alegría se
escuchó en la garita de Belén, y aquel grito, repetido por más
de cien mil voces, anunció hasta los barrios más lejanos que
las huestes de la independencia pisaban ya la ciudad
conquistada por Hernán Cortés el 13 de agosto de 1521.
1521, 1821. ¡Trescientos años de dominación y
de esclavitud!
A la cabeza del ejército libertador marchaba un
hombre, que era en aquellos momentos objeto de las más
entusiastas y ardientes ovaciones. Aquel hombre era el
libertador don Agustín Iturbide.
Iturbide tenía una arrogante figura, elevada talla, frente
despejada, serena y espaciosa, ojos azules de mirar
penetrante, regía con diestra mano un soberbio caballo prieto
que se encabritaba con orgullo bajo el peso de su noble
jinete, y que llevaba ricos jaeces y montura guarnecidos de
oro y de diamantes. El traje de Iturbide era por demás
modesto; botas de montar, calzón de paño blanco, chaleco
cerrado, del mismo paño, una casaca redonda de color de
avellana, y un sombrero montado, con tres bellas plumas con
los colores de la bandera nacional.
|
Todos recordamos haber aprendido en la escuela acerca de aquel
famoso Ejército Trigarante que sin disparar sus armas, ni
derramar más sangre de mexicanos, pudo entrar de manera
triunfal a la Ciudad de México. Sin embargo contrario de lo
que sucede con otros héroes de nuestra Independencia, poco
supimos de ellos. La información es escasa y en la ciudad no
existen marcas, ni placas que nos indiquen o nos recuerden de
aquellos sublimes momentos de la Consumación de nuestra
Independencia Nacional.
Analizando un viejo plano de la ciudad de 1864, pude localizar
el sitio exacto en donde se encontraba la Garita de Belén.
Después de todo es un sitio histórico por varias razones. Por
allí entró también de manera triunfal don Benito Juárez al
retornar a la ciudad en 1867 y en ese sitio
se libró una de las batallas de la injusta
guerra con los Estados Unidos en 1847.
Pero allí, en la confluencia de la Avenida Bucareli con la
Avenida Chapultepec, el 27 de septiembre de 1821, por primera
vez y después de 300 años, tuvimos el gran orgullo de recuperar aquel
territorio que Hernán Cortés había conquistado en 1521.
No es muy difícil determinar el camino que siguieron con rumbo
al principal arco de triunfo que les fue construido, para seguir
después rumbo al Zócalo y pasar triunfalmente frente al
Palacio Virreinal. Enseguida pueden ver la ruta marcada en
amarillo, sobre el plano de 1864. Los nombres de las calles que
se muestran son actuales para fácil identificación.
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En este mapa se muestra en color amarillo la ruta triunfal
del Ejército Trigarante que el 27 de septiembre de 1821,
recorrió las calles de la Ciudad de México. Los nombres
antiguos de las calles son los siguientes: tras del paso de la
Garita de Belén tomaron lo que se conocía entonces como Paseo
Nuevo o Paseo de Bucareli, hoy avenida del mismo nombre y en
cuya glorieta se encuentra ahora el Reloj Chino. Al llegar a la
Glorieta del Caballito de Sebastián en la actualidad, dieron
vuelta a la derecha para recorrer rumbo a la Alameda las
calles que entonces se llamaban calle del Calvario y calle de Chorpus Christi, en lo que hoy es Av. Juárez. Tras de un
recibimiento previo en el cruce de las antiguas calles de Santa.
Isabel con San Francisco, hoy Eje Central y Madero,
continuaron por San Francisco y Plateros, hoy Av. Madero, hasta
desembocar a la Plaza Mayor. Penetrando entre la Catedral y el
mercado del Parián llegaron hasta la plazoleta oval que tenía la
estatua de Carlos IV, y cruzaron después frente al
Palacio Virreinal ante la algarabía y los gritos de
júbilo de la multitud que los esperaba.
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Uno de los momentos mas
gloriosos de nuestra historia lo representa la fecha de la
Consumación de la Independencia el día 27 de septiembre de
1821, en la que el pueblo mexicano entusiasmado dio la
bienvenida al ejército triunfador, entre gritos, música,
estallido de cohetes y el frenético repicar de las campanas de
Catedral. En esta imagen se muestra el arco triunfal
construido en el centro de la ciudad, precisamente al inicio
de la calle de San Francisco, hoy Madero, donde se realizó la
ceremonia oficial de bienvenida organizada por el Ayuntamiento
de la ciudad, para después darles paso a
las fuerzas del Ejército Trigarante encabezado por Agustín de Iturbide
y Vicente Guerrero, en su trayecto hacia la Plaza
Mayor. El edificio del lado derecho, donde aparece gente
asomada a los balcones es la famosa Casa de los Azulejos, hoy
Sanborns, y del lado izquierdo se aprecia parte del Ex Convento de
San Francisco. La vista hacia el fondo es con dirección a La
Alameda. Oprima sobre la imagen para verla ampliada.
Al llegar al sitio
mostrado en la imagen anterior, el contingente realizó una
parada y don Agustín de Iturbide desmontó su caballo para
recibir el beneplácito de las autoridades municipales.
don
Carlos María Bustamante lo narra así:
«...Enfrente
del convento de S. Francisco encontró al ayuntamiento,
echó pie á tierra, y recibió juntamente con los plácemes
una grande llave de oro en una fuente de plata, por
medio de uno de los cuatro maceros, que le entregó el
alcalde ordinario mas antiguo, y coronel D. Ignacio
Ornaechea, como órgano de los votos del pueblo Mexicano,
que sin cesar lo aplaudia y victoreaba. Devolviósela
Iturbide diciéndole: Que quedaba en buena mano, y le dió
gracias por los servicios que habia prestado la
municipalidad en la lid de la independencia. Continuó su
marcha á caballo por estar lastimado de una pierna, y en
la plaza mayor se redobló el victoréo y la grita...
» |
"La Gaceta" diario del
México independiente, describió las palabras que Iturbide
pronunció cuando tuvo a bien devolver las "llaves de la
ciudad" al alcalde Ornaechea:
«...Estas llaves
(...) lo son de puertas que únicamente deben estar
cerradas para la irreligión, la desunión y el
despotismo, como abiertas deben estar a todo lo que
pueda hacer la felicidad común. Las devuelvo a
Vuecencia, fiado en que su celo promoverá el bien
público que representa...
» |
Terminada la ceremonia,
el contingente reanudó su camino con rumbo al sitio de mayor
simbolismo para los mexicanos: La Plaza Mayor, ¡el centro de la
Gran Tenochtitlan!
El General
Vicente Rivapalacio Guerrero, nieto de Vicente Guerrero
describe ese glorioso acontecimiento de manera por demás
emotiva, con las siguientes
palabras:
«...Al
descubrir al libertador el pueblo sintió una embriaguez de
entusiasmo. Los gritos atronaban el aire y se mezclaban en
concierto con los ecos de las músicas, con los repiques de las
campanas, con el estallido de los cohetes y con el ronco bramido
de los cañones...
Iturbide
atravesaba por el centro de la ciudad para llegar hasta el
palacio; su caballo pisaba sobre una espesa alfombra de rosas, y
una verdadera lluvia de coronas, de ramos, y de flores caía
sobre su cabeza y sobre las de sus soldados.
Las señoras desde los balcones regaban el camino de aquel
ejército, con perfumes, y arrojaban hasta sus pañuelos y sus
joyas; los padres y las madres levantaban en sus brazos a los
niños y les mostraban al libertador, y lágrimas de placer y de
entusiasmo corrían por todas las mejillas.
Las más elegantes damas, las jóvenes más bellas y más
circunspectas se arrojaban a coronar a los soldados rasos y a
abrazarlos; los hombres, aunque no se hubieran visto jamás,
aunque fueran enemigos, se encontraban en la calle y se
abrazaban y lloraban.
Aquella era una locura sublime, conmovedora;
aquel era el santo vértigo del patriotismo. Por eso será eterno
entre los mexicanos el recuerdo del 27 de septiembre de 1821,
y no
habrá uno solo de los que tuvieron la dicha de presenciar esa
memorable escena, que no sienta que se anuda su garganta y que
sus ojos se llenan de lágrimas al escuchar esta pálida
descripción, hija de las tradiciones de nuestros padres, y
nacida sólo al fuego del amor de la patria.
Aquel fue el apoteosis del libertador Iturbide..
»
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Cuando presentamos en este sitio, un resumen
relacionado con la historia y sitios que ocupó la estatua de
Carlos IV, que muchos reconocemos mejor como
El Caballito,
localicé unos párrafos escritos por don Enrique Salazar Hijar y Haro en los cuales mencionaba que en esta fecha
gloriosa, fue necesario cubrir la estatua ecuestre de Carlos
IV mediante una esfera de madera
en color azul, que tenía por objeto protegerla de la multitud
que habría de llegar hasta la Plaza Mayor, sitio en donde se
encontraba en 1821. Por tratarse de la
estatua de un rey español se temía que fuera destruida por la
gente que habría de celebrar la entrada triunfal de Iturbide,
lo cual no habría sido de tanta prioridad, a no ser porque se trataba
de una verdadera obra de arte del escultor Manuel Tolsá. Sin
embargo, no fue hasta hace poco tiempo y dado que su libro
"Los Trotes del Caballito" se encuentra agotado, que pude
saber un poco más acerca de aquel globo azul, al localizar en internet un importante párrafo que dice: "Para tales fines,
el globo azul que escondía al Caballito fue cubierto con un
templete semicircular con trono y solio, cuyo techo sostenido
por 12 columnas de orden corintio, lucia en la parte superior
8 esculturas de santos".
En esta página había mostrado una supuesta recreación del
globo azul, pero ahora el párrafo anterior me hacía ver que no
se trataba solamente de un globo que lo cubría, sino de un
templete bastante complicado de imaginar y poder reproducir.
Por fortuna la
Secretaría de Gobernación mostró recientemente
en una de sus páginas, una imagen de autor anónimo, que
reproduce el momento y el famoso templete que sirvió para
ocultar al Caballito. En la imagen que sigue, muestro de que
manera fue protegida tan valiosa obra de arte de los embates
de la multitud que celebraba. |
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Esta imagen es una
recreación lograda a partir de varias otras imágenes que se
muestran al calce.
Aunque no es perfecta y mucho menos real, creo que da mejor
idea de la entrada triunfal del Ejército Trigarante a la
Plaza Mayor, tras
de haber recorrido la calle de San Francisco, hoy avenida
Madero. La escena recreada tiene un simbolismo muy especial,
pues muestra el momento en que Iturbide y sus huestes pasan a
un costado de la Catedral, que representa el lindero sur del
Recinto Ceremonial de la Gran Tenochtitlan y a la vez el sitio
en que se encontraba la Piedra del Sol, entonces recargada en
una de la torres de Catedral. Al fondo
se observa el edificio del hoy conocido Monte de Piedad y que
marcaba el sitio donde estuvo el Palacio
de Atzayacatl, en el que Hernán Cortés con sus hombres se
alojaron durante la conquista.
Para proteger la valiosa escultura ecuestre del Rey Carlos IV
de los embates de la multitud, se narra que fue confinada dentro de un
globo azul y en su entorno quedó montado un templete
semicircular que sostenía el techo mediante doce columnas. En
la imagen normal se observa la estatua tal como existía al centro de
la plaza oval, frente al Palacio Virreinal, pero si se hace
pasar el puntero del mouse sobre la imagen, entonces se
podrá observar como fue protegida mediante el templete
mencionado arriba. Como se comenta con más detalle en la
página dedicada al
Caballito,
para esa fecha de 1821
todavía se encontraba en la Plaza Mayor, pero en 1822 la estatua referida fue trasladada al claustro de la
Universidad, cercano a la Plaza del Volador para su protección.
Para ver una imagen ampliada que muestra la Plaza Mayor y la
estatua de Carlos IV, en esa
época
oprima aquí
|
Iturbide y su ejército pasando por un costado del Palacio
Virreinal el 27 de septiembre de 1821 y a punto de llegar a
las puertas del palacio, en donde fue recibido por Juan
O'Donojú
Desde allí observó el paso de los 16,000 hombres que formaban
el gran Ejército Trigarante.
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En la imagen anterior aparecen Iturbide y el contingente
de avanzada a punto de llegar a las puertas del Palacio
Virreinal, que entonces solo contaba con dos niveles. En ese
lugar descendió de su caballo y fue recibido por
Juan de O'Donojú, ya
no en carácter de virrey que nunca asumió, sino como
parte de la Junta de Gobierno que quedaba instalada a partir
de ese día.
Ambos entraron al palacio y después ocuparon el balcón
principal para observar el paso de los diversos
contingentes armados, que habían llegado procedentes de todas
las regiones del naciente país.
don Carlos
María Bustamante, que peleó en la Guerra de
Independencia al lado de Morelos, que fue un político
prestigiado y perseguido y que además pudo escribir la
historia de la lucha insurgente,
prácticamente de primera mano; nos narra
este luminoso día de la siguiente manera:
«... Llegó el mas
fausto y memorable día que pudiera ver la nación
Mexicana, y muy diverso del malhadado ocho de noviembre
de 1519, en que se presentaron por primera vez las
huestes españolas, Tlaxcaltecas y Zempoaltecas, para
reducir á servidumbre el imperio de México. El sol
despidió sus lumbres con mayor esplendor y brillantez
que solía, para alegrar este suelo marchito, alejando
las tinieblas, inseparables compañeras de la
servidumbre. Las sombras de los antiguos Emperadores
mexicanos parece que salieron de sus tumbas del real
panteón de Chapultepec para preceder al ejército de los
libertadores de sus nietos, recreándose con su vista,
así como los cautivos que en sus mazmorras ven trozadas
de repente sus cadenas por una prepotente y generosa
mano. Mas yo me extravío de mi relación, que debe ser
sencilla y modesta.... Sin embargo, permítase á un
hombre que ha apurado el cáliz de la amargura por
espacio de treinta años, y que también ha gemido en la
estrechez de un calabozo, que conviniéndome á este astro
benéfico le diga.... Sí, día hermoso, yo te saludo, y al
pasar del tiempo á la eternidad, sea tu memoria la única
que me haga sentir la separación de este suelo, empapado
en la sangre de mis conciudadanos, por obtener el
triunfo mas cumplido que consumaron en este día.
Ah¡ Jamás, jamás te apartes de su memoria, para que aprecien, como deben,
el inefable bien que hoy recibieron, y estimen este
tesoro en toda su valía. Iturbide aumentó este gozo,
cuando hoy mismo dijo á sus compatriotas ...
« ¡Mexicanos! Ya estáis en el caso de saludar á la
Patria independiente, como os anuncié en Iguala. Ya
recorrí el inmenso espacio que hay desde la esclavitud á
la libertad, y toqué los diversos resortes para que todo
Americano enseñase su opinión escondida; porque en unos
se disipó el temor que los contenía; en otros se moderó
ia malicia de sus juicios, y en todos se consolidaron
las ideas. Ya me veis en la capital del imperio mas
opulento, sin dejar atrás ni arroyos de sangre, ni
campos talados, ni viudas desconsoladas, ni desgraciados
hijos que llenen de execración al asesino de sus padres.
Por el contrario, recorridas quedan las principales
provincias de este reino, y todas uniformadas en la
celebridad han dirigido al ejército trigarante vivas
expresivos, y al cielo votos de gratitud. Estas
demostraciones daban á mi alma un placer inefable, y
compensaban con demasía los afanes, las privaciones, y
la desnudez de los soldados, siempre alegres,
constantes, y valientes.... Ya sabéis el modo de ser
libres, á vosotros toca señalar el de ser felices.
»
... Poco antes de
que empezara á entrar el ejército,
O-Donojú
se trasladó de su casa á palacio, donde recibió á
Iturbide acompañado de todas las corporaciones. Ambos se
colocaron en el balcón principal á ver pasar el
ejército, y luego se trasladaron á la Catedral, donde el
Sr. Arzobispo Ponte entonó el Te Deum, que duró hasta
cerca de las tres de la tarde , sin qua cesaran en todo
el día las salvas de artillería.
En Catedral se le
recibió al Sr. Iturbide bajo de palio, que mandó
retirar; este fue el primer acto posesorio del Patronato
de honor que recibió en la Iglesia Mexicana. Concluida
esta función se retiró la comitiva a palacio, donde el
ayuntamiento previno mesa, y refresco para la noche
á que asistieron las principales personas de México, y
lo mismo al paseo de la tarde ...» |
Y así
transcurrió aquel luminoso día, quizás haya sido el más
dichoso jamás vivido, el día en que todas las clases
sociales, sin distinción, pobres y ricos, mexicanos, criollos
y españoles, militares y civiles, viejos y jóvenes, se
reunieron para dar la gran bienvenida a los hombres que habían
luchado por sus ideales, pero que al final entendieron que el
único ideal que en realidad valía la pena lograr, lo era era
el de la unión y la paz de su propia patria, el suelo en donde
todos vivían y en donde podrían convivir como iguales.
Ese gran día todos ellos se abrazaron, se dieron la mano y
pudieron llorar de alegría..
Sin embargo, Iturbide sabía que
aquello apenas era el principio de un arduo camino y les había
dicho en su discurso de Catedral:.
"¡Ya sabéis el modo de ser libres; a vosotros toca señalar
el ser felices!".
El día
se fue y al final llegó la noche,
las
casas iluminadas reflejaban aquella explosión de de luz y de
color. La gente permaneció en las calles y plazas que lucían
alegres y pletóricas de dicha y alegría, iluminadas apenas con
la luz tenue de los pocos faroles que existían. Todos querían
volver a saludar al Libertador Iturbide y lo esperaron a su
salida de palacio con rumbo al teatro. En su camino fue
nuevamente aclamado y vitoreado por la multitud que no deseaba
que la dicha de aquel día pudiese terminar ...
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Apenas unos años después
de haberse logrado la independencia nacional,
se suscitaron
varias rebeliones como la ocurrida el 30 de noviembre de
1828, con el pronunciamiento en el Cuartel de la
Ex-Acordada, del General José María Lobato que impugnaba la
elección del General Manuel Gómez Pedraza. Sus tropas se apoderaron
del Palacio Nacional, pero Gómez Pedraza decidió renunciar, lo que
provocó en respuesta un motín que derivó en el incendio y saqueo del mercado del Parián.
Del lado izquierdo de la imagen aparece el Palacio Nacional y a la derecha
la Cruz de Mañozca y parte de los 124 postes y 125 cadenas que
rodeaban el atrio de la Catedral Metropolitana. También se
aprecia una esquina del Sagrario
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En el mes de agosto de 1828 se realizan elecciones
presidenciales con la participación de tres candidatos: el
general Manuel Gómez Pedraza que ocupaba el cargo de Ministro
de Guerra y Marina en el gobierno en turno de don Guadalupe
Victoria; el general Anastacio Bustamante que era un
antiguo trigarante y
continuador de la obra de Agustín de Iturbide, y Vicente
Guerrero héroe de la Independencia apoyado por las
clases populares y con tendencias a implantar en México
las ideas masónicas yorkinas. En una elección directa el
seguro ganador habría sido Guerrero, pero la Constitución
vigente disponía que el presidente fuera electo por las
legislaciones de los estados. De esta manera el ganador de la
elección fue Gómez Pedraza, pero el primero en impugnarla fue
Antonio López de Santa Anna, que desde Jalapa, Veracruz se
pronuncia en favor de Vicente Guerrero y se levanta en armas,
con apenas un puñado de hombres.
Aún cuando Santa Anna tiene poco éxito con su aventura
revolucionaria, para el 30 de noviembre de 1828, un poco antes
de la toma de posesión del Gral. Manuel Gómez Pedraza, estalla
en la Ciudad de México, el que se conoce como Pronunciamiento
o Motín de la Ex Acordada. El
General José María Lobato al mando de un grupo militar
destacado en el cuartel de la Cárcel de la Ex Acordada, se
apodera del Palacio Nacional y ante tal situación el Gral.
Gómez Pedraza opta por renunciar al cargo y abandonar el país,
con rumbo a Europa.
Tras la confusión que produce la renuncia de Gómez Pedraza, el
Gral. Lobato pierde el control de sus tropas que junto con la
turba se amotinan y realizan el saqueo e incendio del mercado
del Parián, que llevó a la muerte a muchos de los comerciantes
españoles de ese lugar.
Vicente Guerrero finalmente recibe
el poder ejecutivo de manos de Guadalupe Victoria, primer
Presidente de México, una vez que el Congreso decide anular
las elecciones en las que había resultado vencedor Manuel
Gómez Pedraza.
La cárcel y el Tribunal de
la Acordada que dio nombre a estos sangrientos sucesos, estuvieron ubicados en lo que actualmente es la Av. Juárez,
entre las calles de Balderas y Humboldt. El Tribunal de
la Acordada o también denominado Tribunal de la Santa
Hermandad; era comandado por un Juez o Capitán y una serie de
colaboradores cuya característica elemental era que
funcionaban “por acuerdo de la Real Audiencia”. Inició sus
labores por el año de 1722 y operó hasta el año de 1812,
sin embargo la cárcel continuó en funciones hasta
el año de 1862.
El curioso nombre
de este tribunal, procede de que su establecimiento fue “una
providencia acordada”, aprobada por la corte el 22 de
Mayo de 1722.
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Esta es una vista trasera del Mercado del Parián, a la
izquierda, en la época referida arriba en que fue saqueado por
la multitud enardecida. Del lado derecho aparecen las Casas
del Cabildo (hoy edificio viejo del Gobierno del D.F.) y al
fondo se aprecia el Palacio Nacional.
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La Cárcel y
el Tribunal de la Acordada que dio nombre a estos
sangrientos sucesos, estuvieron ubicados en lo que
actualmente es la Av. Juárez, entre las calles de Balderas y
Humboldt.
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Esta imagen tiene su
origen en un daguerrotipo de la Catedral que se dice fue
obtenida en 1840 por el grabador francés Jean Prelier. La
imagen que muestro fue ligeramente retocada para poder
apreciar ambas torres de la Catedral, dado que el
procedimiento de la daguerrotipia oscurecía las esquinas. De
igual manera la vista original se encuentra invertida, pues
muestra el mercado del Parían al lado derecho y debe ser tal
como aparece aquí. Véanse las dos imágenes anteriores, en
donde también se aprecia dicho mercado. Esta podría ser la más
antigua reproducción real que exista de la
Plaza Mayor capitalina, en este caso obtenida mediante un
daguerrotipo. Por otra parte, también debe de ser la
única y a la vez última foto del Mercado del Parián, que por
orden del Gral. López de Santa Anna fue demolido en 1843.
Si bien hasta antes de
1839 la única forma de conocer las formas y los detalles de
las múltiples bellezas y edificios de nuestra Patria era a
través del pincel, de la pluma o del lápiz de artistas tan
connotados como Casimiro Castro, Carl Nebel o Pietro Gualdi,
sólo por mencionar algunos de ellos, la verdad es que siempre
podría existir la duda cuan fiel podría haber sido la
reproducción lograda por ellos. Hoy sabemos, que al menos en
el caso de los artistas que he mencionado, sus obras fueron
excepcionalmente precisas, conservando el detalle, la
perspectiva y sobre todo las proporciones, por lo cual todos
sus trabajos se convirtieron en verdaderas obras de arte..
Pero fue precisamente en 1840 cuando se calcula que la imagen
de la Catedral Metropolitana, que se muestra arriba, fue
reproducida a través del proceso de la daguerrotipia, que fue
el precursor de otros procesos posteriores hasta llegar
finalmente a la fotografía de nuestros días.
Se cree que el daguerrotipo de la Catedral fue realizado por
Jean Prellier Dudoille, un grabador francés que vivió en la
Ciudad de México, y que habría arribado a Veracruz en 1839. En
un periódico de la época del cual no tengo el nombre, se
publicó el 21 de enero de1840 una nota relatando que Prellier habría hecho una demostración pública del proceso de
daguerrotipia, captando varias imágenes de la Catedral
Metropolitana y otros lugares cercanos. Por tal razón, es muy posible que la imagen
mostrada sea de
principios del año 1840 y por lo mismo la primera reproducción
real de un edificio mexicano, en este caso mediante la
obtención de un daguerrotipo. Esta imagen formó parte de la
Colección Cramer y actualmente se exhibe aquí por cortesía de
George Eastman House
Además de Jean Prellier, con el paso del tiempo los procesos
fotográficos fueron evolucionando y muchos otros fotógrafos
llegaron o nacieron en México y pudieron
tomar cientos de imágenes, que dejaron plasmados no solamente
los edificios, sino los paisajes, los personajes de la época,
las acciones de guerra y
las clásicas fotos típicas de los pobladores de distintas
regiones del país y sus costumbres.
Solo como una referencia a continuación relaciono: los nombres
de los fotógrafos que bien pueden considerarse los precursores
de nuestra historia gráfica:
John Lloyds Stephens, (1805-1852)
En el año de 1841 encabeza
una expedición arqueológica al sureste mexicano, en la que por
primera vez reproduce en
daguerrotipo algunas imágenes de los templos mayas de Uxmal.
Jhosep-Désiré Charnay, (1829-1915) Nacido en Francia, en 1857 e inspirado por los descubrimientos de Stephens, viaja a
México con más de 1800 kilogramos de equipaje y arriba al
puerto de Veracruz, en una época por demás complicada por la
Guerra de Reforma. Sin embargo, lo que resulta de interés para
nosotros es saber que Charnay toma varias fotografías de los
edificios existentes en el Zócalo y otros puntos de la ciudad,
muy probablemente en el año de 1858. Entre ellas la de
Catedral que aparece abajo y otra muy interesante de
Palacio Nacional. Estas imágenes fotográficas podrían ser la
primeras que fueron obtenidas tras de la evolución del
daguerrotipo.
Julio A. Michaud. (1832-1900) Fue un empresario francés que hacia 1837 estableció en
México un negocio dedicado a productos importados para
artistas y artículos de decoración. Más tarde abrió un taller
litográfico desde el que difundió el arte de la estampa. Con
el advenimiento de la fotografía en México, y ya en sociedad
con su hijo Julio Alfredo, instalan además un departamento de
fotografía. Sin duda uno de sus grandes méritos fue haber
editado, en 1860 el Álbum Fotográfico Mexicano, primera
publicación de fotografía producida en México, con imágenes de Désiré Charnay y comentarios del historiador Manuel Orozco y
Berra.
La colección fotográfica Julio Michaud, que resguarda el
Archivo Fotográfico Manuel Toussaint del Instituto de
Investigaciones Estéticas de la UNAM, consta de 81 albúminas,
y son un importante testimonio de su obra y del pasado
de la ciudad de México
François
Aubert, (1829-1906) fotógrafo francés, llegó a México en
1864, tuvo su estudio en la segunda Calle de San Francisco y
llegó a ser el fotógrafo preferido de Maximiliano, además de
fotos de la corte imperial y de los edificios de la época,
tomó fotografías en Querétaro durante el juicio y fusilamiento
de Maximiliano.
Abel Briquet, (cuyo nombre correcto y completo es:
Alfred de Saint Ange Briquet) fue un fotógrafo francés que llegó a México en
1876 contratado para tomar fotografías del Ferrocarril México
Veracruz construido en esa época. Tiempo después Porfirio Díaz
contrató sus servicios para realizar un álbum denominado
Vistas Mexicanas que corresponden al período
1880-1895.
Charles B. Waite, (1860-1929) fotógrafo norteamericano,
llegó a México en los últimos años del siglo XIX y se dedicó a
recorrer todo su territorio, siendo de su especial interés
plasmar las imágenes de su gente y sus costumbres. Su archivo
fotográfico de más de 3500 negativos es propiedad del Archivo
General de la Nación y se encuentra resguardado (pero no el
línea) en la Fototeca de Pachuca, Hgo.
William Henry Jackson , (1843-1942) fotógrafo
norteamericano que se especializó en fotografías del medio
oeste de Estados Unidos y México. Su estancia en México se
estima entre 1883 y 1885, conservándose más de 90 fotos de
diversos edificios de la república. Su colección se conserva
en línea en
Brigham Young University
Agustín Victor Casasola, (1874-1938) fotógrafo mexicano
que comenzó trabajando como reportero de varios diarios, pero
su afición a la fotografía lo condujo a ilustrar sus artículos
con imágenes tomadas por el mismo. Tras la caída de Porfirio
Díaz en 1911, se convirtió en el cronista gráfico más
prominente de la Revolución Mexicana. Casasola rescató el
archivo gráfico del diario El Imparcial en 1917, que le
permitió publicar el Álbum Histórico Gráfico en 1921.
Después de la Revolución fue el fotógrafo personal de Álvaro
Obregón y de Plutarco Elías Calles. Su enorme archivo
fotográfico está bajo resguardo (no en línea) del INAH, en la
Fototeca de Pachuca, Hgo.
Hugo Breheme, (1882-1954) fotógrafo de origen alemán
que llegó a Veracruz en 1907. Para el año de 1910 se trasladó
a la Ciudad de México en donde tuvo un estudio y colaboró con
la Agencia Fotgráfica Mexicana de Casasola. Sus fotos
más importantes están relacionadas con la Decena Trágica de
1913 y la Intervención Norteamericana de 1914 en el puerto de
Veracruz. En el año de 1923 publicó su álbum principal
denominado México Pintoresco.
Manuel Alvarez Bravo, (1902-2002) Nacido en la Ciudad
de México, no se interesó en la fotografía hasta después de
conocer a Hugo Breheme en el año de 1923. Su extensa obra
abarca muy diversos aspectos de la época incluyendo temas
políticos y sociales. Parte de su obra se puede ver
aquí.
Ing. Salvador Toscano, (1872-1947)
Nacido en Guadalajara, le
tocó el mérito de ser uno de los pioneros mexicanos que
se aventuraron a operar una cámara cinematográfica y
convertirse en el primer fotógrafo y director del cine
mexicano. El trabajo que dejó plasmado en los miles de metros
de película filmados, abarca desde la época porfiriana hasta
la conclusión de la Revolución. A raíz de su muerte en 1947,
su hija Cármen Toscano utilizó mucho del material fílmico que
pudo recuperar para editar una película de largo metraje que
se exhibió en 1950 en el Cine Chapultepec (ahora Torre mayor)
de la Ciudad de México, con el nombre de Memorias de un
mexicano. El INAH le otorgó a este filme la calidad
de Monumento Histórico en 1967.
Sirvan estos breves párrafos para reconocer
el trabajo de estos hombres, que nos dejaron la historia
plasmada en imágenes y que ahora y gracias a ellos los que no
la vivimos podemos admirablemente conocer.
|
Esta imagen de Catedral fue plasmada por
Charnay en el año de 1858, es interesante observar que sobre
el cubo del reloj ahora ya se muestra una asta bandera e
igualmente que en el atrio se han construido jardineras y se
han plantado algunos árboles.
Los
postes y las cadenas que rodeaban el atrio y que aún se
apreciaban en la imagen de 1840, para esta fecha ya habían
desaparecido.
Oprima aquí para ver la imagen ampliada
|
Carl Nebel, fue un
artista alemán radicado en México que tuvo a bien plasmar en
sus obras varias imágenes relacionadas con las batallas del la
Guerra México-Estados Unidos de 1847. Sin embargo esta imagen
de su autoría, parece ser ligeramente anterior a esa fecha y
muestra la Plaza Mayor de la Ciudad de México una vez que fue
demolido el Mercado del Parián en 1843. Las proporciones y el
colorido son excelentes y muestra la Plaza Mayor en todo su
esplendor y magnitud, tras más de 148 años de estar invadida
por el edificio del insalubre mercado.
Véase más arriba un breve resumen del
mercado del Parián
Para el año de 1842, Antonio López de Santa Anna,
entonces presidente provisional, expide un bando mediante el cual se
ordena la demolición del edificio, entre otras razones por
considerar que:
«...la
deformidad del edificio llamado Parián, situado en la plaza
principal de esta capital, que tanto por su ninguna
arquitectura, cuanto por su mal calculada posición, impide y
afea del todo la belleza y
sorprendente vista que debe presentar dicha plaza principal
...»" |
La realidad
era, que López de
Santa Anna tenía en mente un proyecto para construir un magno
monumento a la Independencia en el centro de la plaza, pero
como veremos abajo este proyecto nunca se pudo llevar a feliz término.
El proyecto incluía como primera fase la demolición
del mercado del Parián e incluso utilizar parte del material
extraído para construir los cimientos del monumento y así de
cierta forma rememorar la acción de los conquistadores, que
utilizaron los materiales de las pirámides destruidas para
construir las bases de los templos y edificios.. La demolición
del mercado tuvo lugar en los últimos meses del año de 1843.
|
Primer monumento a la Independencia en la Plaza Mayor. |
|
Se dice que las
estampas de Pietro Gualdi fueron el modelo de las que
posteriormente publicaron Karl Nebel y Julio Michaud y que
además fue maestro de Casimiro Castro; la que arriba se
muestra es obra de Gualdi y
en ella se destaca, la gigantesca columna coronada, no
por un águila, sino por una figura alada, que Antonio López
de Santa Anna pretendía construir en lo que entonces se
denominaba Plaza Mayor
Oprime
aquí para ver la imagen en su tamaño original.
|
El Monumento a la
Independencia que el Gral. Antonio López de Santa Anna se
proponía construir en el centro de la Plaza Mayor, una vez
que fue demolido el Mercado del Parián, era una obra
fastuosa y exagerada. La estampa de Gualdi muestra una
columna incluso más alta que las torres de Catedral.
La época era de
gran inestabilidad política, sin embargo
por decreto de 27 de junio de 1843,
se convocó a un concurso para edificar el gran monumento el cual fue
ganado por un arquitecto francés de nombre Enrique Griffón; pero Santa Anna,
como era obvio lo rechazó y mandó hacer otro
concurso que ganó el arquitecto Lorenzo de La Hidalga. Este es el proyecto
que aparece en las imágenes de arriba y abajo de este texto.
En ambas destaca la gigantesca columna coronada no por un águila, sino
por una figura alada con las manos abiertas, símbolo de la
gloria.
El 16 de septiembre de 1843 se realiza una ceremonia para
colocar la primera piedra, pero se construye solamente la
base y el zócalo que serviría de sustento a la columna. Una
vez abandonada la construcción dicho zócalo fue el que
determinó el popular y actual nombre de la Plaza de la
Constitución.
|
Esta imagen es muy similar a la
anterior pero tiene mayor nitidez. Posiblemente el mismo Gualdi
sea el autor y la única
diferencia notable es que el Palacio Nacional modifica
su fachada principal, construyéndose un pórtico nuevo. A este
proyecto se le denominó Plaza Nueva de la Independencia,
mismo que nunca fue concluido. Esta imagen formó parte
del Album Fotográfico México Artístico y Pintoresco
publicado en 1849 por don Julio
A. Michaud y se exhibe aquí por cortesía de don Julio
Romo Michaud, tataranieto del autor, quién amablemente
nos envió un duplicado de dicho álbum completo.
Oprime aquí para ver imagen en su tamaño original.
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Un
monumento a Santa Anna en el Mercado del Volador
Croquis del monumento erigido a Santa Anna
en el mercado del Volador
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Gracias al grabador y
litógrafo Abraham López es que podemos tener una imagen de lo que fue el
monumento que personalmente decidió construirse el Gral. Antonio López de Santa Anna
y que estaba ubicado al centro de las construcciones del nuevo
Mercado del Volador.
Al terminar la demolición del Mercado del Parián, a fines de
1843 se iniciaron las obras para construir un nuevo mercado en
la Plaza del Volador (hoy Suprema Corte de justicia). El nuevo
mercado se inauguró el 18 de junio de 1844, cumpleaños
de Santa Anna e incluía el monumento mostrado, con una estatua
en bronce del General Santa Anna que con su brazo derecho
extendido y apuntaba hacia el norte (Texas)., aunque la gente
del pueblo afirmaba que apuntaba hacia la Casa de Moneda, que
se encontraba en la misma dirección. En el calendario de 1845
que Abraham López dedica a la reseña del monumento dedicado a
Santa Anna lo describe de la siguiente forma:
«...
La estatua estaba
situada en el centro del mercado, frente a un pórtico
sostenido por cuatro columnas de orden jónico y en la
fachada interior de él están los nichos de dos estatuas,
la una representa a la justicia y la otra a Mercurio.
Enfrente de este pórtico, mirando para el norte, está
levantada una columna de orden dórico y coronado su
capitel con la estatua de bronce del Exmo. Sr. D.
Antonio de Santa Anna … La construcción de la estatua
fue encargada a D. Salustiano Veza, español. Este señor
copió la cabeza del natural en tres horas. Procedió
después a disponer los trabajos convenientes para hacer
la estatua del tamaño proyectado y darle la actitud
correspondiente: a continuación mandó sacar una copia de
estos trabajos por el daguerrotipo; la presentó al Sr.
Presidente y fue de su aprobación. La fundición estuvo a
cargo de D. José López ...
» |
Poco tiempo disfrutó
Santa Anna de su estatua de bronce en el Mercado del Volador,
pues a fines de ese año, 1844, el pueblo enfurecido por
la Disolución del Congreso se
dirigió al
Panteón de Santa Paula y profanó el sepulcro en el
que se había depositado, con honores, la parte de la pierna amputada al
general. Una vez desenterrada fue arrastrada por la
multitud que finalmente hizo pedazos una estatua de yeso
que se encontraba a la entrada del Teatro Nacional, que entonces se
llamaba Teatro Santa Anna. Ante tal situación la estatua de
bronce del mercado, se dice que fue bajada de su pedestal y guardada en las
cocheras de Palacio Nacional, pero existe también otra versión.
En un documento del 7 de diciembre de 1844, que publica
Enrique Serna en su libro El Seductor de la Patria,
relata el Gral. Valentín Canalizo, quien era el presidente
provisional, de manera personal y con mucho detalle, los acontecimientos a que
me refiero. Aunque no es posible aquí reproducir el documento
completo, considero interesante conocer algunos párrafos del relato
que Canalizo hizo llegar al Gral. Santa Anna :
«...
La reacción del
enemigo por la Disolución del Congreso rebasó todas
nuestras expectativas, al punto que me encuentro preso y
una sentencia de muerte pende sobre mi cabeza. ...
no pude impedir que el día 4 su estatua del mercado
amaneciera con una soga al cuello y una caperuza de
ajusticiado ... La ruptura del orden desencadenó el
motín popular más pavoroso de cuantos tengo memoria. ...
De haber estado en México no se salva usted del
linchamiento. Al grito de "muera el cojo ladrón" y
"abajo el quince uñas", la multitud derribó su estatua
en la Plaza del Volador y la arrastró por las calles, lo
mismo que el busto de yeso erigido en la puerta del
teatro que lleva su nombre, del cual tomó su parte cada
lépero, teniendo a dicha poseer un fragmento. ... Tras
haber allanado el cementerio de Santa Paula, los más
osados profanaron el monumento de mármol en donde yacía
su pie amputado, sacaron el zancarrón de la urna
cineraria y lo pasearon en triunfo por las calles de la
ciudad, al son de un vocerío salvaje ...
» |
Santa Anna fue destituido de la presidencia y el Congreso
decidió enjuiciarlo junto con sus secretarios, lo que al final
condujo a su exilio en La Habana. |
George W. Kendall
corresponsal durante la Guerra México-Estados Unidos de 1847,
contrató a Carl Nebel para que le ilustrara un libro
relacionado con las batallas de tan injusta confrontación.
Nebel pintó entonces 12 láminas, de las cuales aquí se muestra
la que corresponde a la entrada de las fuerzas norteamericanas
a la Plaza Mayor, que ya para entonces empezaba a conocerse
como Zócalo. La imagen es muy similar a la mostrada arriba,
pero ya se aprecia aquí la bandera de Estados Unidos en el
asta principal de Palacio Nacional.
|
Este no es el lugar preciso para comentar
sobre la injusta Guerra entre México y los Estados Unidos de
Norteamérica, después de la cual nuestro país perdió lo que
ahora son los estados de California, Arizona y Nuevo México,
pero al menos podremos describir brevemente la situación
por la cual transitábamos.
Poca gente
era la que pagaba impuestos por lo que el gobierno no podía cubrir los gastos de
la administración y los pleitos internos entre mexicanos
colmaban el escenario nacional. Además las deudas contraídas y el
despilfarro del período de 1841-1844 de Antonio López de Santa Anna,
se reflejaban en la vida cotidiana y la inseguridad en que
vivía el pueblo mexicano en esos días. En el norte y en Yucatán los
indígenas,
asaltaban los poblados y las ciudades; y por si algo más
faltara, tras la estrepitosa derrota de San Jacinto en Texas
que permitió a sus pobladores convertirlo en un territorio
independiente, para 1845 decidieron unirse a los Estados Unidos de
América.
Este momento de nuestra historia que se reconoce como la
Anexión de Texas, exacerbó la ambición de nuestros vecinos y
se tomó como pretexto para declararle la guerra a México.
El límite de Texas era el río Nueces, pero los texanos dijeron
que su frontera llegaba hasta el río Bravo. Las protestas de
México no se hicieron esperar, pero los estadounidenses
ocuparon el territorio entre los dos ríos. Hubo
enfrentamientos entre soldados mexicanos y norteamericanos, y
con ese pretexto los norteamericanos declararon la guerra a
México. Tres ejércitos estadounidenses de manera simultánea
invadieron nuestro país, tomando el primero Matamoros y
Monterrey; el segundo ocupó Nuevo México y California y el
tercero desembarcó en Veracruz, atravesó ese estado y el de
Puebla, y puso sitio a la capital.
No hay nada trascendente que relatar salvo episodios aislados
de heroísmo y baste saber que tras del esperado fracaso de
Santa Anna en la batalla de La Angostura en febrero de 1847,
las fuerzas norteamericanas continuaron su avance inexorable
hacia el centro del país. En la batalla de Churubusco, en agosto
de 1847, el general Pedro María Anaya finalmente tuvo que
rendirse por falta de municiones.
|
|
Imagen de un calendario
publicado por el grabador y litógrafo Abraham López en 1848, donde
se muestra la salida de las carretas del ejército norteamericano que
son apedreadas por la multitud. A la derecha la Cruz de Mañozca y
las cadenas del atrio de
la Catedral Metropolitana y al fondo el Portal de Mercaderes y la
calle de Plateros, hoy Madero, por donde sale la columna de tropas,
que tras de un armisticio de dos días penetraron al centro de la
ciudad en busca de provisiones..
|
Ya expresamos antes que fue gracias al grabador y
litógrafo Abraham López que pudimos conocer un bosquejo del
monumento que mandó construirse el Gral. Antonio López de Santa Anna
en el mercado del Volador, pero también debo reconocer que gracias a
los relatos del mismo grabador que de manera interesante y explícita
conjugó María José Esparza Liberal, del Instituto de Investigaciones
Estéticas de la UNAM, en su trabajo denominado "Abraham López un
calendarista singular", es que hoy podemos reproducir aquí,
algunos episodios relacionados con la Plaza Mayor, nuestra actual
Plaza de la Constitución, durante la intervención
norteamericana de 1847.
Según relata Abraham López en su Décimo Calendario del año 1848,
tras las derrotas de Padierna y de Churubusco, se pactó un
armisticio temporal que provocó un incidente el 27 de agosto de
1847, cuando las tradicionales carretas tiradas por caballos que,
usaba entonces el ejército norteamericano, penetraron a la Plaza
Mayor en busca de víveres, tal como se aprecia con claridad en la imagen arriba
mostrada.
Abraham López describe con lujo de detalles el
desenlace de este acontecimiento poco conocido, que tuvo lugar antes
de que la ciudad cayera en manos del ejército invasor.
«...
Poco después de las
ocho y media, pasó el Viático por enfrente de los
carros, todos los mexicanos se hincaron menos los yankees, y vieron la estufa sorprendidos, con la mayor indiferencia
y, por último, no le hicieron ninguna reverencia. La gente pobre y
algunos clérigos empezaron a poner en movimiento a los concurrentes
y a maldecir públicamente a los yankees. Casi en seguida unos
muchachitos empezaron a tirarles unas pedraditas, a un cochero que
estaba junto a la cruz que está frente al Sagrario. El aspecto de
ese cochero era risible y enojado con esta clase de juguete, formaba
contraste que a todos divertía. Como a las nueve y media empezaron a
andar los carros en dirección a Plateros. Al octavo que pasaba por
enfrente de la torre que mira al Empedradillo, empezaron la
diversión antes dicha de los muchachos, después siguieron las
mujeres, continuó la plebe y acabó con tomar parte alguna gente
decente.
En ese momento decían que era una estrategia militar para tomar la
capital, permitida por el Gobierno. En ese instante se enfurece todo
el pueblo y acomete contra los carros. Todo era confusión, una
lluvia de pedradas era regalada a cada cochero. No pudiendo
resistirla, un cochero en las mulas, caía al suelo, para volver a su
asiento a que le desbarataran las costillas. La escolta no podía
contener el alboroto y la plebe acometió al mismo tiempo contra
ellos, gritando muera los yankees, muera el general Santa Anna por
traidor. La plaza contendría más de treinta mil personas
de ambos sexos, unas en observación y otras apedreando;
de manera que ya los últimos carros parecía nublarse el
sol, de la multitud de piedras que se les arrojaban. ”En
la primera calle de Plateros era el espectáculo más
horroroso y terrible. Un pobre cochero corriendo
enclavijaba las manos y gritaba: Mexicanos, soy
irlandés, soy cristiano y enseñaba un rosario gordo que
traía al cuello. Las piedras le llovían al infeliz, lo
tiran de las mulas, pasa su mismo carro sobre él; en
seguida, otro, entre los mayores tormentos, este
desgraciado dejó de vivir. A este tiempo aparece el
general D. Joaquín de Herrera, y se lanza en medio de
aquel torbellino, reprehende al pueblo, y les dice que
sean valientes en el campo de batalla pero que con el
indefenso sean humanos. Este hombre contuvo al momento
el desorden ...
» |
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Otra vista de la Plaza Mayor en 1847, tras la ocupación de las
fuerzas norteamericanas. Obsérvense los contingentes frente a
Palacio Nacional y la bandera norteamericana en el asta. La bandera
fue izada el 14 de septiembre de ese año a las 7:05 de la mañana y
permaneció allí hasta el 12 de junio de 1848. Al centro de la plaza
aparece una construcción circular, con una fuente, posiblemente los
vestigios del basamento del monumento a la Independencia que
pretendía construir Antonio López de Santa Anna y que quedó
inconcluso.
|
Al romperse la tregua pactada de manera temporal,
la desigual lucha continúa y las batallas de Molino del Rey y de Chapultepec se libraron del ocho al trece de septiembre de
1847. En esta última se batieron gloriosamente el general
Nicolás Bravo y el coronel Santiago Felipe Xicoténcatl, que
murió en la acción. También perdieron la vida seis de los
cadetes que estudiaban en el Colegio Militar, que conocemos
como los Niños Héores.
Al siguiente día Santa Anna se "retira" a la Villa de
Guadalupe, dejando completamente desprotegida la capital, por lo que
las fuerzas norteamericanas penetran de manera absoluta y definitiva
hasta la Plaza Mayor, símbolo de nuestra existencia como nación.
Nuevamente es Abraham López
quién nos relata con gran emotividad y amargura, la ocupación de las tropas
invasoras y la vergüenza simbolizada por la
presencia de la bandera de las barras y las estrellas, que fue izada
en el asta bandera principal de Palacio Nacional y en donde permaneció durante casi 9 meses.
«...
A este tiempo salen de en medio del cuadro formado por la
tropa en la plaza, ocho soldados custodiando una bandera grande,
avanzando hasta cerca donde están los cimientos de la pirámide,
revolean esta bandera y al mismo tiempo enarbolan en el asta del
Palacio el pabellón de los Estados Unidos, vi en ese momento
desgraciado mi reloj y eran las siete y cinco minutos de
la mañana. ...
El pueblo llegaba a tropel y abismado no creía lo que estaba
pasando. La multitud en medio de esta escena gritaba mueran los
yankees, muera Santa Anna por traidor.
Poco después, de las nueve de la mañana, por la calle de Plateros,
viene el general Scott, con un trozo de tropa de caballería y un
resto de infantería para el Palacio; sube al balcón principal y
arenga al pueblo, éste desprecia su discurso, y entre la multitud
sale un tiro de pistola, dirigido al general Scott; buscan algunos
soldados donde ha salido ese tiro, pero en vano, porque
desaparece entre el pueblo. En ese instante sale una voz
de entre la multitud y dice: la fuerza con las balas se
repele y no con triduos y novenas como hacen los ricos;
hermanos a las armas y con la velocidad del rayo, se oye
un fuego graneado por todas las partes y el pueblo
sostiene un ataque por todas las direcciones, treinta y
seis horas continuas, no puede aquietar esta alarma
general, ni haciendo uso de la artillería con mucha
frecuencia. Se estacionan multitud de guerrilleros
norteamericanos pero ni el cañón, ni el aspecto de los
soldados pueden contener la desesperación de un pueblo
que acababa de perder su libertad.
...
Al general Santa Anna no le
quedó otro arbitrio para que tomaran la capital sino
marchar con catorce mil hombres a distancia de una
legua, ver con sangre fría el posesionarse de la capital
y cuando ya estaba todo concluido, disuelve al ejército
para que no les moleste a los americanos. ¿Podrá
imaginarse juguete más singular? ¿Y que todavía tenga
partidarios este gran héroe, que ha causado más males a
México que a Egipto todas sus plagas? El ejército ha
costado 600 millones de pesos y no ha hecho lo que debe;
pues es preciso quitar esas sanguijuelas a la nación
...» |
|
Este grabado también de
Abraham López, apareció publicado en su calendario del año de 1849 y
muestra el momento en que volvió a izarse la bandera nacional en el
asta de Palacio Nacional, el día 12 de junio de 1848 a las 6:15 de
la mañana. Previamente la bandera norteamericana había sido arriada
con honores militares.
Abraham López también describe en su calendario
número 11 del año 1849, el ansiado momento de volver a ver nuestra
bandera tricolor en el asta bandera del Palacio Nacional. Este
evento tuvo lugar al amanecer del martes 12 de junio de 1848.
Tras de 9 meses de ocupación, paralelamente a las negociaciones para
firmar los tratados de Guadalupe Hidalgo, López nos refiere que los
decesos que tuvieron las fuerzas invasoras, tan sólo entre
septiembre y diciembre de 1847, por heridas, enfermedades y
asesinatos en los barrios, podrían evaluarse en 2000 soldados, y que
muchas veces eran más de veinte entierros al día los que se
efectuaban.
Pero veamos enseguida como relata emocionado y triste, el momento en
que nuestra enseña nacional recupera su sitio de honor:
«...
El cielo estaba muy oscuro por lo cargado de las nubes; y la
lluvia aunque corta hacía aquellos momentos los más tristes… el
majestuoso pabellón americano empezó a bajar con mucho orgullo, tal
parecía que se regocijaba en los honores que le hacían los de su
nación, por los triunfos que había adquirido […] El general
americano mandó a toda su tropa armas al hombro; después de esto
empezó la salva de artillería y al sexto cañonazo comenzaron a subir
con la mayor torpeza nuestro pabellón, bajándose dos veces,
pareciendo que se atora el cordel. Después de la inutilidad que
empleaban, por fin subió a su antiguo lugar, y entonces eran
precisamente las seis y quince minutos […] Nuestro pabellón quedó
embarrado en el asta, tal parecía que tenía mucha vergüenza que lo
vieran los americanos, y no faltó quien dijera: ¿cómo ha de volar el
águila si a la infeliz le faltaba más de una ala y una
pierna?
...
» |
Triste momento que ponía punto final a una de
nuestras más grandes tragedias nacionales.
|
¿ Primera fotografía de Palacio Nacional? |
Al igual que las fotos de la
Catedral que mostramos más arriba, esta puede ser una de las
primeras fotografías tomadas al Palacio Nacional, pues en este
caso no parece existir ninguna en el formato de
daguerrotipo. Esta imagen se atribuye al fotógrafo francés Joseph
Desiré Charnay y corresponde al período 1857-1858. La apariencia
del edificio es de descuido, abandono y tristeza. Curiosamente no
se aprecia ni una sola alma en la imagen. El asta bandera es la misma
donde ondeó la bandera norteamericana por 9 meses.
|
François Aubert, que se
convirtió en el fotógrafo oficial de Maximiliano, tomó esta imagen
(en dos partes) del Palacio Nacional en el año de 1864,
aparentemente como consecuencia de las mejoras que se realizaron al edificio. Se
aprecia además a la derecha el denominado Portal de las Flores, la
Plaza Mayor rodeada por una hilera de frondosos árboles y la
ausencia de las vías y estaciones de los tranvías de mulitas.
|
La historia de la llegada de Maximiliano de Habsburgo a México, para
convertirse en nuestro segundo emperador, es larga y complicada,
pero pueden verse algunos detalles, en este mismo sitio, en la
reseña histórica del
Paseo de la Reforma
Dice Torcuato Luca de Tena en su libro Ciudad de México en
tiempos de Maximiliano, que seguramente el recién llegado
emperador padecía del "mal de piedra" pero no porque las tuviera
alojadas en su organismo, sino por su muy marcada tendencia a
realizar grandes obras urbanas. Entre ellas nos interesa saber lo
que hizo en Palacio Nacional y en el Zócalo, pero también se abocó a
renovar el Castillo de Chapultepec y desde luego el proyecto, trazo
y primera etapa constructiva del Paseo de la Reforma. Por desgracia
todas ellas fueron para su comodidad personal.
Recién llegado en 1864, Maximiliano retomó el proyecto del monumento
a los Héroes de la Independencia que Santa Anna, había dejado
inconcluso y para ello le encargó a Ramón Rodríguez Arangoity
la remodelación integral del Zócalo, obra en la que el elemento
principal lo constituía la columna monumental del proyecto
original del arquitecto De La Hidalga. La columna estaría rodeada
con esculturas de los héroes de la Independencia y coronada con una
gran figura alada. Maximiliano propuso después como remate un
águila imperial, rompiendo una cadena y remontando el vuelo; lo cual
se consideró contradictorio, que alguien que había usurpado la
corona mexicana, nos hablara de independencia y de un águila
rompiendo las cadenas.
Ante la ausencia de Maximiliano el 16 de septiembre de 1864, tuvo a
bien encargar a la emperatriz Carlota para que a su nombre diera
inicio oficial a la construcción del monumento. Su Majestad se
dirigió al centro del zócalo, en que se había colocado una vistosa
tienda, para colocar la primera piedra del monumento, aunque como
bien sabemos dicha obra volvería a quedar inconclusa, tras la caída
del imperio y el fusilamiento de Maximiliano en 1867.
Apenas llegados a la ciudad de México,
Maximiliano y Carlota fueron alojados en habitaciones especiales que
les habían sido previamente acondicionados en el ala norte del
Palacio Nacional. La condesa Paola Kollonitz, que era dama de honor
de Carlota, aparte de haberse adelantado a la llegada de la comitiva
imperial, fungió como cronista de la corte durante los 6 meses que
permaneció en México. Ella es la que narra algunos detalles de las
habitaciones que fueron acondicionadas para recibir a Maximiliano.
Entre otras muchas cosas menciona lo siguiente en un libro
alusivo denominado Un viaje a México en 1864, que escribió a
raíz de su viaje:
«...
Antes de la llegada de
sus majestades fuimos a visitar los departamentos
imperiales que a toda prisa habían preparado. Eran
augustos y de incomoda disposición. A pesar de que la
simplicidad reinaba en todo, el emperador podía sin
escrúpulos mudar las cosas del modo que mejor le
conviniera
... En México no saben aprovechar los materiales
que en abundancia ofrece el país y con los cuales la
solidez y esplendidez se lograrían generosamente ... En
todos lados se usan los productos de Europa y a precio
de oro traen de más allá de los mares las telas y los
muebles ... Debido a esto el departamento de la
emperatriz parecía, más que el de una residencia, el
departamento de un hotel europeo ...» |
Pero Maximiliano a su llegada
a Palacio, entonces denominado Imperial, no se quejó tanto de la
disposición de las habitaciones, pues el dormía en un catre de
tijera, sino del ruido que desde temprana hora reinaba en los
alrededores del Palacio. En los 15 días que vivieron en Palacio
antes de cambiarse al Castillo de Chapultepec, Maximiliano solicitó
cambiar su catre de campaña a distintas sitios del edificio, sin que
lograra encontrar alguno que fuera conveniente a su costumbre de
acostarse temprano y levantarse a las 4 de la mañana.
Sin embargo lo que a largo plazo resultó ser de
trascendencia y además perdurable, fueron las múltiples
adaptaciones que realizó en el interior de palacio, durante su
relativamente corta gestión.
José Luis Blasio que fue secretario particular de Maximiliano
y además uno de los pocos mexicanos que formaban parte de su
séquito, se convirtió en su biógrafo, escribiendo un libro
denominado Maximiliano Intimo en el cual narra con cierto
detalle, los diversos trabajos que se emprendieron en esa época. Los
párrafos que siguen son de su libro: |
«...
en la época a que me refiero, llamábase pomposamente
Palacio Imperial de México. Maximiliano hizo que se
transformara casi radicalmente su interior. El ala
derecha del edificio, es decir desde la puerta principal
hasta el baluarte del norte ... Fue el emperador quién
dispuso que todos los salones que formaban parte del
frente de la fachada se convirtieran en un solo inmenso
salón que se llamó de Embajadores, pues quedó destinado
para las recepciones de los plenipotenciarios
extranjeros, para los grandes bailes y para las fiestas
de la corte. ... Un día que Su Majestad visitaba las
obras de palacio vio por las roturas del cielo raso que
las vigas eran de cedro. Mandó quitar el cielo raso y
ordenó que se barnizaran y doraran las vigas; se
descubrió la hermosa piedra labrada con que están
construidas las columnas y los arcos del gran patio
principal: se reformó el pavimento de este patio y se
arregló el comedor, la capilla y varios salones del piso
alto.. El bajo se destinó para bodegas, caballerizas
y cocheras; destinándose una especial para la regia
carroza de oro y seda ...» |
Al retorno de Benito Juárez a
Palacio Nacional en julio de 1867, se celebró su triunfo mediante la
colocación de una estatua que simbolizaba la Victoria. La foto es
de François Aubert en 1867 y el sitio es el centro de la plaza,
mismo que habría de ocupar la columna de la Independencia que nunca
se concluyó. De la estatua, temporalmente colocada, se dice que fue donada por el gobernador
de Querétaro, pero no pude confirmarlo, ni tampoco su destino final.
La inscripción en la placa alusiva decía: Al C.
Presidente Benito Juárez en el triunfo de la República, Estado de
Querétaro, Julio de 1867.
|
A la caída de Maximiliano, don Benito Juárez pudo retornar
triunfante a la ciudad de México el 15 de julio de 1867 y fue
precisamente en ese día cuando dirigió el manifiesto a la
Nación, que es considerado el más profundo y convincente de
nuestra historia política mexicana. Uno de sus párrafos decía:
«...
Que el pueblo y el gobierno respeten los
derechos de todos. Entre los individuos, como entre las
naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz
...» |
En ese año de 1867, Juárez resultó reelecto como presidente
constitucional y se concretó finalmente el triunfo republicano.
Sin embargo, no era la primera vez que Juárez llegaba al
Palacio Nacional, ya antes, en 1861 y al triunfo de los liberales en
la Guerra de Reforma, ascendió al poder, pero se vio en la
imperiosa necesidad de declarar la
moratoria de pagos por dos años. Esta moratoria que se dio el
día 17 de julio de 1861, fue el detonador de una nueva
intervención extranjera, que finalmente nos llevó al
segundo imperio, encabezado por Maximiliano.
Lo que resulta interesante comentar, es que don Benito Juárez vivió
en Palacio Nacional en esos dos períodos y como un homenaje a su
permanencia en ese lugar, el 18 de julio de 1957, don Adolfo Ruiz
Cortines, decidió convertirlo en museo.
Se ubica en el ala norte de Palacio Nacional, en lo que alguna vez
fue el número 1 de la calle de Moneda. En 1861 año en que llegó por
primera ocasión al poder y contra la costumbre arraigada desde la
época colonial, se negó a habitar la esquina suroeste de Palacio
Nacional y mandó adaptar sus habitaciones en el ala norte.
En 1863, durante la intervención francesa y tras la caída de la
ciudad de Puebla, el presidente Juárez se vio en la necesidad de
abandonar la Ciudad de México y por lo mismo sus habitaciones de
Palacio Nacional.
Como se dijo antes, no sería hasta el año de1867.cuando la familia
Juárez Maza, pudiera volver a ocupar sus antiguas habitaciones y
vivir allí sus mejores momentos, disfrutando de la paz que Juárez
había logrado para toda la nación. don Benito Juárez vivió en ese
sitio hasta el día de su fallecimiento, el 18 de julio de 1872.
|
Esta fotografía muestra la que fue
oficina de Benito Juárez, dentro sus habitaciones personales
en el ala norte de Palacio Nacional. Este lugar que hoy es un
museo, se conoce como Recinto de Homenaje a Benito Juárez. La
imagen se muestra por cortesía de
www.delange.org |
Imágenes utilizadas para
recrear la
entrada del Ejército Trigarante a su paso por la Plaza Mayor en 1821.
Oprima sobre las imágenes para verlas completas |
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Agustín de Iturbide y su estado mayor, a
su paso por la Garita de Belén. Original de F.
Bastin, aparece en el álbum de Julio Michaud y Thomas, imagen
enviada por Julio Romo Michaud. |
Una sección de la estampa grabada en 1797
por José Joaquín Fabregat, en base a un dibujo de Rafael Jimeno y
Planes,
para conmemorar la inauguración de la
la estatua provisional de Carlos IV.
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Pintura
anónima, que muestra la Plaza
Mayor y al centro el templete construido para ocultar la
estatua ecuestre de Carlos IV. Aparece en el libro:
Guadalupe Jiménez Codinach,
México. Su tiempo de nacer. 1750-1821.
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Sección de una pintura
anónima, que muestra
los elementos decorativos y banderas del arco triunfal a la entrada
de San Francisco. Aparece en el libro: de Eduardo Báez, La
pintura militar de México en el siglo XIX. |
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