Autor:
Ing. Manuel Aguirre Botello
Abril, 2001
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Portada del Plano-Guía Turística de Puebla de
1946.
publicado por Manuel Aguirre Betancourt
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Nota:
Este
trabajo está dedicado a mis queridas hermanas Elsa y
Chela, espero a ellas
les guste y les traiga gratos recuerdos de
su infancia.
Fue escrito por Manuel
Aguirre Botello en 1997 en la ciudad de Querétaro.
Se anticipa al lector que muchos de los relatos son de índole
familiar, sin embargo, resulta interesante conocer como eran
muchas de las costumbres de Puebla de los Ángeles hace más de 50 años. |
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El “COLERÍN” DE MAMÁ.
No, desde luego no quiero que sean mal
pensados, me estoy refiriendo a una enfermedad intestinal que se dio por
aquellos años y que afectó a miles de gentes en varios estados de la
república, me imagino que le pusieron
“Colerín” por tener cierta similitud con el Cólera, pero sin serlo.
El caso fue que por alguna razón, posiblemente el agua, mamá
contrajo el Colerín y estuvo muy enferma permaneciendo en cama por varios
días. La verdad es que no tengo los recuerdos muy vívidos de aquella
situación, pero ahora que veía las últimas fotos que se muestran en la
primera parte de este trabajo, resulta notable el deterioro físico que
demuestra la cara de nuestra mamá en esas fechas seguramente de 1946.
Y si a la enfermedad le agregamos la nostalgia que vivía, por haber dejado
a sus familiares y a su tierra natal Monterrey, es notorio que debió
sentirse fatal en aquellos días.
Elsa me envió un correo en abril de 97, en el que confirma mi suposición y
allí me dice: “Con un poco más de calma ahora quiero decirles, que en
realidad, Puebla para mi representa dos años de vida familiar no muy
felices, por que recuerdo, a pesar de mis pocos años, que mamá se sentía
desubicada añorando su tierra y su familia, pues no hay que olvidar la
unión que entre ellos existía ...” Y más adelante me agrega:
“del colerín de mamá si recuerdo que, en ese tiempo, estaba tan deprimida
que se pintó el pelo, pero no lo volvió a hacer, pues creo que no le
gustó.”
Una sola anécdota relacionada con estos hechos me viene a la mente y mis
hermanas habrán de corregirme si no fue así.
Ya en los próximos párrafos platicaré de las visitas frecuentes de
familiares a la turística ciudad de Puebla, pero debo comentarles que
entre ellos y seguro de los primeros, llegaron mi Tío Emilio y mi Tía
Chepina precisamente en los días en que mamá estuvo enferma del Colerín,
entonces mi Tío sabiendo que a mamá le encantaba tomar café colado,
llegó a Puebla con lo que el supuso sería un excelente regalo para ella,
sobre todo sabiendo que era la novedad de aquel entonces y se trataba nada
menos que de uno de los clásicos y “panzoncitos” frascos de Nescafé
(para hacer enojar a Chela cuando trabajaba en Nestlé yo le decía “Noescafé”)
el caso es que muy ufano le dice –Mire Irene lo que le traje, este si es
café y le va a encantar-- .
Me imagino como estaría el pobre sistema digestivo de mamá en aquellos
días del Colerín, pero ella no podía hacer el desaire y aceptó tomar
una taza de aquel innovador “café instantáneo” que le había llevado
nuestro tío a regalar. El resultado fue que aborreció el Nescafé por
muchos años y prefería claro está, comprar su cafecito sin azúcar en
tostado regular, mitad de “caracolillo” con mitad de “uruapan”, o algo
así.
Con el paso de los años mis papás comentaban con mis tíos la famosa
anécdota del Nescafé y en verdad que se morían de la risa ...
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LAS VISITAS.
Para toda la familia, tanto la del D.F.,
como la de Monterrey, era un verdadero atractivo que nosotros viviéramos
allí, pues era un lugar ideal para viajar en fin de semana y más aún
sabiendo que podían llegar a nuestra casa.
Así que si fuera papá el que escribiera estos párrafos, ya estaría
diciendo que era muy frecuente que les cayera el “chauistle” o bien otra
de sus clásicas frases “nos cayó la langosta” y en verdad así era, pero
creo que era muy del estilo de la familia de mamá, muy del norte digamos y
a fin de cuentas no dejaba de ser una distracción para ellos recibir a sus
familiares mas cercanos y queridos.
Haciendo una recopilación rápida de las posibles visitas que recibimos,
tanto en la casa de la 23 Sur, como en la de la 3 Poniente, de acuerdo con
lo que nos muestran las fotografías de la época y los recuerdos que
guardo, puedo incluir las siguientes:
Las Tías Aguirre, según parece ser Delfina, Polina, Rosina y Cristina, del
D.F.
La Tía María Luisa Vda. De Marure y su hija Manola, de Córdoba, Ver.
La prima Amira Aguirre, del D.F.
Los Tíos Emilio y Josefina e Ileanita su sobrina, del D.F.
Los Tíos Angel y Diana, de Oaxaca
Los Tíos Manolo y Lolita Botello, del D.F.
Las primas Soco y Licha Botello y una amiga, de Monterrey.
Las primas Licha y Dora Botello y una amiga, de Tampico.
El primo Héctor (Chato) Botello de Monterrey.
Los Tíos Mine y Esteban Torres, de Monterrey.
En verdad, a algunos de estos familiares
visitantes podríamos llamarles “viajeros frecuentes”, como era el caso de
Emilio y Josefina, Angel y Diana y Manolo y Lolita Botello, pues
aprovechaban la ocasión para jugar cartas, especialmente la canasta
uruguaya y disfrutar del rato platicando, riendo y quejándose por que
alguno de ellos hubiera regalado el “monte”..
Un poco más adelante platicaré algo más sobre ellos.
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LA TERMINAL DE
AUTOBUSES.
En la esquina de la 23 Sur con la
Avenida de la Paz, hacían terminal los autobuses de una línea urbana que
si no recuerdo mal eran de color azul fuerte, por esta razón era frecuente
que algunos de ellos se estacionaran al frente de la casa. Todos eran
camiones de trompa larga a los cuales les habían adaptado una cabina para
convertirlos en autobuses de pasajeros. En general eran feos y cuadrados,
pero había uno que me llamaba la atención y creo que le decíamos el
“huevo” pues tenía una carrocería estilizada en la parte de atrás, que por
su forma redondeada nos inspiraba el nombre que menciono, sin embargo
ninguno de ellos era “chato”.
Tener autobuses a la puerta de la casa era una gran ventaja y si aquella
línea pasaba cerca de la escuela todavía mejor, pues enseguida platicaré
de la escuela primaria en que fuimos inscritos para estudiar. Sin embargo
no se crea que siempre usábamos el servicio de autobús para ir a la
escuela, pues por lo general nos íbamos caminando, a pesar de que estaba a
8 cuadras (de 200 metros de largo cada una) de la casa y ese recorrido se
hacía 4 veces al día, pues íbamos por la mañana y por la tarde. Al final
de este párrafo van a encontrar una foto muy interesante que muestra el
camino que día con día mi mamá y mis hermanas seguían para ir y venir de
la escuela, el lugar es frente a la casa de la Sra. Masón, esposa del
entonces Coronel Crisóforo Masón Pratts Pineda y que vivía, si estoy en lo
cierto, sobre la calle 11 Poniente, más o menos a tres cuadras de la
escuela; aparecen, mi mamá muy jóven y ataviada con un vestido tipo "jumper",
la Sra. Masón apenas visible y mis hermanas Elsa y Chela, al fondo se ve a
Cármen Masón, las tres usan el uniforme de la escuela. Lo curioso de esta
foto es el hecho de que debo haberla tomado yo mismo, hace más de 50 años
y que si la comparan con la original, verán que ahora le he quitado al
ciclista que estaba detrás de la imágen de Elsa y Chela.
Tengo el recuerdo de haber usado aquellos autobuses al menos en una
ocasión en que tenía que llevar una caja muy grande y en donde llevaba
todos mis experimentos de física para ponerlos en la exposición anual que
hacía cada salón. La caja estaba tan grande y llevaba tantas cosas que me
costó trabajo subir con mi cargamento y más aún bajar en la escuela, por
fortuna el chofer era bastante consciente y esperó pacientemente a
que bajara mis cosas ante la curiosidad del resto de los pasajeros.
Era entonces un niño de 11 años de edad.
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LA IGLESIA DE SAN
SEBAS.
Con esa facilidad que teníamos para
deformar los vocablos, la Iglesia de San Sebastián de Aparicio para
nosotros era simplemente “San Sebas” y según entiendo era la que más cerca
nos quedaba de la casa, pues aparentemente se encontraba sobre la 21
norte y a unas 4 cuadras de distancia de la casa de la 23 Sur.
Por lo tanto esa era la iglesia en que solíamos, no muy frecuentemente, ir
a misa y de acuerdo a lo que me mencionó Elsa en uno de sus mensajes, de
esta iglesia lo único que recuerda es lo siguiente: “De la iglesia
de San Sebas, lo único que recuerdo es que Chela hizo allí su Primera
Comunión”, sin embargo debo agregar que no tenemos ninguna foto de la
primera comunión de Chela que lo pueda confirmar.
Pero nada de esto en realidad tendría tanta importancia, si no fuera por
el hecho de que en esa iglesia de San Sebastián se encontraba el
cuerpo de San Sebas, pero no crean que enterrado, estaba el cuerpo
momificado, pero incorrupto y con sus facciones naturales, del beato San
Sebastián de Aparicio, dentro de una especie de ataúd o vitrina de
cristal y plata, a través del cual podíamos ver con impresionante
realidad las facciones de su cara. Esto me provocaba temor y procuraba
mejor no ir a verlo. Aquí suele haber una contradicción, pues aunque el
vulgo popular lo conoce como San Sebastián de Aparicio, en realidad fue
beatificado por el Vaticano, pero hasta la fecha no ha sido canonizado,
por lo cual no es santo sino beato.
La vida suele dar muchas vueltas y debo platicarles como fue que muchos
años después regresamos a Puebla, precisamente para ir a ver el cuerpo
momificado de San Sebastián de Aparicio. Esto sucedió cuando todavía
vivíamos en Oruro 49 en la ciudad de México y nuestros hijos estaban
relativamente chicos y tenían amigos en las casas vecinas, entre ellos,
los hijos de la familia Lujambio.
El señor Lujambio, al que le decían Tito debe de ser más o menos de mi
edad o quizá un poco más joven que yo, pero el caso fue que le dio un
infarto muy fuerte y estuvo casi al borde de la muerte. Mela cuando lo
supo rezó mucho por él y según supe después le prometió precisamente a San
Sebastián de Aparicio que si el Sr. Lujambio se salvaba le ofrecía que
íbamos a darle las gracias a su iglesia. Por fortuna Tito Lujambio se
salvó y Mela habló con su esposa Tony y le platicó sobre la promesa que
había hecho. Tito se lo agradeció mucho y organizamos en un domingo ir a
Puebla para dar gracias.
Lo curioso de esto fue que cuando llegamos yo iba con la idea que
guardo en mi mente de la iglesia de San Sebas, que en realidad era
sencilla y sin mayores atractivos; pero cuando preguntamos en Puebla
resultó que San Sebas ya no estaba en la iglesia de San Sebas que
conocimos.... ¡San Sebas se había cambiado de casa! y ante mi
confusión pues no concordaba con mis lejanos recuerdos fuimos a buscarlo..
¡pero al muy famoso templo de San Francisco de Asís!
Cotejando con la descripción que hace papá en su guía de la ciudad de
Puebla, en relación con la famosa fachada del templo de San Francisco y
sus interiores, en ningún momento menciona que dentro se encontrara el
cuerpo momificado del beato, lo cual comprueba que tiempo después fue
cambiado a la Capilla de nuestra Señora la Conquistadora dentro del templo
de San Francisco. Abajo pueden ver dos de las fotos de 1983, que tomamos el
día que regresamos a buscar a San Sebastián y darle gracias por su
especial intervención, es evidente que la lujosa capilla actual, no tiene
comparación con la humilde iglesia de San Sebas que yo conocí de niño.
Hoy nuestro recordado San Sebastián de Aparicio es visitado por cientos de
fieles católicos que lo visitan de todas partes de México y del
extranjero.
50 años después el buen San Sebas, sin serlo aún ... ¡es un santo muy
famoso! ¿Que les parece?
Nota:
Pido una disculpa anticipada por utilizar el vocablo San Sebas, pero
recuerden que se trata de evocar la forma en que lo llamábamos mis
hermanas y yo cuando éramos niños.
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LA ESCUELA ANEXA A
LA NORMAL.
Para los primeros días de febrero de
1946, ¡por fin! diría mamá, los tres huercos habrían de irse a la escuela,
mas no había sido fácil para papá conseguirnos un lugar a cada uno, en la
que se consideraba la mejor escuela oficial de la ciudad.
En Monterrey, tanto Elsa como yo habíamos estudiado en colegios
particulares, en mi caso hasta cuarto año y Elsa supongo que hasta segundo
y ambos veníamos del “glorioso” Macario Pérez de la Av. Zaragoza en
Monterrey. Chela entraba al primer año en Puebla.
Papá se había informado de los colegios particulares, pero realmente eran
caros y no alcanzaba el presupuesto para cubrir las colegiaturas. Había
según recuerdo 2 buenos colegios particulares para varones, el
Instituto Benavente y la Academia Militarizada Ignacio Zaragoza; para
niñas también había muy buenos colegios en Puebla como el Colegio Esparza
y el Colegio Central, pero como digo el ingreso de papá era bastante
exiguo y estaban fuera de su alcance.
Sin embargo cuando pidió informes se encontró con la sorpresa de que a
pesar de ser oficial la Escuela Anexa a la Normal del Estado, estaba
considerada entre las mejores de la ciudad y por el contrario era
gratuita, el problema era que había mucha demanda pues todos querían
estudiar allí.
Ya he comentado que papá tenía alguna influencia por ser empleado federal y
pronto logró un espacio para Chela, que iniciaba sus estudios de Primaria
y para Elsa que iba a Tercer Año. El problema era encontrar un espacio
para mi que iba a Quinto Año, pues los lugares estaban completos, en la
escuela de varones.
La escuela Anexa a la Normal, como su nombre lo dice, estaba en el mismo
edificio en que se encontraba la Normal para Maestros, que era un edificio
muy antiguo y que años antes, según me indica la Guía de Publicaciones
Aguirre, había sido ocupado por el Colegio del Sagrado Corazón. Se
encontraba en la esquina de la calle 11 Sur, por donde estaba la entrada
principal y la 11 Poniente, tenía dos niveles y dos alas. Entrando por la
planta baja a mano izquierda se encontraba la escuela primaria para
varones y a mano derecha la escuela para niñas. Subiendo las escaleras,
que teníamos prohibido hacerlo, se encontraba la escuela Normal en el
segundo piso. Enfrente de la entrada principal estaba el auditorio, que
evidentemente habría sido una pequeña iglesia o una gran capilla en el
pasado, pues cabíamos casi todos los niños y niñas de la primaria dentro,
excepto según creo los de primero y segundo año.
La Normal era una escuela de mucha tradición en el país, institución que
según parece fue la primera de su tipo en México y existía desde 1879 en
que fue fundada por Don Guillermo Prieto, que también fue el director de
la escuela. No siempre estuvo en la 11 Sur, pues ocupó diversos edificios
desde su fundación.
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Excelente foto de la Escuela Anexa a la Normal
que me fue enviada recientemente por el Sr. Gustavo Torres Nava a quien
agradezco su atención. Esta imagen debió tomarse en los años 60 del siglo
pasado.
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Ocupaba una gran extensión de terreno y auque no había divisiones ni
puertas que lo impidieran, los varones no entrábamos a la escuela de niñas
y viceversa. Sin embargo era muy curioso que en el recreo, que se daba en
un gran patio de tierra hasta el fondo de la escuela, tanto niños como
niñas convivíamos juntos y era el momento en que se podía al menos echarle
un ojito a la niña que te gustara. Es claro como pueden ver, que el
ambiente era muy distinto del que imperaba en Monterrey en el Macario
Pérez, donde niños y niñas estaban en el mismo salón y convivíamos en
juegos, bromas y “noviazgos”.
Mi hermana Elsa me hace un interesante comentario en relación con la
estricta disciplina de esta excelente pero anticuada escuela, vean ustedes
lo que dice Elsa:
“De la Anexa a la Normal si recuerdo algunas cosas, como que el primer día
de clases en que nos reunieron por grupos para darnos instrucciones del
curso que se iniciaría, yo tenía ganas de ir al baño y pedí permiso pero
no me dejaron salir, entonces yo me salí de la formación sin permiso y
debo decirte que ya casi me expulsaban..” y continúa después:
“Esto no me extraña ahora que lo analizo, pues yo estaba muy acostumbrada
que en los colegios de Monterrey, me trataban muy bien y me consentían
mucho y hasta entonces, nunca había estado en escuela oficial...”
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Antigua foto de la Escuela Normal de Puebla en
los años 40 del siglo pasado, tal como era cuando allí estudiamos la
primaria.
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EL PUPITRE.
Ya comenté que papá tuvo problemas
para inscribirme en 5º. Año de primaria en la Anexa a la Normal, pues el
cupo estaba al límite y de hecho según recuerdo tuvo que hablar con el
maestro para convencerlo de que me aceptara en su grupo. Sin recordar más
detalles si puedo decirles que papá llegó a un arreglo mediante el cuál el
profesor aceptaba que yo entrara a su grupo, siempre y cuando llevara mi
propio pupitre o mesa banco, pues no había uno solo disponible en el
salón.
Papá tuvo que mandar hacer uno especial con un carpintero y recuerdo que
era de una sola pieza y mediante dos largueros que apoyaban al piso
quedaban unidos tanto la mesa como el banco. La mesa tenía una tapa
embisagrada e inclinada que se levantaba hacia arriba y quedaba un hueco
para poner todos los libros y cuadernos que llevaba. Tenía también algo
que se usaba mucho entonces y que era un hueco circular en la cubierta
para insertar el tintero y quedara bien sujeto para que no se fuera a
voltear y derramar la tinta, igualmente tenía una ranura para evitar que
se rodara el manguillo y los lápices que se estuvieran usando.
Si les extraña oír hablar de tintero, debo decirles que era una práctica
común que aprendiéramos caligrafía haciendo diversos ejercicios como
rayas y círculos sucesivos y que para ello se usaba el manguillo con una
pluma en la punta, que tenía que irse mojando en el tintero de tiempo en
tiempo para que no se le agotara la tinta. Era una verdadera lata y
frecuentemente las páginas se manchaban de tinta que se corría o
derramaba. También recuerdo que por esos años empezaron a salir las
famosas plumas Esterbrook tipo escolar, que eran tipo fuente y cargaban la
tinta en un depósito interior. Eran muy bonitas y prácticas pero no todos
podíamos tenerlas.
Una vez que iniciaron las clases y de alguna manera que no recuerdo, papá
hizo llegar el pupitre hasta el salón y quedó colocado en una orilla y en
posición contraria al resto de los mesa bancos que había. Digamos que yo
estaba colocado en escuadra, muy cerca de la mesa del profesor y viendo de
lado al pizarron. De esa manera, en mi pupitre que era totalmente distinto
a los demás, pasé todo el 5º. Año de primaria muy cerca del que fue un
maestro excepcional, el profesor Efraín Huitzil López. Ya cuando entré a
sexto año, me había ganado a pulso mi propio lugar y pasé a ocupar una de
las bancas normales de la escuela y mi mesa banco hechizo fue a dar a la
casa de la 3 Poniente, en donde sirvió para muchas cosas y entre otras
para que aprendiera a pintar utilizando una bomba de flit (insecticida),
tal como veía que lo hacía mi papá.
El famoso pupitre acabó pintado o mejor dicho manchado, con pintura de
todos colores, como negro y azul que eran algunos sobrantes que andaban
allí en la casa.
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LOS DESFILES DEL 5 DE MAYO
(Esta parte fue escrita en el mes de mayo
de 1998)
La foto es del 5 de mayo de 1946, tenia 11
años y estaba usando un uniforme que nos habían hecho "a la medida"
a todos los alumnos de la Anexa, a mi no me gustó, pues sentía que sobre
todo la camisa me molestaba y me quedaba grande.
La foto pertenece a una serie de 12, de las
cuales yo solo tengo 4 y que fueron tomadas por papá, durante la visita
que hicieron mis tías para ver el desfile.
El desfile del 5 de mayo de 1946 fue muy
importante y por la enorme cantidad de unidades del Ejercito que se
trasladaron a Puebla, me parece recordar que el Presidente Avila Camacho
(que era poblano) estuvo a presenciarlo. Conviene recordar que era el
último año de su gobierno y estábamos a unos meses de las elecciones en
las que salió electo Miguel Alemán Valdés, veracruzano como papá y como ya
lo dije en la primera parte de este relato.
El caso es que desde días antes del desfile
llegaron a Puebla cientos de vehículos del Ejercito, de todos tipos y
acamparon a lo largo de lo que entonces se llamaba Avenida de La Paz
(resulta incongruente, ¿verdad?). Había todo tipo de unidades mecanizadas,
tanques, camiones, jeeps, cañones y ya ven papá quiso retratarme junto a
una impresionante (de entonces) motocicleta del Ejercito. Todos los
soldados permanecían allí junto a sus equipos y realmente Puebla parecía
una ciudad en tiempos de guerra. No me explico como le hacían para darles
de comer y llevarlos al baño, pues era un verdadero ejército acantonado en
aquella colonial ciudad.
Pero eso en aquel entonces, ni por no dejar me
pasaba por la mente, y estábamos encantados de ver tanto equipo bélico en
nuestra ciudad, sobre todo nosotros los niños que no comprendíamos bien el
poder destructivo de las armas y habíamos quedado perfectamente
influenciados por las imágenes de las películas de guerra de la II Guerra
Mundial, que había terminado apenas 2 años antes.
El desfile fue un éxito y por las fotos parece
ser que hasta Elsa y Chela desfilaron pues traen sus uniformes de la
Escuela. Yo recuerdo bien que si desfilé.
Como solía suceder nos cayó "la langosta" como
decía papá y llegaron 6 visitantes (según fotos), mis tías Delfina,
Cristina y Polina, la Tía María Luisa (vivía en Córdoba y había quedado
casi sorda) y las primas Manola, hija María Luisa y Amira, hija de la Tía
Virginia. Papá sugirió salir a tomar las fotos y les pidió permiso a los
soldados para que nos dejaran retratarnos con los equipos (yo estoy con la
moto y también con un cañón) y hasta con los soldados pues en otra foto
están las Tías y las Primas retratadas en un camión del ejercito, junto
con los soldados.
Hay otra foto donde están Amira, Elsa, Chela y
yo, junto con El Oso y ligeramente se asoma la imagen de Mama por una de
las ventanas de la casa de 23 Sur, dicha foto que corresponde a la misma
fecha ya la mostré en la primera parte. Tomen en cuenta que estas fotos se
tomaron hace "la frioelera" (como diría Papá) de 54 años. ¡Que bárbaro,
por eso estamos, como estamos!
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EL PASEO BRAVO
El Paseo Bravo estaba contra esquina del edificio que ocupaba la
escuela Anexa a la Normal y podemos decir que era el equivalente de la
Alameda de México o de Monterrey, era un sitio arbolado y con un circuito
pavimentado a su alrededor.
Allí salíamos a practicar la marcha para el desfile del 5 de mayo, que era
el evento cumbre de cada año y en el cual aparte de los soldados,
desfilábamos los principales colegios y escuelas de la ciudad.
La Normal tenía fama de presentar contingentes muy bien uniformados y
disciplinados y claro como la avanzada del contingente lo formaban las
muchachas y muchachos normalistas que eran de mayor edad, año con
año destacaban sobre los demás.
También había un sitio para alquilar bicicletas de 2 ruedas, pues no
circulaban autos por el circuito interior, sin embargo lo que yo recuerdo
con más claridad es que había un patinadero pavimentado y allí en compañía
de otros amigos de la escuela, íbamos a patinar por una temporada. No
recuerdo bien si mis patines serían los mismos que trajo Santa Claus y de
los cuales ya he platicado la historia en la parte que corresponde a
Monterrey, pero si recuerdo la marca de los que estaban de moda y que eran
los mejores, eran Torrington. Todos usábamos patines de 4 ruedas y eran
metálicas, con rodamientos de balero para que corrieran más.
A raíz de aquella moda de ir a patinar al Paseo Bravo, algunos amigos iban
a la casa de la 3 Poniente invitados por mamá y vean lo que al respecto
recuerda mi hermana Elsa y conste que lo escribo a regañadientes, pues era
algo que de chico me molestaba mucho.
“...también recuerdo que tus amigos te decían “el pimpollo” porque te
veían güerito y de ojo claro y nosotros éramos las “pimpollitas” por ser
tus hermanas.....”
Tal como lo dice Elsa así fue, yo en verdad no recuerdo ni como, ni cuando
fue lo del apodo, pero más bien fue en 6º. Año y por fortuna como nos
salimos de Puebla en 1948, pues poco les duró el gusto de decirme así,
dado que era algo que a mi me incomodaba bastante. Tengo bien claro ese
día, que estando mis amigos en la casa mamá les pregunto:
-
Bueno y a ver por que le
pusieron el “pimpollo”, díganme –
y contesta mi amigo...
-
Pues por que está bonito, señora –
Por poco lo ahorco....no, no es cierto, tuve que tragarme mi berrinche.
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CANTEN LOS LABIOS
MÉXICAS..
(Esta parte fue escrita en febrero de 1998)
Para no quedarles mal, les contaré algo que
tiene que ver con el presente (hoy día de la inauguración de los Juegos
Olímpicos de Invierno en Nagano, Japón) y con el pasado, el año de 1947,
hace más de 50 años (la Escuela Anexa a la Normal en la Ciudad de Puebla)
Aunque siempre me ha disgustado cantar y en la
sección de Monterrey les platiqué porqué razón ha sido, en aquella Escuela
Primaria Anexa a la Normal de Puebla, les fascinaba ponernos a cantar,
pero afortunadamente en Coro y solamente una vez al año. Era tan
insistente la preparación que nos obligaban a aprendernos de memoria las
larguísimas letras de los temas (Elsa debe acordarse porque ella ya estaba
en 4o. año cuando yo estaba en 6o. año y participaba en los coros), así
que con cierta frecuencia me viene a la mente aquello de "Canten los
labios Méxicas, con honda devoción, loor a aquellos hombres, que a nuestra
Patria dieron Libertad y Nacionalidad".
Y así más o menos seguía la letra más larga
que el Himno Nacional y la memorizábamos con facilidad, pues estábamos muy
chicos. La música, Chela me lo ha recordado, se trataba de un muy conocido
pasaje de la famosa Opera Aída, la Marcha Triunfal.
La letra seguía después con aquello de
"Vosotros nos legasteis, la...... dicha de libres ser y....", ¿te
acordaras de lo que sigue Elsa?, en esa parte de la música que con
frecuencia utilizan para la llegada de las Quinceañeras en sus fiestas.
Bueno lo interesante era que los maestros de
música que nos preparaban aquellos coros eran unos verdaderos genios de la
coordinación, pues nos llevaban a ensayar en el Salón de Actos (antigua
capilla que ya mencioné) y allí cada quien debía saber que tono o que
frases le tocaba decir, pues los niños decían una cosa y las niñas otra. Y
así era dale que dale, hasta que aquello salía, según creo, muy bien.
Pero lo más sorprendente de todo, es que
aquello era solo la preparación de nuestra Escuela, pues otras escuelas
oficiales y privadas hacían lo mismo de manera independiente. Un día nos
decían -Hoy nos toca ensayo general- y nos llevaban a todas las Escuelas a
la Plaza de Toros que estaba bastante cerca de la Anexa, allí sin más
explicación, nos ponían a cantar todos juntos y aquello era en verdad
maravilloso. ¿Como podían los maestros coordinar tantas voces de tantos
escuincles en aquellos coros masivos, a diferentes escalas y tonos? Un
solo ensayo general y a la siguiente vez ya era el Festival, al que
supongo asistían las principales autoridades del Estado.
Eramos los precursores de los que después
adoptaron el nombre y fueron famosos Niños de Puebla, que interpretaban
increíbles cantos y sensacionales tablas con imágenes fijas y en
movimiento a base de cartones de colores. Supongo que casi todos ustedes
alguna vez los vieron, pues los llevaban al zócalo del la Ciudad de
México, sobre todo para el 20 de noviembre, aniversario de la revolución
mexicana y los ponían en una tribuna especial frente al balcón de Palacio.
Eran en verdad todo un espectáculo de coordinación y exactitud. Nosotros
nunca lo hicimos así, pero bien podríamos decir que en aquellos lejanos
años, nuestros maestros de música fueron los iniciadores de esa muestra de
orden y disciplina, que nos daban con su espectáculo, aquellos niños
poblanos.
Pues bien, hoy estaba haciendo otra cosa,
mientras escuchaba la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en
Nagano, cuando oí la melodía del Himno de la Alegría creí que se
trataba del comercial de un Banco, pero como me di cuenta que
continuaba gire la cara para ver a la pantalla y me percaté que no era un
anuncio, que se trataba del espectáculo final de la Clausura de los Juegos
y me quedé maravillado de la coordinación de los participantes que
cantaban. Después cuando vi que tenían coros simultáneos, vía satélite, en
5 distintos lugares de nuestro planeta, uno en cada continente y cantaban,
cada uno por su parte, maravillosamente bien y además perfectamente
sincronizados, me quedé en verdad asombrado, pues siempre existe un
pequeño retraso en la transmisión de cada una de las señales que viajan a
través del satélite. ¿Cómo le hacen?, me pregunté.
Es innegable que la tecnología cada vez nos
lleva más lejos y que los japoneses nos dan un ejemplo de su organización
y disciplina, pero bueno, digo yo, nuestros esforzados maestros de música
de hace más de 50 años y los que les siguieron después, sin mayores
elementos de trabajo y sin tecnologías sofisticadas, nuestros queridos
maestros tan mal pagados, no cabe la menor duda que... ¡LO HACIAN
EXTRAORDINARIAMENTE BIEN!... Es muy justo reconocerlo aquí.
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EL PROFESOR HUITZIL LÓPEZ
Hablando de extraordinarios maestros, sería imposible que pudiera
olvidarme de mi maestro de 5º. y 6º. Año de primaria , el profesor
Efraín Huitzil López, pero antes veamos lo que me dice Elsa en uno de sus
mensajes de correo electrónico respecto a su maestra de 4º. Año de
primaria: “Recuerdo el nombre de mi maestra Oralia Montemayor, la que
decía que yo debía de ser maestra, porque me gustaba mucho enseñar a leer
y a escribir a unos niños que no recuerdo porqué razón les dábamos
clases.”
Sin embargo, en el caso de Chela que entró a primer año de primaria lo que
recuerdo de su maestra es que pertenecía a una Logia Masónica de Puebla y
que por ese motivo hizo buena amistad con mamá, cuando supo que papá había
sido masón alguna vez .
A continuación tengo
los datos que me envió Chela: “Para tus notas, mi maestra de primero
se llamaba Artemia Jiménez y la de segundo se llamaba Lorenza
Barrera. La única amiga que recuerdo como te dije en la otra
nota que te escribí es Joaquina Valerdi Sánchez, hermana de tu cuate
Nazario Valerdi, que eran hijos de un doctor.”
Pero regresando al “profesor Huitzil” (así le decía papá) debo decirles
que tal como lo indica su apellido, era un hombre moreno y de facciones
netamente indígenas, su pelo era negro, envaselinado, grueso y rebelde.
Era relativamente joven, pues también recuerdo que se casó cuando yo
estudiaba, posiblemente en las vacaciones que tuvimos entre 5º. y 6º. año
y su esposa fue una muchacha recién graduada de maestra en la misma
Normal.
Era un excelente maestro, pues gracias a sus enseñanzas pude aprender
muchas cosas valiosas en aquellos dos años, pero además se preocupaba por
mantenernos entretenidos con diversas actividades manuales que
generalmente se daban por las tardes, entre ellas recuerdo que la que más
me gustó fue que me diera oportunidad de aprender a tocar el tambor, con
la banda de guerra de la escuela, ya platicaré de ello adelante.
Supongo que el profesor tenía que ganarse la vida realizando otras
actividades fuera de la docencia, y entre ellas era muy aficionado a la
fotografía pues tenía una cámara “reflex” muy buena, creo que era marca
Leica y con ella tomaba fotos de todos los eventos en que
participábamos, incluso en los festivales que se hacían en el teatro al
aire libre de la escuela. El después sacaba copias de las fotos y las
vendía a los interesados y por cierto que gracias a él es que contamos con
muchas fotografías de la escuela que corresponden a esa época.
Otra sorpresa para mi, fue saber que mi maestro sabía hablar inglés y ya
veremos después de que manera hizo amistad con papá y le ayudó a traducir
los textos para su guía de la ciudad.
Al profesor Huitzil, jamás lo pude volver a ver, pero sin embargo mi papá
si lo encontró y lo saludó alguna vez en el camión de pasajeros en que
viajaba rumbo a la casa de San Pedro. Es decir que esto fue en la ciudad
de México y probablemente en el año de 1959 o 1960, como no le preguntó
sus datos nunca supimos más de él. De mi parte y donde quiera que esté,
debo reconocer que es mucho lo que debo agradecerle, comenzando por haber
permitido que papá llevara aquel pupitre y que yo quedara como lunar, todo
el año pegado a su mesa ....
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LA SERIE MUNDIAL Y LOS NIÑOS COSTUREROS
(Esta parte fue escrita en 1998)
Vinicio Castilla, jugador de beisbol mexicano
nacido en Oaxaca, se ha convertido en un verdadero portento del bateo en
las Ligas Mayores, ahora que juega con los Rockies de Colorado, lleva nada
menos que 14 jomrones en 31 juegos y la temporada apenas empieza, le
faltan más de 100 juegos y del orden de 500 oportunidades al bat. Con
suerte esta temporada puede ser su consagración y por lo pronto ya superó
el record de cualquier jugador mexicano en las Ligas Mayores. Vean la
tabla que sigue, del lado izquierdo están los datos que escribí en 1998 y
del lado derecho actualizados al 6 de julio de 2004, cuando Vinicio de
manera histórica superó al Charolito Orta, no solo en jomrones sino
también en hits y carreras producidas.
JUGADOR MEXICANO |
1998 |
JOMRON |
2004 |
JOMRON |
HIT |
CARRERA |
VINICIO CASTILLA |
8 temp. |
137 |
14 temp. |
284 |
1620 |
951 |
CHAROLITO HORTA |
16 temp. |
130 |
16 temp. |
130 |
1619 |
745 |
AURELIO RODRIGUEZ |
17 temp |
124 |
17 temp. |
124 |
1570 |
648 |
BETO AVILA |
11 temp. |
80 |
11 temp. |
80 |
1296 |
467 |
ANDRES MORA |
4 temp. |
27 |
4 temp. |
27 |
|
|
Nota de 2004: Vinicio
no pudo acercarse al récord de jomrones como se esperaba, pero es a
la fecha el bateador mexicano más destacado de todos los tiempos en
las Ligas Mayores.
Nota de 2006: Vinicio Castilla se retiró en octubre de 2006, tras
de 16 temporadas consecutivas y rompiendo 9 marcas de jugador
mexicano en las Ligas Mayores: Jomrones 320, Dobles 349, Hits
1884, Carreras Impulsadas 1105, Carreras Anotadas 902, Turnos al bat
6822, Juegos jugados 1854, Ponches 1069, Bases por bolas 423. |
Como pueden apreciar es un verdadero fenómeno
del bateo y ojalá se acerque al record de Roger Maris, que metió 61
jomrones en 1961, con los Yanquis de New York. Si su promedio es de un
jomron por cada 9 oportunidades al bat hasta ahora y si lograra el mismo
ritmo en toda la temporada (nada fácil), pónganle uno de cada 10
oportunidades, podría meter 50 más, que sumados al record de 14 que lleva
darían 64 JOMRONES!!!. RECORD MUNDIAL.....pero claro es muy pronto para
cantar victoria, sin embargo crucen los dedos para que Vinicio se inspire
y pueda lograr el milagro.
Y que tiene que ver Vinicio con la Clase de
Costura......¿Clase de Costura?, me dirán ustedes con asombro, ¿quien la
tomaba?..¿Vinicio?....No hombre, yo mero el ELE I, tenía mi Clase de
Costura, nada menos que con el Profesor Efraín Huitzil López, en 6o. año
de Primaria, en la Escuela Anexa a la Normal del Estado...
Así era nuestro magnífico maestro, era genial,
y ya tuve oportunidad de platicar mucho de él y como fue que logré llegar
a su clase....desde luego gracias a que Papá, para variar me metió el
hombro.
En el 5º. año de Primaria, cuando tenía 11
años, como en la foto de la moto, Huitzil nos puso en la Clase de Trabajos
Manuales a que hiciéramos unas cajitas de cartón muy padres, de forma
pentagonal, que servían como alahajeros o bien para guardar cualquier
cosa. Las recortábamos y las íbamos pegando hasta darles la forma
requerida. El problema era que entonces no había Pritt, ya si bien nos iba
Papá conseguía unos frasquitos con un aplicador de hule de forma diagonal
en la punta, que le llamaban el Mucílago, se acuerdan ELES, y luego
nosotros decíamos el Mucigalo...o bien Mamá hacia Engrudo con harina de
trigo y agua. Pero el caso es que allí con Huitzil teníamos que usar la
“cola”.....No Chela no seas tan mal pensada..no usábamos “DOBLE K”, para
pegar las cajitas, usábamos la cola de carpintero (Bueno hombre, Chela,
porqué te le quedas viendo a Derek), me refiero a la que usaban los
carpinteros, antes del Resistol Blanco, que se ponía a calentar en agua y
olía a algo peor que lo que su nombre genérico indica. ¡Olía a
rayos!
Y así después de armadas las cajitas, se
decoraban con papelitos de lustre de distintos colores y recortados de
formas poligonales e irregulares, pues se le pegaban al azar y se veían,
según yo, muy atractivas. Era un buen regalo para el día de las Madres y
posiblemente se acuerden que mamá la tuvo largo tiempo para sus cosas.
Al siguiente año, en 6o., Huitzil dijo que los
niños, ya comenté que éramos puros hombres en la clase, también debían de
saber coser y que por lo tanto los papás debían de aceptarlo. Ante la
mirada incrédula de mis papás, les dije que tenía que hacer una costura de
“Punto de Cruz”, en mi clase de trabajos manuales... ¿Pero como?..¿Punto
de Cruz? ... eso es para niñas...dijo papá. ¿Porqué tú?..
Y así fue, todos sin excepción tuvimos que
hacer nuestra costura, pero al menos Huitzil se compadeció de nosotros y
usamos una clase de tela cuyo nombre no recuerdo, pero era de tejido
grueso como de costal, que permitía usar estambre de colores en vez de
hilos delgados y una aguja de arria grande en lugar de la agujita de las
“viejas”.
Así que allí sentaditos, cada quien en nuestra
banca, con nuestro par de aros, para fijar y restirar el área de trabajo,
con nuestros estambres de colores y nuestra aguja de arria, le íbamos
dando forma a la figura que habíamos elegido de la respectiva revista "La
Familia". Por lo pronto yo había elegido unos Chinos que según recuerdo
cargaban unos cántaros de agua. Al terminar el trabajo, quedaba como una
especie de tapete, precioso...¿precioso?, bueno digamos que aceptable por
delante, pero en verdad horripilante por detrás. Como no sabíamos hacerlo
bien, por la parte de atrás nos quedaba un verdadero enredijo de hilos y
nudos...Sin embargo lo terminamos y lo exhibimos en la Exposición de fin
de año.
¿Y Vinicio? No, pues Vinicio entonces todavía
ni nacía, pero por el contrario el beisbol en Puebla estaba en auge...
Yo sabia algo de Beis, desde Monterrey, lo
jugábamos en la calle, con solo dos bases en línea recta y claro alguien
me introdujo al Rey de los Deportes, si, si, ya se que saben quién... El
era experto en que las cosas no le costaran gran cosa y como tenía que
conseguir chambitas extras por la tarde, pues fue con sus amigos y la
consiguió. Le dieron en Monterrey una chamba de Interventor de la
Secretaría de Gobernación (si, como los que salen en la Tele para los
sorteos) en nada menos que la estación de Radio mas importante de
Monterrey, la XET, El Pregonero del Norte, (porque me ven feo..así se
llamaba) y allí había un señor que se llamaba PEPE PEÑA y hacia unos
concursos por radio, a los cuales el publico debía contestar. Seguramente
papá tenia que verificar su validez, pero para el caso del béisbol lo
importante es que el tenia su credencial de Gobernación y llegábamos él y
yo al Parque de Cuauhtemoc y Famosa, la enseñaba y para dentro los dos y
gratis.
Allí vi muchos juegos de beisbol profesional,
cuando Lázaro Salazar era el pitcher estrella de los Sultanes del
Monterrey y nada menos que con Roy Campanella de catcher, que fue después
muy famoso en Ligas Mayores de USA y actualmente su nombre se encuentra en
el Hall de la Fama de allá.
Yo le iba, sin embargo, a los Alijadores del
Tampico, que era mi tierra.
Pero en Puebla, mientras que para mi el
béisbol había dejado de ser de mi gusto, los poblanos estaban desatados,
(vean la tabla de arriba) Beto Avila, poblano, ex jugador de los Pericos
del Puebla, estaba en las Ligas Mayores, el era segunda base y estaba
entonces (y siempre) con los Indios de Cleveland. Era un magnífico
bateador y orgullo del estado, fue según se, de los primeros mexicanos
aceptados a jugar en las Ligas Mayores.
Pero llegó la Serie Mundial de 1947 y no, no
calificó Indios de Cleveland (Indios jugó la Liga Mundial del año
siguiente 1948) y como el ambiente estaba muy caldeado, Huitzil dio
permiso de que alguno de los alumnos, llevara un radio a la clase.
Imaginen la siguiente escena por favor:...
Era una escuela antigua, los salones tenían
grandes ventanales pero no se veía nada para la calle, pues estaban muy
altos, tendrían techos muy altos de casi 4m de altura; un salón para más
de 50 alumnos, bancas de escuela para 2 alumnos cada una, con cubierta de
madera toda rayada y marcada con letreros y grabados de navaja y un hoyo
del lado derecho para el tintero y una ranura para que no se rodara el
manguillo o el lápiz. El asiento estaba unido a la banca de atrás mediante
una bisagra y se doblaba hacia arriba.
El radio era una caja grandota, como el radio
Westinghouse de Nogal y como la escuela no tenía contactos, del techo
colgaba un cable con un socket y un foco grande de color claro, allí se le
roscaba un "ladrón", que permitía aparte de roscar el foco, enchufar hasta
dos clavijas en los contactos, uno a cada lado; el cable largo del radio
subía hasta el ladrón para conectarse y quedaba allí suspendido.
El radio estaba en una de las bancas del
frente y claro el dueño y los más aficionados, estaban allí hechos
“bolita” tratando de escuchar la narración emocionada, que sería
seguramente del Mago Septien (Queretano) o bien de Bob Canells, con su
Cabalgata Deportiva Gillete, cubano con acento gringo. Los equipos Yanquis
de New York contra los Dodgers de Brooklyn. Si, eran de Brooklyn entonces,
no es error. Escuchen la narración anexa y vean el video que también anexo
por favor..
Huitzil atento a la narración y desde su
escritorio, nos dejaba oír la Serie Mundial a buen volumen, pero eso si,
siempre que .. nos mantuviéramos trabajando en nuestra costura del punto
de cruz...
Niños de 12 años, con sus aros y sus agujas
cosiendo y escuchando la serie mundial. ¡vaya espectáculo!
Imaginen la escena....que les parece, como de
película, ¿verdad?
Beto Avila ya era el ídolo de la afición
poblana en ese año de 1947, mas no participó en la serie mundial, pero
imaginen lo que habrá sucedido al año siguiente en la serie mundial de
1948, cuando Beto y los Indios de Cleveland llegaron a la final, quizá
Huitzil emocionado, con otro grupo de alumnos de 6º. Año permanecería
atento a la narración de los juegos, mientras sus alumnos, muy
probablemente, estarían aprendiendo a cocinar frijoles...¡Quien lo duda!,
¡Huitzil era genial!
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EL PERIÓDICO MURAL
Estudiar la primaria llevando clases por la mañana y por la tarde, daba
lugar a que los maestros tuvieran tiempo suficiente para realizar
actividades que no son frecuentes en la actualidad, como las que mencioné
de, la banda de guerra, los trabajos manuales y los coros, pero que yo
pienso que para los chamacos como yo entonces, nos hacían la escuela mucho
más variada y divertida, si se compara con lo que son ahora las escuelas
oficiales con turno matutino o vespertino solamente.
Pero como había tiempo para más, el profesor Huitzil nos estimuló para
formar un periódico mural, de tal manera que cada uno de nosotros
participara con textos, dibujos o fotografías, alusivos a los temas mas
diversos.
Lo único que recuerdo de aquel intento de periódico mural que ejecutamos,
fue que participé como fotógrafo y para ello logré que mi papá me
facilitara, por primera vez, su camarita Kodak Brownie Reflex, la
misma con la que nos tomó todas las fotos cuadradas de la época de
Monterrey que aparecen en nuestros respectivos álbumes.
Para ello, después de que papá me compró el rollo de blanco y negro de 12
exposiciones en formato 110, tuve que decidir que era lo que habría de
fotografiar para poner mi participación y vaya que no fui muy original que
digamos, pues ni siquiera me atreví a fotografiar en su urna de cristal y
plata al ya mencionado beato “San Sebas” momificado, pues me daba miedo.
Por lo tanto decidí recorrer la tan mencionada Avenida de la Paz y
fotografiar una a una de las estatuas que había en cada una de las
glorietas y empezando por la de Don Benito Juárez que era la primera y mas
grande.
Mis fotos pegadas en una cartulina indicando al pie de cada una el
significado de cada estatua y junto con el resto de los trabajos
presentados, permanecieron adheridas al panel del susodicho periódico por
un buen tiempo, que fue anual pues solamente tuvo una emisión, para
después desaparecer en el olvido y permanecer tan solo en el arcón de
nuestros viejos recuerdos.
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LOS FESTIVALES Y LAS
EXPOSICIONES.
Había otros dos tipos de actividades, una de ellas la aborrecía y jamás
participaba y la otra me encantaba. La primera, los festivales, en que
habría que cantar bailar o declamar eran de mi absoluto desagrado y me
gustaba verlos pero jamás participar.
Seguramente los que han leído los recuerdos de mi primer año de escuela
recuerdan porqué, pero bueno eso será motivo después de un especial
análisis, respecto a lo que ahora se conoce como paradigmas de la mente
humana.
La segunda, las exposiciones, esas si eran de mi gusto y trabajaba con
ahínco en mi supuesto “Laboratorio” para poder presentar en la exposición
de fin de año, todos los experimentos de física que el profesor nos
indicaba en el libro. Con ellos llegué a llenar una caja y ya les comenté
como batallé para llevarlos a la escuela en uno de aquellos autobuses
azules que hacían terminal frente a la casa de la 23 Sur. Supongo que mis
experimentos eran más que horrendos, pero yo llegaba y los colocaba con
orgullo sobre una de las mesas dispuestas en el salón, donde se exhibían
todos los trabajos manuales realizados por los alumnos, para que fueran
vistos por los padres....Deveras ¡que padre!
Mientras tanto mis dos queridas hermanas si disfrutaban mucho participando
en aquellos festivales que se hacían en el teatro al aire libre. Ya he
platicado que mi maestro Huitzil era el fotógrafo oficial y encargado de
dejar plasmados aquellos instantes para toda nuestra existencia y es por
ello que ahora que Elsa me trajo fotos viejas de aquella época, aparece
allí la foto de la “Danza de los viejitos” en que ella participó.
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LA BANDA DE
GUERRA.
Yo pienso
que algo de lo que más disfruté entonces, fue la oportunidad de participar
en la Banda de Guerra de la escuela primaria, pero para mi desgracia era
una banda de simple oropel. Si, recuerdo muy bien aquel día que Huitzil
preguntó que quienes querían participar y yo decidí levantar la mano, pues
me atraía el tambor.
Pero ¡oh
desilusión! Nuestro equipo estaba casi deshecho. El tambor que me tocó
sonaba horrible y estaba completamente bofo, además no había instructor y
por lo tanto aquellas tardes en que los que formábamos la banda teníamos
derecho a salir del salón para practicar, en verdad eran de bastante
relajo, entre desafinados toques de corneta y ruido de las cajas
destempladas.
Poco a poco
fuimos aprendiendo algo, acerca de cómo se podían restirar los cueros de
los tambores para que sonaran un poco mejor y practicábamos con especial
entusiasmo la rutina del paso de redoblado, pero un día....todo acabó.
Cuando el profesor Huitzil nos oyó dijo que no, que no íbamos a tocar
nada por que en realidad no sabíamos. Yo protesté y le dije que si me
sabía el redoble y que me oyera, pero supongo que lo hacía tan mal que no
lo convencí, aunque tampoco me criticó. Los de la corneta estaban mucho
peor y por lo tanto nos dijo que lo más que haríamos sería marcar el paso
con nuestros tambores durante el desfile del 5 de mayo... y así fue.
Los
muchachos grandes de la Normal que encabezaban el contingente de la
escuela tocaban precioso y gracias a ellos nuestra escuela se lucía todos
los años. Yo habría querido tocar como ellos, pues me encantaba verlos
rebotar los palillos sobre los cueros para después golpearlos rítmicamente
entre si y con la orilla del tambor, es decir madera con madera. El efecto
era increíble y claro arrancaban los aplausos de la gente que asistía para
ver el desfile. Para mi desgracia nunca más volví a tocar el tambor.
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LA COLECCIÓN DE ESCUDOS Y
BANDERAS
Yo me
imagino que todavía habrá emisiones de distintos tipos de estampitas que
coleccionar, que se vendan año con año en todas las escuelas del país,
pues veo a mi nieta Marisabel que hoy colecciona estampas de Pokemones,
así que no debe extrañarles que ya en aquel entonces también las
coleccionáramos nosotros. Según recuerdo mi primer álbum se inició en
Monterrey durante la segunda Guerra Mundial y todas la imágenes eran de
aviones, barcos, soldados y batallas en las que participaban las fuerzas
de los Aliados, de las cuales México formaba parte, al menos con el que
fue famoso Escuadrón 201, formado por aviones caza de combate que
participaron en la guerra del Pacífico, en apoyo de las fuerzas de
desembarco de los Estados Unidos.
Pero por
fortuna para 1946 y 1947 ya el mundo estaba en paz, al menos por un corto
tiempo y la colección que estuvo de moda en ese tiempo fue la de escudos y
banderas de los países del mundo entero.
El álbum
comenzaba y lo afirmo por que en este momento lo tengo entre mis manos
(quién lo diría, 53 años después) con el escudo y la bandera de
Afganistán y continuaba en orden alfabético página tras página hasta
llegar a la última que era la de Yugoeslavia. Tenía en el centro cuatro
páginas adicionales y allí se coleccionaban los escudos de cada uno de los
estados de la República Mexicana, que entonces eran 28, más los tres
territorios de Baja California Norte, Baja California Sur y Quintana Roo y
el Distrito Federal. Esto último nos lo enseñaban en la escuela y como
buenos poblanos, nos lo sabíamos como “pericos”.
Las estampas
las vendían en bolsitas en las que venían 4 o 5 de ellas y un pequeño
caramelo y las podíamos adquirir en la “cooperativa” de la escuela que
estaba a la entrada a mano izquierda, al menos la de los niños. El
problema era que salían muchas repetidas y era muy difícil, aún
intercambiando con otros niños lograr llenar el álbum, que por lo demás no
era muy grande, pues tenía 80 escudos y 80 banderas de países, aparte de
los 32 escudos estatales.
Y todo esto
que platico, no tendría mayor trascendencia si no fuera por la razón de
que para llenar mi álbum de escudos y banderas tenía que competir con un
“niño” bastante mayor que yo y que debía de andar por arriba de los
cincuenta años......¡mi Tío Emilio Aguirre!
Si así es,
hablo de mi Tío Emilio, no de Milín, hijo de mi Tío Luis, que más o menos
es de mi edad. El caso es que, como ya he platicado a lo largo de este
trabajo, mis tíos Emilio y Josefina eran “viajeros frecuentes” a Puebla y
por lo tanto entre él y yo habría nacido, según creo y supongo, una
especie de mutua admiración.
Mi Tío
Emilio era el mayor de los hermanos varones de la familia Aguirre
Betancourt, por el contrario mi papá era de los mas chicos, pues solo mi
Tío Alfredo era menor que él. Es decir que si en 1947, papá tendría 45
años, mi Tío Emilio tendría 56 años.
Mi Tío
Emilio, casado con la Tía Josefina no había podido tener hijos y por lo
mismo era frecuente que convivieran con los sobrinos, pero más con la
familia de mi tía, pues era muy usual que alguna sobrina de ella viviera
en su casa por largas temporadas de vacaciones, como por ejemplo Ileanita,
que aparece en una de las fotos siguientes y Noemí que aparece con mi Tío
Emilio, Elsa y Chela, en México pero recién llegados de Puebla.
Sin embargo
mi Tío cuando llegaba a la casa nuestra, sobretodo la de la 3 Poniente
mostraba mucho interés en saber de las cosas que hacía o jugaba. A mi me
agradaba platicar y jugar con él y recuerdo que en un cuarto vacío que
teníamos a la entrada de la casa,. (se aprecia a la izquierda en la foto
de Ileanita) se ponía a jugar frontenis en la pared, para lo cual usábamos
una pequeña pelota de hule y un par de raquetas, de aquellas que vendían
con una liga grande y una pelota en la punta y que de momento no recuerdo
su nombre.
Mi tío se
ponía a jugar conmigo como si fuese de mi edad y ambos nos colocábamos la
bola de tal manera que el otro no la pudiera contestar. Yo siento que mi
tío era como un niño grandote y en verdad se divertía jugando conmigo.
De igual
manera mostraba interés por los supuestos “experimentos” que solía hacer
en mi “laboratorio” o por la pequeña “presa” que construí en una
jardinera.
Con todo
esto, no les debe extrañar que cuando mi tío supo que yo estaba
coleccionando estampas de escudos y banderas, él a su regreso al Distrito
Federal también empezó a comprarlas.
Cuando iban
a Puebla me preguntaba como iba en mi colección y cuando yo le contestaba
que muy mal, pues me faltaban muchas, él como si fuera otro muchacho me
presumía y me decía: -Pues fíjate Manolito que ya me salió la bandera
de...- y a continuación me daba el nombre de aquella que se sabía era muy
difícil de conseguir.
No niego que
alguna vez me habrá regalado algunas de sus estampas duplicadas, o que
hayamos hecho intercambio, pero en verdad mientras mi tío logró llenar
completamente su álbum, yo jamás pude hacerlo y aquí ante mi vista aún
puedo observar los huecos que quedaron de las banderitas y escudos que
nunca pude completar.
Mi Tío
Emilio y yo de alguna forma y con cierta frecuencia continuamos
compartiendo intereses y mutua admiración a lo largo de nuestra
existencia, pero ya tendré oportunidad de comentarlo mas adelante,
mientras tanto baste recordarlo con cariño como aquel “niño grande” que
no dudaba en ponerse a jugar y a competir conmigo. No cabe duda que es un
bonito recuerdo...
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LAS
EXCURSIONES
Dentro de
todas aquellas actividades que podíamos desarrollar en uno solo de los
años de desempeño escolar, no podían faltar las clásicas excursiones
anuales a algún lugar cercano a la ciudad de Puebla.
Dentro de
las fotos que recientemente (fines del 2000) me trajo Elsa, aparecen 5 de
ellas que corresponden a la excursión que su grupo realizó a la zona
arqueológica de Teotihuacán en el año de 1947, que como pueden apreciar no
estaba tan cerca de Puebla. Elsa tiene anotado en las fotos que
corresponden al quinto año de primaria, pero pienso que más bien deben ser
de cuarto año y allí aparece junto a su amiga Carmen Mazón y en una foto
de grupo con la que parece ser su maestra Oralia Montemayor.
De nuestro
grupo recuerdo dos excursiones, la primera la hicimos a Cholula y Calpán
y en ella tuve oportunidad de conocer una de las muchísimas iglesias que
tenía esa población y que se encontraba ubicada en la parte alta de un
pequeño cerro. Allí supe que el cerro era artificial y que en realidad la
tierra a su alrededor cubría una gran pirámide construida por los
indígenas cholultecas, que fue mandada tapar por los españoles para
construir en la cima una iglesia católica, como era su costumbre. Recuerdo
que había algunos túneles excavados a través de los cuales se podía tener
acceso al interior de aquella ruina histórica de nuestros antepasados
indígenas. En Calpán, ciudad que producía riquísimas y dulces manzanas,
asistimos a un evento o festival , pero no recuerdo el motivo.
Al año
siguiente en 1947, nuestra excursión fue a Tehuacan y fue mucho más
divertida, pues el profesor Huitzil nos llevó al Balneario de Garci-Crespo,
que ya desde entonces era famoso por sus aguas termales.
Por alguna
razón, Nazario Valerdi, otro amigo y yo, nos separamos tanto del grupo,
que acabamos perdidos. Ustedes pueden ver algunas de las fotos y notar que
más que preocuparnos tuvimos tiempo hasta para tomar fotografías.
Finalmente nos incorporamos al grupo que ya se encontraba nadando en la
alberca del hotel. Abajo pueden ver las fotos, entre ellas sentado el
profesor Huitzil, en la única foto que conservo de él, observen que a
pesar de ser una excursión llevaba traje y corbata. Por cierto el
significado de Huitzil en lengua nahuatl es "colibrí"
Bonitos
recuerdos de una época que ya se fue y jamás volverá.
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EL DíA DE
LAS VACUNAS
Si alguna
cosa he odiado y temido en la vida, no cabe la menor duda, es todo
lo relacionado con los médicos, inyecciones y medicinas. Así que aquel
día que supe que un grupo de médicos y enfermeras habían llegado a la
escuela para vacunarnos, de lo que supongo sería la vacuna triple y que
para desgracia mía se inyectaba en el brazo un poco abajo del hombro, no
me da nada de pena decirles que me sentí bastante más que aterrado y
angustiado. Ni tardo, ni perezoso me separé del grupo y me fui a esconder
donde pude, pero parece ser que finalmente fui encontrado en uno de los
baños de la escuela, cuando se dieron cuenta de que aún faltaba un alumno de
vacunar. Acabaron por llevarme al sitio y me formaron en la fila donde
estaban poniendo las vacunas, de tal manera que estando todos de pie
íbamos viendo como se la ponían a los demás niños que estaban delante de
nosotros. Fue tal mi espanto al ver la jeringa y la enorme aguja en la
punta, que cuando la enfermera me dio el piquete en el brazo yo sentí que
conforme penetraba el medicamento se me iba nublando la vista. Al verme a
punto de desmayar los médicos se asustaron tanto que bien recuerdo que
alguien dijo: -Rápido inyéctenle Coramina-
Y ¡pácatelas!
Una segunda inyección, ahora en una de mis pompas, que tuve que soportar de
inmediato. Nada pasó en realidad aparte del susto, pero eso sí, me sirvió
de experiencia pues si yo lo que trataba era de escaparme de una
inyección...... ¡Acabé por recibir dos!
Reconozco
ineptitud de los médicos al formar a los niños en línea y dejar que
observen como van inyectando a los demás y no dudo que esas prácticas
continúen todavía en la actualidad. Bien recuerdo el día que llevé a Mela
al Instituto de Nutrición en México, pues solo allí podían hacerle un
estudio especial de calcio y le pasó lo mismo, estuvo parada mucho tiempo
mientras le tocaba su turno y fue viendo como tomaban las muestras de las
demás personas y si a eso le agregamos el olor del alcohol y la falta de
ventilación y la tensión nerviosa de ver como penetra la punta de la
aguja, las condiciones son ideales para que te desmayes.
A pesar de
todo, es evidente que tras de aquella amarga experiencia estaba
aprendiendo que en la vida y por lo general, es mejor afrontar las
situaciones, que tratar de sacarles la vuelta. El costo al final puede ser
mayor, como a mi me sucedió en aquel lejano día...¡dos en vez de una!
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LAS
CALIFICACIONES
Creo sentir
que los tres hermanos Aguirre fuimos buenos estudiantes y que a nuestro
paso por aquella excelente escuela oficial obtuvimos en general muy buenas
calificaciones.
En mi caso,
que es el que recuerdo, imagino que Huitzil me consideraba un buen
estudiante, pues tengo todavía la boleta de calificaciones final de
quinto y de sexto año de primaria en la cuál obtuve un promedio de 10 y el
premio de Buena Conducta en ambos años. Sin embargo y por fortuna, nunca
fui el chamaco odioso que creyera saberlo todo, pues solía convivir con
mis amigos como cualquiera de ellos, sin importar jamás quién era el que
mejor promedio llevaba.
Para mi
suerte esa costumbre la conservé a lo largo de todos los años de estudios
que tuve y aún a la fecha procuro ser así y trato de evitar lo más que
puedo, las demostraciones excesivas de saber sobre algún tema.
Sin embargo,
bien lo se, a todos los que ahora que ya estoy viejo y que a través de
este maravilloso medio han tenido que leer y soportar las muchas páginas
que sobre mi persona he escrito, pues habrán de disculparme tanto
atrevimiento, pues tiene más por objeto platicarles y dejar constancia de
lo que fue mi vida y desde luego la necesidad de hablar tanto de lo bueno,
como de lo malo que permanece en mis recuerdos, que de decirles que tan
bien pude hacer las cosas.
Yo no se que
habría dado por tener la dicha de que el día de hoy hubiera podido leer
todas las aventuras que debió vivir el abuelo Emilio Aguirre Alvarez en su
viaje de Asturias, España a Cuba, de sus éxitos pero también de sus
fracasos, de su desesperación cuando supo que estaba en la ruina y de su
terrible tristeza al no poder regresar jamás a su terruño. Como me habría
gustado que papá nos hubiera dejado escritas sus memorias de aquellos días
de periodista en Veracruz y Tampico, de sus recuerdos de Agustín Lara
Aguirre, cuando apenas era un pianista desconocido de prostíbulo. Es una
lástima que no estén escritos sus recuerdos y esa es la única razón que a
mi me anima a dejar escritos los míos, quizás para que un día lejano,
alguno de mis nietos o bisnietos tenga la paciencia de leerlos y saber un
poco de cómo era y pensaba el abuelo o el bisabuelo.
Pues bien y
para dar por terminada esta corta sección, dentro de aquellos dos años de
estudios, la máxima satisfacción sobre todo para mis padres, resultó ser
que la revista “Alborada” publicó en mayo de 1947, que tanto mi amigo
Nazario Valerdi como yo habíamos ocupado respectivamente el primero y el
segundo lugar en calificaciones de sexto año, en la escuela Anexa a la
Normal. Guardo como un grato recuerdo la hojita correspondiente al Cuadro
de Honor publicada en la revista de esas fechas.
Para mi
desgracia, pero también para mi fortuna, pues ya alguna vez les he
comentado “que nada en la vida es para siempre”, ni yo ni nadie habría
podido imaginar que apenas dos años después, justo cuando entré al
Politécnico, iba a batallar tanto para apenas lograr el pase en mi segundo
curso de Matemáticas, el de Álgebra, con la calificación mínima
aprobatoria. Así es de engañosa nuestra vida y nunca debemos sobreestimar
demasiado nuestras habilidades. De eso habrá oportunidad de platicar un
poco más adelante.
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AQUELLA VEZ
QUE FUE EL DIRECTOR
Ya era el
final de los cursos y aquel día el profesor Huitzil tuvo que faltar por
alguna razón, seguramente justificada, pero que ya no recuerdo. Por tal
motivo nuestra clase tuvo el honor de recibir la visita del señor Director
de la Escuela, que decidió permanecer con nosotros durante todo aquel día
en substitución de nuestro querido maestro titular.
Suelo creer
que al paso de nuestra existencia, ciertos momentos permanecen para
siempre en nuestra mente tan vívidos como si hubiera sido ayer y para mi
suerte, este fue uno de ellos.
El profesor
Francisco Albarrán, Director de la escuela primaria era chaparrito de
estatura y llevaba un traje claro cruzado, (todavía los maestros iban de
traje a su clase) su plática tranquila y pausada nos hizo ver que
estábamos a punto de dejar la escuela y que lo que allí habíamos aprendido
nos serviría de base para salir a luchar por la vida y que quizá para
muchos, como era usual entonces, podría representar el final de sus
estudios escolares.
Aparte de
darnos consejos, recuerdo con mucho gusto como fue que, materia por
materia, nos fue dando muchos “tips”, como diríamos ahora. Empezó por las
reglas gramaticales y de acentuación, pero después pasó a lo que
llamábamos Aritmética y allí fue donde sus consejos permanecieron para
siempre en mi mente.
Vean nada
más la sencillez de lo aprendido en aquel día:
Quieres
dividir entre dos, pues multiplica por 5 y recorre un espacio el punto
decimal, da lo mismo y es mas fácil multiplicar.
Quieres
sacar cuarta o dividir entre cuatro es igual multiplicar por 25 y recorrer
dos lugares el punto decimal.
Quieres
calcular el 10% de una cantidad, recorre un espacio el punto decimal.
Quieres
aplicar el 20% de descuento de una cantidad, multiplica por 8 y recorre un
espacio el punto decimal, el 30% por 7, el 40% por 6, etc.
Quieres
dividir entre 100, recorre dos espacios el punto decimal, entre mil tres
lugares, etc.
No cabe la
menor duda que aquellos, nuestros maestros de la Anexa a la Normal del
Estado de Puebla, eran bastante más que excelentes maestros, eran
verdaderos guías que nos ayudaban a simplificar nuestro futuro....
Gracias maestro Huitzil, gracias maestro Albarrán por toda la ayuda que
recibí de ustedes, en esos dos años inolvidables de mi existencia.
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Se terminó de escribir en Querétaro, el 6 de marzo de
2001, agradezco a mis hermanas Elsa y Chela por sus aportaciones, tanto en
recuerdos como en fotografías, que permitieron enriquecer este relato.
MAB |
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