"EL CABALLITO" HISTORIA Y SITIOS QUE OCUPÓ.
La estatua ecuestre de Carlos IV.

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 MEXICO EN TUS SENTIDOS

 

 

Autor:
Ing. Manuel Aguirre Botello
Agosto, 2004

 

La estatua ecuestre de Carlos IV, El Caballito, dentro del claustro de la que fue Pontificia y Nacional Universidad de México, ubicada entonces junto al Mercado del Volador. Este fue el sitio que ocupó la escultura a partir de  1823, una vez que fue removida del Zócalo capitalino al consumarse la Independencia de México en 1821. Esta excepcional estampa es obra de Pietro Gualdi y gracias a ella podemos tener idea de como era el bello edificio que ocupaba entonces la Universidad. También se debe hacer notar que del lado izquierdo de la imagen y detrás de un enrejado de madera, parece encontrarse la escultura de la diosa Coatlicue, que había sido trasladada a ese sitio en 1790, después de ser descubierta en las cercanías de la Acequia Real


 

LOS CINCO SITIOS DEL CABALLITO

 

Antecedentes

 

Quién fue Carlos IV.

 

Qiuén fue Manuel Tolsá

 

Primer Sitio, Fundición

 

Segundo Sitio, Zócalo

 

El Caballito y el Ejército Trigarante

 

Tercer Sitio, Universidad

 

Cuarto Sitio, Glorieta Reforma

 

El Caballito y el Siglo XX

 

Quinto Sitio, Plaza Tolsá

 

Mapa de los 5 Sitios

 

Conclusión

 

Sitios Afines

 

El Paseo de la Reforma

 

Glorietas del Paseo de la Reforma

 

Estatuas del Paseo de la Reforma

 

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ANTECEDENTES.-
A muchos de los que nos tocó vivir en el Distrito Federal, es posible que con certeza hubiésemos creído que la estatua ecuestre de Carlos IV, el famoso Caballito de Manuel Tolsá, siempre estuvo en la intersección del Paseo de la Reforma, Avenida Juárez y Bucareli, tal como lo vimos desde nuestra niñez, en nuestra juventud y en nuestra madurez.
Para el que esto escribe, quizá para fines de los años 40, alguna vez vio en el periódico El Universal, la imagen de la plaza elíptica con el Caballito de Tolsá al centro y ubicada en pleno Zócalo, pero salvo este efímero recuerdo siempre reconoció la estatua como un inconfundible y permanente  punto de referencia u orientación cuando trataba de ubicar algún sitio o una dirección. También le resultó paso obligado y necesario en muchos cientos de ocasiones, pero ya en los años 60 y 70, ya fuera para incorporarse al Paseo de la Reforma, Bucareli o Avenida Juárez cuando circulaba en auto desde la avenida de San Cosme o por Guerrero a un costado del Jardín de San Fernando. Al pasar frente a él, apenas si de reojo le daba una mirada, pues su vista estaba bien fija en el verde del semáforo o en el auto que le precedía o le antecedía. Después de todo vivir en la Ciudad de México, D.F. (DeFiendete) en aquellos años ya no era precisamente una dicha y la selva de asfalto cubierta ya por miles y miles de vehículos, parecía querer asfixiar aquella pequeña isleta de forma irregular que a duras penas le habían permitido ocupar al otrora orgulloso Caballito.

Pero mejor dejemos a un lado mis recuerdos del Caballito y tratemos de recorrer, al trote, los distintos puntos de la ciudad que ocupó y las razones por las que fue construido y después trasladado varias veces de su sitio.

La proclamación en 1788 de  Carlos IV, como nuevo Rey de España, dio lugar a que don Ignacio Costera  y don Bernardo Bonabia  hicieran la propuesta al Virrey de Revillagigedo de construir dos estatuas ecuestres en honor tanto del nuevo Rey Carlos IV, como de su antecesor  Carlos III. Por falta de recursos solamente pudo construirse una de ellas, Ia de Carlos IV, y fue colocada en la Plaza Mayor sobre un pedestal de mármol, pero tuvo que ser  tallada en madera  por Santiago Sandoval,  indígena deI barrio de Tlatelolco. Como era de esperarse esta estatua tuvo una corta duración y al cabo de dos años se encontraba prácticamente destruida.

 
 

 

 

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Ing. M. Aguirre

 

 

Esta es una vista de la Plaza Mayor de la Ciudad de México en 1793, en una litografía que muestra su reciente restauración, realizada por el Virrey de Revillagigedo. A la izquierda el Mercado del Parián, que ocupaba casi la mitad de la plaza, a la derecha el Palacio Virreinal, con solamente dos niveles y al fondo la extraordinaria vista de la Catedral, completamente terminada. Desde luego, para esa fecha no se había colocado aún la escultura ecuestre de Carlos IV, (El Caballito) obra de Manuel Tolsá, y la estatua de madera que se colocó en 1788 ya habría desaparecido hacia 1790. Esta imagen se encuentra en el sitio del Ministerio de Cultura en España.
Oprima aquí para ver la imagen ampliada y con mayor detalle.



Para eI 12 de julio de 1794, un nuevo virrey llegó a la Nueva España, don Miguel de Ia Grúa Talamanca, Marqués de Branciforte que había dejado muy mala reputación en España, por una serie de actos de corrupción que indujeron a Carlos IV a llamarle fuertemente Ia atención. Para congraciarse con el rey,  Branciforte envió una carta solicitándole que accediese a que  en Ia Plaza Mayor de México se Ie erigiese una nueva estatua ecuestre en bronce, que substituiría a Ia anterior ya desaparecida. En aquella  carta se decía que la escultura tendría un costo de 18,700 pesos, pero que serían cubiertos en su totalidad  por el mismo virrey. Anexos se enviaron los proyectos de Ia escultura y deI pedestal que habían sido diseñados por el arquitecto y escultor don Manuel Tolsá, por aquel entonces el Director de Escultura en Ia Real Academia de San Carlos.

CARLOS IV.-
¿Pero quién fue Carlos IV? ¿Tuvo algo que ver con México?
En realidad no tuvo nada que ver, veamos quien fue, antes de continuar con la historia de su escultura ecuestre.
En la próxima imagen pueden ver un cuadro pintado por Goya que se exhibe en el Museo del Prado de Madrid, en donde aparece Carlos IV con toda su familia
 

 

El cuadro de arriba  es obra de Francisco José de Goya y Lucientes,  con el que culmina los retratos realizados en los últimos años del siglo XVIII. Fue realizada en Aranjuez y Madrid durante el año 1800 y en ella representa a los personajes de la familia de Carlos IV. El artista  capta excepcionalmente la personalidad de cada una de las figuras, centrándose en la reina y el rey como muestra de mujer dominante y hombre abúlico.


 

Carlos IV, fue hijo y sucesor de Carlos III, gobernó a España de 1788 a 1808 y fue un monarca mediocre, totalmente sometido a los caprichos de su esposa María Luisa de Parma, mujer de poco talento e intrigante, y ligera de conducta.
Tuvo como favoritos al Conde de Floridablanca que heredó de Carlos III y luego a Manuel Godoy en 1792.
Su reinado se vio mediatizado por la política exterior de Francia, entonces en estado de permanente revolución. Los primeros años marcarían la política española sus ministros Floridablanca y el Conde de Aranda, pero a partir de 1793 la fuerte personalidad de Godoy se impuso y fue quien optó por inclinarse hacia el directorio francés, con lo cual quedaba vinculado a la revolución y más tarde a Napoleón I, en lugar de optar por el apoyo a Gran Bretaña en contra de Francia.
Carlos IV se sometió por completo a Napoleón quien quiso utilizar la Armada Española contra los ingleses, pero ésta se dirigió a Cádiz a donde los persiguió Nelson y se enfrentaron en Gibraltar a los ingleses perdiendo la batalla la alianza franco-española.
La corte española se encontraba en Aranjuez y acordaron con Godoy la partida hacia Andalucía pero el pueblo se amotinó contra Godoy y el rey abdicó el 19 de marzo de 1808 en favor de su hijo el Príncipe de Asturias
, que se convirtió en Fernando VII.

El breve esbozo de lo que fue el reinado de Carlos IV, nos permite ver con claridad, que nunca hubo razón, ni méritos, para que fuera levantada en México una estatua ecuestre en su honor y que mucho menos ocupara un lugar al centro de la Plaza Mayor o como sucedió tiempo después en 1852, ya cuando México era una República, que fuera trasladada a la glorieta principal que marcaba el inicio del entonces denominado Paseo de Bucareli.
Pero sigamos con la historia de la estatua ecuestre y ya encontraremos después las razones que motivaron su conservación y su trascendencia a través de los años.

Como e
speraba el Virrey Branciforte, por conducto de Manuel Godoy se recibió la contestación a su solicitud en una carta fechada el 15 de marzo de 1796 en Jerez de Ia Frontera. En ella el rey aceptaba que fuese erigida Ia estatua.

MANUEL TOLSÁ.-
Tres meses después, cuando llegó Ia carta a México, el virrey nombró a Manuel Tolsá coordinador de Ia obra, y a don Juan Antonio González Velázquez, Director de Ia Real Academia de San Carlos, para que efectuase Ios planos de Ia gran plaza que serviría de marco a la singular estatua de Carlos IV.
La siguiente etapa consistió en conseguir los fondos para financiar la obra, por lo que el virrey mandó organizar numerosas corridas de toros, superándose con facilidad la meta fijada y llegar a más de 50,000 pesos, reuniéndose gracias al apoyo brindado por varias instituciones y Ias aportaciones de Ia gente acomodada.  Por consiguiente, el Virrey de Branciforte, contrario a lo prometido a Carlos IV en su misiva, no gastó un solo real de su bolsillo.
 

 

Manuel Tolsá y su obra escultórica cumbre, la estatua ecuestre de Carlos IV, que muestra al monarca vestido de emperador romano, montado en un caballo fuerte y en movimiento, como era la tradición romana. Tanto el animal como su jinete asumen dignidad y equilibrio.


 

Manuel Tolsá nacido en España, salió de Cádiz en febrero de 1791 y llegó a México en ese mismo año, venía para asumir el cargo de Director de Escultura de la Academia de San Carlos de muy reciente creación. Para entonces el prestigio de Tolsá era ampliamente reconocido en España en donde había sido escultor de cámara del rey.
A su llegada a México Tolsá participó en distintos proyectos, entre ellos los de supervisión de las obras del desagüe del Valle de México, la nueva introducción de aguas potables y los Baños del Peñón. Para obtener el título de académico de mérito en arquitectura, presentó tres dibujos, uno de ellos con el proyecto para la erección del Colegio de Minería.

Por tal motivo cuando Manuel Tolsá fue llamado para realizar el proyecto de la escultura de Carlos IV, posiblemente en 1795, ya tenía una amplia experiencia y una reconocida trayectoria en México.
Para mediados de 1796 en que Tolsá inició sus trabajos, las dificultades no se hicieron esperar al no poder reunirse  los 600 quintales (un quintal es igual a 46 kilogramos por lo que hablamos de 27.6 toneladas) de metal necesarios para Ia fundición. Tolsá, suspendió los trabajos y recurrió a una solución alterna, que consistía en realizar una  escultura  provisional tallada en madera, mientras se obtenía el mineral requerido
La iniciación de las obras y la primera piedra del pedestal del monumento ecuestre fue colocada por propia mano del virrey el 18 de julio de 1796, apenas unas semanas después de conocer la aprobación de la obra por parte del rey. Sin embargo no fue hasta  el 9 de diciembre de 1796, en la fecha deI santo de Ia reina Maria Luisa, cuando tras de una lujosa ceremonia se develó Ia estatua provisional, hecha de madera y estuco y recubierta con hojas de oro. En medio de los vítores de Ia multitud, el virrey agitó su pañuelo, descorriéndose entonces el velo de terciopelo carmesí que ocultaba Ia escultura. Enseguida estallaron las salvas de artillería y repicaron Ias campanas de la Catedral.
El Virrey de Branciforte nunca pudo ver la estatua de bronce colocada al centro de la Plaza Mayor, pues fue retirado de su cargo en 1798, tras de una cauda de actos de corrupción que le caracterizaron.


PRIMER SITIO.-
Los párrafos que siguen son originales de
don Enrique Salazar Híjar y Haro, quien expresa de manera excepcional todo el proceso que culminó Tolsá, para lograr fundir tan colosal obra de arte.

«... Tolsá continuó con el modelado de Ia escultura definitiva, teniendo como modelo el hermoso percherín poblano Ilamado "Tambor". EI inmenso molde quedó listo para su vaciado en bronce, pero el metal para Ia fundición aún no estaba completo, por lo que Tolsá y su equipo debieron esperar tres años.
Reunido finalmente el metal, Tolsá revisó concienzudamente el molde antes de efectuar el vaciado, encontrándolo en buenas condiciones. EI 2 de agosto de 1802, a Ias 5:00 de Ia tarde, el molde se recalentó para desalojar de su interior Ia cera; también se encendieron dos hornos alimentados con carbón que contenían 300 quintales de metal
en cada uno de sus grandes crisoles. A Ias 6:00 de Ia tarde deI día 4, el metal, convertido en incandescente masa líquida, estaba listo para ser vaciado. Quince minutos fueron suficientes para que el crepitante bronce fundido recorriera los caños y respiraderos para rellenar el molde, completándose así el trascendental lance.
Después de cinco días para que se enfriara el molde, se descubrió que el vaciado había sido un éxito, pues el bronce lo había Ilenado tota
lm
ente. Fue Ia escultura más grande y de una sola pieza efectuada hasta ese momento en los dominios españoles de América. Catorce meses necesitó ToIsá para cortar, limar, cincelar y pulir Ia escultura. Para sacar de su interior el picadizo que Ia rellenaba, se le practicó en Ia grupa deI caballo un orificio por donde podía pasar un trabajador. Se dice que se introdujeron en él 25 personas, para satisfacer Ia curiosidad de saber cuántas cabrían.
Por esta circunstancia, Ia escultura de Carlos IV recibió deI pueblo, además deI cariñoso nombre de Caballito, el de Caballito de Troya
...»

En su libro don Enrique Salazar nos relata todos los detalles del lugar en donde estuvo el taller de fundición y escultura de Manuel Tolsá, (ver nota al calce). Pero de manera sucinta sabemos que fue la huerta del Colegio de San Gregorio, este sitio no era muy lejano de la Plaza Mayor, pero el transporte de Ia enorme escultura de bronce que medía 4.88 metros de altura por 1.78 metros de ancho y 5.40 metros de largo  y con un peso de  casi 6 toneladas, no era tarea fácil.
El 19 de noviembre de 1803, la escultura felizmente terminada y reluciente, fue montada en un carro con 6 ruedas de bronce para su transportación, pero no fue hasta el día 28 del mismo mes que salió de la huerta por la puerta que daba al llamado Puente del Cuervo (esta localización corresponde   con la calle que hoy es República de Venezuela), para iniciar su difícil maniobra de traslado.
El Colegio de San Gregorio y su huerta estaba ubicado en la manzana que actualmente conforman las calles de San Ildefonso, del Carmen, Venezuela y Rodríguez Puebla. En la actualidad, parte del edificio del colegio existe y es ocupado y conservado por la Universidad Obrera de México en la calle de San Ildefonso No. 72. Dentro de la misma manzana se encontraba el Templo y el Colegio de San Pedro y San Pablo, y en la esquina opuesta la que hoy es Iglesia de Loreto y que en aquella época era la  Iglesia de San Gregorio.
Se dice que la maniobra duró 4 días hasta que la estatua pudo quedar colocada sobre el pedestal que se había construido para ella. Pero antes de hablar de las características excepcionales de la estatua y de su ceremonia de inauguración, que les parece si vemos exactamente donde era la huerta del Colegio de San Gregorio en el año de 1803.

SEGUNDO SITIO.-

 

La imagen de arriba corresponde a una sección de un mapa de la ciudad de México en perspectiva, que se dice fue trazado por Carlos López del Troncoso en 1760 y posteriormente grabado por Diego Franco. Ejemplares de este mapa se vendían al público en la Librería de don Cristóbal de Zúñiga y Ontiveros, pero el original del mismo se encuentra en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec. Para nosotros lo más importante es que nos permite localizar el sitio en donde se fundió la escultura ecuestre de Carlos IV y el trayecto que siguió hasta la Plaza Mayor. Este fue el primer trote del Caballito. Del número 1 al 7 corresponden respectivamente a: Plaza Mayor, Catedral, El Parián, Palacio Virreinal, El Volador, Universidad Pontificia y Huerta del Colegio de San Gregorio.
Oprima aquí para ver la imagen ampliada y sin marcas.


 

Una vez que la escultura quedó en su sitio ya era el momento de hacer la inauguración oficial, la cual volvió a realizarse con la misma pompa y en el mismo día de santo de la reina María Luisa. El virrey de la Nueva España había cambiado y para el 9 de diciembre de 1803, correspondió a José de Iturrigaray realizar la ceremonia. Los festejos duraron también tres días y las muestras de admiración por la gran obra fueron patentes, por lo que don Manuel Tolsá recibió amplio reconocimiento de todos los presentes.

La estatua lograda por Tolsá guardaba  perfecta proporción entre el jinete y el caballo (maravilloso ejemplar que perteneció al marqués del Jaral del Berrio y se llamó "Tambor"), lo que no es frecuente en este tipo de obras. La naturalidad de la anatomía del caballo es estupenda y la obra tiende a mejorar los modelos romanos y consigue un armonioso conjunto excepcionalmente bien logrado.
Nuevamente conviene leer los párrafos con los que describe don Enrique Salazar Híjar y Haro las características de la estatua:
 

«... Un gallardo caballo percherín, en el acto de andar pausadamente, siguiendo un gracioso paso llamado galanteo, tiene Ia pata delantera izquierda levantada en contraposición al brazo deI rey. La pata trasera derecha pisaba, como alegoría de dominación, el águila y el carcaj, símbolos deI antiguo Imperio Azteca.
Montado en el hermoso caballo, sobre un paño que le sirve de silla, con sus guarniciones, bellos adornos y sin estribos, el rey está vestido a Ia heroica, empuñando en Ia diestra un cetro levantado en ademán de comandar un ejército y ceñida su frente con una corona de laurel. La escultura estaba enfilada de frente hacia Ia segunda puerta deI Real Palacio
...»

La imagen que sigue, muestra la disposición que tuvo la muy bella plaza construida por el Virrey de Branciforte y la ubicación de la estatua ecuestre de Carlos IV, sobre su pedestal y al centro de la misma.
 

 

Esta es una vista de la Plaza Mayor, similar a la de 1793, pero en perspectiva más amplia, que muestra la gran plaza que se construyó alrededor del monumento ecuestre de Carlos IV en 1796. Nótese que en realidad la estrechez de la plaza era la misma de 1793, dado que el Mercado del Parián aún estaba ubicado en el costado izquierdo y aunque el balaustrado de la plaza, pareciera tener forma circular, en realidad era de forma elíptica. Esta hermosa estampa fue grabada en 1797 por José Joaquín Fabregat, en base a un dibujo de Rafael Jimeno y Planes, precisamente para conmemorar la inauguración de la plaza y de la estatua provisional. La estatua ecuestre definitiva fue colocada en 1803 y permaneció en ese sitio hasta el año de 1823.
Oprima aquí para ver la imagen ampliada y con mayor detalle.


 

 

EL GLOBO AZUL Y EL EJERCITO TRIGARANTE.-
Para el año de 1803 la situación política del Rey Carlos IV se tornaba complicada y por lo mismo los vientos de libertad, inspirados por la Revolución Francesa, empezaban a soplar dentro de las provincias de la Nueva España. Apenas 7 años después, el 15 de septiembre de 1810 don Miguel Hidalgo y Costilla daba el Grito de la Independencia en la Iglesia de Dolores, en Guanajuato.
De la estatua de Carlos IV, a pesar de ser considerada una obra de arte, no agradaba el hecho de que la pata trasera derecha del caballo materialmente aplastaba al águila y al carcaj de las flechas, simbolizando la destrucción del imperio azteca. Esta era una buena razón para repudiar la presencia de la estatua en la Plaza Mayor.
No tendrían que pasar muchos años para que fuera consumada la independencia de nuestra patria y el 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante, o de las Tres Garantías,  entró triunfante a la ciudad de México, encabezado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero.
 

Recreación de la entrada del Ejército Trigarante al Zócalo de la Ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821
Esta imagen es una recreación lograda a partir de varias otras imágenes que se muestran aquí.  Aunque no es perfecta y mucho menos real, creo que da mejor idea de la entrada  triunfal del Ejército Trigarante a la Plaza Mayor, el 27 de septiembre de 1821 y tras de haber recorrido la calle de San Francisco, hoy avenida Madero.
La escena recreada tiene un simbolismo muy especial, pues muestra el momento en que Iturbide, Guerrero y sus huestes pasan a un costado de la Catedral, que representa el lindero sur de lo que fue el Recinto Ceremonial de la Gran Tenochtitlan y a la vez el sitio en que se encontraba la Piedra del Sol, entonces recargada en la torre poniente de Catedral. Al fondo se observa el edificio del hoy conocido Monte de Piedad y que marcaba el sitio donde estuvo el  Palacio de Atzayacatl, en el que Hernán Cortés con sus hombres se alojaron durante la conquista.
Para proteger la valiosa escultura ecuestre del Rey Carlos IV de los embates de la multitud, se narra que fue confinada dentro de un globo azul y en su entorno quedó montado un templete semicircular que sostenía el techo mediante doce columnas. En la imagen normal se observa la estatua tal como existía al centro de la plaza oval, frente al Palacio Virreinal, pero si se hace pasar el puntero del mouse sobre la imagen, entonces se podrá observar como fue protegida  mediante el templete mencionado.


La única forma de evitar la destrucción de la estatua era ocultándola y por tal motivo y durante casi un año y medio estuvo cubierta con el enorme globo azul y el templete semicircular que se muestra en la imagen de arriba.
Una nueva y especial experiencia  para nuestro querido Caballito, que aunque escuchó la algarabía de la gente que celebraba la llegada de la Independencia mexicana, nada pudo ver.
Los días de la estatua parecían estar contados y fue el mismo Guadalupe Victoria, primer presidente de la república, quién propuso que fuera fundida y empleado su material para la acuñación de monedas u otra aplicación de utilidad. Para fortuna de la estatua, correspondió a don Lucas Alamán, hombre ilustrado y entonces ministro de Relaciones Interiores y Exteriores del nuevo gobierno, sugerir que la obra fuera conservada y para su protección se trasladara a otro sitio, en donde no estuviera a la vista del público.
 

TERCER SITIO.-
El sitio elegido fue el claustro de la Pontificia y Nacional Universidad de México (nombre adquirido después de la Independencia), que se encontraba a menos de 500 metros de allí. La imagen que sigue es muy interesante pues nos muestra una vista en planta del centro de la ciudad en la que se aprecia la forma elíptica que tuvo la plaza y la localización que tenía entonces la Universidad, edificio que quedó perdido en el tiempo y del cual se conserva una imagen de su fachada que se muestra a continuación del plano.

 

 

Este mapa del centro de la Ciudad de México en 1807, nos permite ubicar con exactitud el espacio que realmente ocupó la plaza elíptica que rodeaba la estatua ecuestre de Carlos IV. La sección mostrada corresponde a un plano que fue levantado en 1793 por el teniente coronel don Diego García Conde y que previamente actualizado fue grabado en 1807. Los números que he marcado muestran: 1.- Plaza de Carlos IV, 2.- Catedral, 3.- Mercado El Parián, 4.- Palacio Virreinal, 5.- Plaza del Volador, 6.- Pontificia y Nacional Universidad de México. En la imagen aparece marcado con amarillo el trayecto que siguió el Caballito en 1823, cuando quedó "enclaustrado" y "tras las rejas". Este fue el segundo trote del Caballito.



Esta imagen apareció en el libro Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México, escrita en el siglo XVII por el bachiller Cristóbal Bernardo de la Plaza y Jaén. El origen de este edificio se remonta a 1551 cuando el rey Carlos V expide la cédula real con fecha de 21 de septiembre, sin embargo la Universidad ocupa este local hasta 1594. Posteriormente fue reformado en 1688, posiblemente esta litografía corresponda a esta fecha.


 


Una vez tomada la decisión en mayo de 1823, antes de iniciar el traslado se buscó la manera de eliminar el águila y el carcaj que se dice, aplastaba la pata del caballo y evitar el motivo principal del rechazo público.
En cuanto a este tema es importante conocer lo que nos dice
don Enrique Salazar Híjar y Haro en su libro "Los Trotes del Caballito":


«... Se decía entonces, que la pata derecha del Caballito pisaba una águila y un carcaj, símbolos del imperio mexica, y que cuando se trasladó la escultura al claustro de la Pontificia Universidad, se pretendió eliminarlos con cincel y martillo, por ser estos un signo infamante a la nacionalidad mexicana. El proyecto original de Tolsá en cera para la escultura de bronce no tiene ningún águila bajo la pata y muestra solamente el carcaj, lo que nos da a entender que probablemente dicha águila sólo existió en la primera escultura que fue de madera. El carcaj no se eliminó por que era necesario para dar soporte a la escultura, aunque el carcaj simboliza también al Imperio Mexica. ...»


Lo que comenta don Enrique se puede comprobar observando la siguiente imagen que muestra un detalle de la pata que oprime el carcaj. Esta foto es reciente y corresponde al sitio que hoy ocupa, frente al Palacio de Minería.
 

Vista en detalle de la pata derecha oprimiendo el carcaj y las flechas, que en cierta forma simbolizan el dominio de 300 años ejercido sobre el Imperio Mexica



El espacio que ocuparía la estatua sería el patio central que tenía el antiguo claustro del edificio universitario, colocándose al centro sobre una base rectangular de bajo peralte y rodeado por una reja metálica de aproximadamente un metro y medio de altura.
El Ayuntamiento de la ciudad decidió contratar al arquitecto Brey para que en el curso del mes de mayo de 1823 se encargara de bajar la estatua de su pedestal y después transportarla cuidadosamente hasta su nuevo sitio en donde fue colocada.

Al inicio de este trabajo aparece una  excepcional estampa que es obra de Pietro Gualdi, que nos muestra la disposición del claustro de la Universidad con la estatua de Carlos IV al centro. Podría pensarse que como en1823 no existía ningún procedimiento fotográfico, no habría fotos de la estatua en ese sitio, pero como tuvo que permanecer "enclaustrada" hasta 1852, resulta que para nuestra fortuna si hay una. Se dice que en 1839, cuando el procedimiento de la daguerrotipia, precursora de la fotografía, estaba en sus inicios, llegó a México por el puerto de Veracruz un grabador francés de nombre Jean Prelier Dudoille, que había aprendido el proceso original en Francia. El dejó varias imágenes, entre ellas la que sigue, que aún cuando no se conserva con excelente calidad, dado el paso de los años, si es un documento histórico que nos permite ver detrás de la estatua, la arquería del patio del edificio universitario, que actualmente ya no existe.

 
 

Este es el daguerrotipo que existe de la estatua de Carlos IV dentro del claustro de la Universidad, se dice que fue obtenida en 1839 por el grabador francés Jean Prelier. El Caballito de Tolsá tuvo que permanecer allí, fuera de la vista del público en general hasta el año de 1852. Este edificio se encontraba atrás del terreno que ocupaba el Mercado del Volador. Esta y otras extraordinarias imágenes se encuentran en el sitio de George Eastman House


 

En el tiempo, 29 años, que la estatua ecuestre de Carlos IV estuvo oculta dentro del patio de la Universidad, la transformación de la Plaza Mayor y sus alrededores fue radical. En primer lugar la plazoleta elíptica, con sus balaustradas y su puertas ornamentales fue completamente desmantelada y se dice que las balaustras fueron utilizadas para construir bancas en la Alameda. Años después en junio de 1843, Antonio López de Santa Anna dio la orden de que fuera derribado el Mercado del Parián (mostrado en la segunda imagen de este trabajo) y fue hasta entonces que adquirió las dimensiones que tiene actualmente. El proyecto de Santa Anna consideraba la construcción de un gran monumento a la Independencia en la Plaza Mayor y en el mismo año de 1843 mandó a construir lo que sería el basamento o "zócalo" en el centro de la plaza. La construcción nunca pasó de allí y fue por esa razón que la gente empezó a llamar "El Zócalo" a la Plaza Mayor de la ciudad.
La que se denominaba  Plaza del Volador, como lo muestra el número 5 del plano mostrado arriba, se encontraba en un costado del Palacio Nacional y tuvo múltiples usos. Como era un espacio abierto en su época prehispánica y aún después de ella, era el sitio en el cual se ejecutaban las maniobras acrobáticas, similares a las que todavía realizan los "Voladores de Papantla". Además los virreyes preferían utilizarlo como plaza de toros o palenque para peleas de gallos, pues los balcones del palacio se convertían en los palcos privilegiados para ver el espectáculo. Incluso llegó a ser sitio en el cual se realizaron los Autos de Fe de la Santa Inquisición. Pero cuando no tenía dichos usos se convertía en un gran tianguis.
Al desaparecer El Parián con mayor razón El Volador se convirtió en un mercado permanente y no fue hasta el año de  1934  que fue retirado el mercado y el terreno se utilizó para construir un jardín. La foto que sigue muestra dicha plaza, que duró pocos años pues en 1936 el terreno se utilizó para construir el edificio de la Suprema Corte de Justicia, que es el uso que tiene en la actualidad. Las antiguas construcciones de la Universidad, también fueron demolidas con anterioridad, como se aprecia en la foto siguiente.
 

 

En esta foto aparece la Plaza del Volador que se construyó cuando fue derribado el mercado en 1934.  Al fondo del lado izquierdo se aprecian los balcones laterales del Palacio Nacional que servían como palcos en las corridas de toros virreinales y  a la derecha también al fondo, el sitio que ocupó la Pontificia y Nacional Universidad. Poco tiempo duró este jardín pues para el año de 1936 se inició la  construcción del edificio de la Suprema Corte de Justicia, que se inauguró en 1941.


 

CUARTO SITIO.-
Para fortuna del Caballito un día pudo dejar su cárcel y liberarse de las rejas que lo mantuvieron oculto durante casi 30 años y fue precisamente en el período presidencial de don Mariano Arista en 1852, que el alcalde de la ciudad don Miguel Lerdo de Tejada propuso que se llevase a la que entonces era la primera glorieta e inicio del Paseo de Bucareli que estaba en proceso de remodelación.
El arquitecto Lorenzo de la Hidalga fue elegido por concurso para hacer el traslado y construir además el nuevo pedestal que ocuparía la estatua y por tal motivo la maniobra de traslado de la voluminosa y pesada escultura se inició el día 3 de septiembre de 1852. Por el contrario de los anteriores movimientos este sería más complicado y mucho más largo pues el trayecto sería de un poco más de 2 kilómetros y por otra parte las condiciones de la que entonces se llamaba Calzada del Calvario, hoy Avenida Juárez, era bastante deplorable.
Dadas las condiciones, la maniobra de traslado duró 21 días y fue hasta el 24 de septiembre cuando quedó finalmente instalada en su nuevo pedestal.
La imagen que sigue nos permite además de apreciar el recorrido que siguió la estatua durante el traslado, ver también como lucía entonces la bella capital
 

 

Esta es una imagen muy interesante, pues aparte de mostrarnos cual fue el trayecto que tuvo que seguir la escultura de Carlos IV en su traslado de 1852, corresponde a la primera vista aérea que en su conjunto se tuvo de la Ciudad de México, es obra del gran artista Casimiro Castro y fue obtenida desde un globo aerostático, se realizó en el año de 1855. Aquí muestro solamente una vista parcial de la misma y se que muchos de ustedes estarán pensando que para que le puse letreros y flechas, si se trata de una obra de arte. La gran ventaja es que se las puedes quitar y verla incluso con un poco más de resolución, si haces click aquí.  Imagino que el original que se encuentra en el Museo de Historia del Castillo de Chapultepec debe de ser bellísimo, sin embargo la copia que yo poseo no es tan buena y el colorido es malo, pero aún así espero que la puedan disfrutar. La litografía fue trabajo de Decaen. El Caballito tendría unos 3 años de haber sido trasladado al sitio que ocupa, al inicio del que fuera hermoso Paseo de Bucareli, también conocido como Paseo Nuevo. Este trayecto fue el tercer trote del Caballito.


 


A pesar de que el conjunto escultórico había sido protegido por un enrejado metálico de forma rectangular, poco tiempo bastó para que el vandalismo hiciera de las suyas, robándose las losas de mármol que recubrían el pedestal y las mismas rejas de protección. Como había dicho arriba este sitio estaba bastante despoblado entonces y salvo la plaza de toros y algunas casonas que bordeaban el Paseo de Bucareli no era una zona urbana todavía.
Tal situación  dio como resultado que ese sitio acabara por convertirse en un verdadero muladar, alrededor del cual vaciaban la basura los carretones recolectores. El problema debió de ser resuelto, dada la cercanía de la plaza de toros  y el hecho de que esta zona estuviera catalogada como un paseo campestre.
La imagen de arriba obra de arte de Casimiro Castro, no es la única y abajo vamos a ver otras dos más de su múltiple cosecha, que quedaron como mudos testigos de la fisonomía urbana de aquella época. La que sigue corresponde al año de 1856, y en ella se aprecia con mucho más detalle la bella zona en donde estaba enclavado el amplio y arbolado Paseo de Bucareli.
El proyecto de construir el Paseo de la Reforma no existía ni en sueños, y por tal motivo tanto el jinete como el caballo de la estatua miran en dirección del  Paseo de Bucareli.
Una vez más y después de su largo encierro, la estatua del Caballito sería testigo desde su nuevo y espectacular sitio, del paso de múltiples acontecimientos de nuestra historia nacional.

 

 

Esta litografía de 1856, también es obra de Casimiro Castro y muestra la estatua ecuestre de Carlos IV en la primera glorieta del entonces Paseo de Bucareli. Del lado derecho se encuentra la plaza de toros del Paseo Nuevo y al fondo se distinguen el Bosque y el Castillo de Chapultepec. En un principio, 1852, esta glorieta se convirtió en un basurero y la estatua fue presa del vandalismo.


 

¿Y como era la situación política de nuestra patria en esos años?
Pues complicada y absurda como verán.
Cuando el Caballito llegó a su nuevo sitio en 1852, apenas 4 años antes México había recibido 15 millones de dólares a cambio de entregar 2.2 millones de kilómetros cuadrados que ocupaban Texas, Arizona, Nuevo México y la Alta California. ¡Habíamos perdido la mitad del territorio nacional! Sin embargo lo absurdo fue que el causante principal de dicha pérdida, su alteza serenísima Antonio López de Santa Anna, estaba a punto de retornar al poder por décima primera y última ocasión, aunque esto nos parezca increíble.
Don Mariano Arista que tuvo la visión de "perdonar" al Caballito y permitir que saliera de su largo enclaustramiento, había tomado posesión como presidente constitucional por nombramiento expreso del Congreso en 1851 dándose una transición pacífica. Sin embargo su política liberal moderada atrajo severas críticas y se vio obligado a renunciar en 1853. En ese mismo año como dije, retorna Santa Anna y como dictador, que siempre fue, decide venderle a los Estados Unidos de Norteamérica la franja de La Mesilla de 75,000 kilómetros cuadrados en 10 millones de dólares. Un territorio tan grande como 4 veces el Distrito Federal. Algo increíble ¿verdad?
El Caballito que detrás de su caparazón azul había "escuchado" en 1821 la entrada a la Plaza Mayor del orgulloso Ejército Trigarante, apenas comenzaba a enterarse de los muchos acontecimientos que le tocaría conocer en ese sitio...
La imagen que sigue corresponde al mismo lugar pero 28 años después de que la estatua de Carlos IV fue llevada allí.
 

 

Esta es otra litografía del mismo Casimiro Castro pero que corresponde al año de 1869. En ella se muestra la misma glorieta, pero ahora incluyendo el incipiente trazo del Paseo de la Reforma y los típicos Y eficientes tranvías de mulitas, que cubrían buena parte de la ciudad. Para ver la imagen ampliada Oprima aquí


 


No cabe duda que era una época agitada y convulsa, pues en tan solo 32 años y aparte de los acontecimientos que ya mencioné arriba, en 1857 se promulga una nueva constitución que jura el presidente Comonfort, pero en 1858 cae Comonfort y llega Benito Juárez al poder, aunque al poco tiempo es apresado y se inicia la cruenta Guerra de Reforma. En 1861 triunfan los liberales, Juárez es electo formalmente presidente de la república y se ve precisado a declarar al país en moratoria de pagos. Tres grandes potencias, España, Inglaterra y Francia reclaman los pagos, pero solamente Francia nos invade en 1862. El 5 de mayo el general Zaragoza y sus fuerzas armadas se cubren de gloria en Puebla al derrotar al ejército francés, sin embargo al año siguiente toman la Ciudad de México. Al año siguiente, 1864,  llega a México Maximiliano de Habsburgo y se convierte en emperador. Nace el Segundo Imperio.
Una vez más nuestra patria estaba en las manos de extranjeros.

Maximiliano tuvo mucho que ver con la glorieta de la imagen anterior, pues su carruaje tenía que rodear y seguramente ver la estatua ecuestre de Carlos IV casi todos los días, cuando se transportaba del Palacio Nacional al Castillo de Chapultepec, que era el sitio de su residencia. El promovió e inició la construcción del Paseo de la Reforma, pero nunca pudo utilizarlo como vía de acceso al castillo y mucho menos verlo terminado. Véase Paseo de la Reforma en este mismo sitio.
Para nuestra gran fortuna el Segundo Imperio solamente duró tres años y en 1867 Maximiliano es fusilado y retorna Benito Juárez al poder, a pesar de que nunca dejó de ser presidente de la república.
Para 1880, que se dice ser la fecha de la litografía de Casimiro Castro, ya el Paseo de la Reforma funcionaba como tal (un paseo) en toda su extensión y Porfirio Díaz había llegado al poder.
A Porfirio Díaz se debe realmente la conclusión de las obras del Paseo de la Reforma y haberlo convertido en una vía lujosa y bellamente ornamentada con glorietas, monumentos, camellones arbolados y estatuas.
La imagen que sigue resulta interesante por ello, pues don Porfirio mandó colocar dos estatuas, los Indios Verdes, precisamente frente a la estatua del Caballito.
 

 

Entre 1889 y 1891, un par de invitados llegaron y enfrentaron la ya famosa estatua ecuestre de Carlos IV, que ya se acercaba a los 40 años de permanencia en ese sitio. Eran los Indios Verdes, otras dos estatuas famosas de la inspiración del escultor mexicano Alejandro Casarín, ellas representaban a Auízotl e Izcóatl dos de los emperadores del gigantesco imperio azteca, que alguna vez pisoteó la pata trasera del caballo de Carlos IV.


 

No poseo información completa del como y porqué llegaron los Indios Verdes a ocupar un sitio tan importante al inicio del Paseo de la Reforma. Tampoco conozco la  razón que pudo existir para colocar frente a frente, el símbolo del orgulloso Imperio Azteca representado por los Indios Verdes, y la simbólica presencia de tres siglos de dominación del Imperio Español, que en cierta forma representaba la estatua de Carlos IV.
Sin embargo encontré una página en internet de la familia Casarín,  en la que se hace una descripción histórica de las estatuas y del momento en que el Ministro de Fomento acude a la ceremonia de inauguración de las mismas, sin embargo encuentro cierta discrepancia en relación con la fecha de su colocación, pues ellos mencionan 1889 y en otros textos encuentro la fecha de 1891.
El caso fue que se desató una gran polémica por la colocación de aquellas esculturas gigantes que representaban a dos de los emperadores aztecas, Ahuízotl e Izcóatl, pero si ustedes creen que la polémica se daba por la presencia de Carlos IV, bien vale la pena que lean lo siguiente:

«... A la polémica del pabellón de 1889 (se refiere al pabellón de México en la Feria Mundial), se sumó pronto otra, en 1891, cuando en la entrada del Paseo de la Reforma, lindantes con el monumento a Carlos IV de Tolsá, se inauguraron las gigantescas esculturas de los héroes aztecas Ahuízotl y (sic) Izcóatl, realizados por el escultor Alejandro Casarín, y colocadas sobre unos pedestales de mármol negro, popularmente conocidos como los "indios verdes". La polémica, como destaca Elisa García Barragán, se produjo "ya que los reyes esculpidos dentro de un pretendido realismo indígena rompían la armonía del afrancesado paseo". Dos años después se leía en "El Monitor Republicano": "Insiste un periódico y con mucha justicia, en pedir al Ayuntamiento que suprima los ridículos y antiestéticos muñecotes colocados a la entrada del Paseo de la Reforma. Los turistas que visitan esta capital creen que esos adefesios son obra de los primitivos pobladores del Anáhuac y que nuestro ayuntamiento los conserva allí como reliquias arqueológicas. Así opinan los que nos juzgan favorablemente. En cuanto a los que sepan que son obras contemporáneas nos calificarán seguro de salvajes ...»

«... Las respuestas a ambas obras tan polémicas, el Pabellón del 89 y los "indios verdes", se produjeron casi una década después: para la exposición de París de 1900 se descartó por completo el estilo indígena para el pabellón mexicano optándose, en una clara muestra de que se preferían los historicismos de historias ajenas, por uno de estilo morisco, y al año siguiente, en 1901, los "indios verdes" fueron trasladados al más adecuado Paseo de la Viga, donde se colocaron en nuevos pedestales en "estilo maya", hecho por el arquitecto Guillermo de Heredia ...»

Y lo que sigue es una parte sobresaliente de lo que narra la familia Casarín en su propia página familiar.

«... De la fiesta de entonces, discurso al calce del señor secretario de Fomento, Carlos Pacheco, daba cuenta pasaditas las tres de la tarde del 30 de septiembre de 1889, el Siglo XIX: "Con ese mismo bronce se cinceló, golpe por golpe, la grandeza de nuestra raza..."
Los indios verdes, joven uno; viejo el otro, aunque ambos guerreros, abrían el Paseo de la Reforma, llamado alguna vez Calzada Degollado; otro Paseo del Emperador, y uno más Paseo de la Emperatriz, ajenos al violento tráfago dominical del Paseo de Bucareli y aún a los bostezos sin fin del caballito de la mediocridad montado por el monarca español Carlos IV, bajo la firma del escultor valenciano Manuel Tolsá.

Presente en la ceremonia de colocación de los colosos en bronce en el espacio conocido por décadas como Plaza del Paseo, a cuyos dominios confluían los de Bucareli y Reforma, el escultor Alejandro Casarín no estuvo en la orden del día para explicar la justeza del vaciado de sus obras; el atavío de la orden de los caballeros tigres en una de ellas; las fauces abiertas del jaguar u océlotl en otra ...

 Nacido en la ciudad de México en 1840, el artista había combatido con tal fiereza a los invasores franceses, que vuelto prisionero sería enviado al país galo donde, tras una corta condena, trabajaría al lado de los grandes maestros europeos de su tiempo: Meissonier, Zamacois, Fortun, Carot, Millet...

 Casarín murió en los Estados Unidos en el año de 1907...»

Como se ha dicho arriba,  injustamente diría yo, los famosos Indios Verdes dejaron la custodia del Paseo de la Reforma en 1901 y se convirtieron en celosos guardianes del acceso del tradicional Paseo de la Viga, sitio en el cual permanecieron por muchos años. Mientras tanto y al contrario de lo que pudiera esperarse, el Caballito continuó sus días de esplendor y se preparaba ya para las cercanas fiestas del Centenario, las de 1910. Después de todo la popular estatua estaría cumpliendo entonces 107 años de edad.
 

   

Para fines del siglo XIX e inicio del XX, en plena dictadura porfiriana, el Caballito era un símbolo y referencia obligada, como en esta foto que sirvió como punto de partida para una carrera de bicicletas. Al fondo en todo su esplendor la casona de don Ignacio de la Torre y Mier.


EL SIGLO XX.-

Era quizá la primera década del siglo XX y la dictadura de Porfirio Díaz llegaba a su fin,  pero el simbólico Caballito que había visto la transformación urbana de la ciudad capital desde 1852 permanecía en su sitio, los Indios Verdes se habían ido ya y ahora pareciera observar con admiración y asombro los característicos automóviles que rodeaban el monumento, posiblemente se tratara de los inolvidables Ford modelo T, que por más de 15 millones se diseminaron por el mundo entre 1908 y 1927.


 

Después de 1910 al Caballito le tocó "vivir" la transformación del sitio en que se encontraba. En las siguientes 6 imágenes y en sus descripciones al calce, podrán enterarse brevemente de lo sucedido.
Sin embargo, lo que nunca pudo imaginar fue que aquellos "extraños" vehículos negros propulsados a motor de gasolina y que comenzaron a rodear su glorieta en el primer decenio del siglo pasado, serían finalmente los que lograran destronarlo tras de 127 años de historia que le tocó ver transcurrir desde tan privilegiado lugar...
 

  Pase el cursor del mouse sobre la imagen
Recreación del Palacio Legislativo de la Ciudad de México

Don Porfirio ya no gobernaba, pues la imagen quizá corresponda al año de 1915 o 1916, dado que el número de automóviles comparado con los carros de tracción animal parece ser mayor. Nuestro país estaba viviendo una cruenta y muy poco útil Revolución, sin embargo a pesar del daño que había causado su dictadura, la huella de don Porfirio Díaz estaba allí. Al fondo el que pudo ser suntuoso Palacio Legislativo, a la derecha la fila de extraordinarias  y bellas construcciones que continuaban después por todo el Paseo de la Reforma y los tranvías, la red de tranvías eléctricos que en esa época era tan importante como ahora lo es el Metro. Pasando el cursor del "mouse" sobre la imagen de arriba se puede ver como habría sido el grandioso Palacio Legislativo que no pudo terminar don Porfirio Díaz.
El Caballito continuaba allí orgulloso de formar parte de tan bello paisaje urbano, pero quizá un poco asustado cuando muy cerca de él tuvo que vivir las batallas callejeras durante la Decena Trágica de 1913.


 

Corría ya la década de los 30 del siglo pasado, el Caballito seguía en su sitio y la isleta cuadrangular donde se encontraba había sido adornada con césped, banquetas y alumbrado público ornamental. Todavía era posible cruzar la calle, como se aprecia en la foto, y ver con detalle la escultura y leer las placas conmemorativas. Aprovechando la estructura de hierro que estaba destinada para levantar el Palacio Legislativo,  que se vislumbran detrás de la silueta del Caballito, el arquitecto Carlos Obregón Santacilia en 1932 logra que la cúpula central y sus apoyos,  se convirtieran en el actual Monumento a la Revolución. Al frente la Lotería Nacional ocupaba desde 1925 la casona que fuera propiedad de don Ignacio de la Torre y Mier, en Paseo de la Reforma No. 1, y fue ahí donde por primera vez en el país se utilizó un letrero luminoso de gas neón.


 

Ahora es la década de los 40, el Caballito se acerca al primer centenario de ocupar ese sitio, nuestro país participa con los aliados en la Segunda Guerra Mundial y esto le trae enorme beneficio económico. Ahora la escultura de Carlos IV observa de que manera proliferan los rascacielos a su alrededor. Tras de él se aprecia la estructura del nuevo edificio que ex profeso se construía para albergar a la Lotería Nacional. “El Moro”, como se le conoció entonces, fue el primer edificio que se construyó por medio de un procedimiento de flotación elástica, obra del Ing. José Antonio Cuevas, el cual se inauguró el 28 de noviembre de 1946.


 

 

La gloriosa época de los años 50 del siglo pasado había llegado, El Caballito, la estatua ecuestre de Carlos IV, había cumplido en 1952 su primer centenario en ese sitio. El número de automóviles y autobuses se había multiplicado al grado de que la isleta en forma de cuadrángulo que protegía la estatua, tuvo que hacerse circular y se redujo a su mínima expresión. Había  llegado el "progreso", los tranvías ya no podían circular en este crucero; la Plaza de la República lucía al Monumento de la Revolución, que no podría compararse con lo que habría sido el Palacio Legislativo; el Edificio Corcuera, con su anuncio de Goodrich Euzkadi y una enorme llanta en lo más alto, todavía vivió unos años después de la fecha de esta foto, pues en 1957 tuvo que demolerse por el sismo de ese año. Por el contrario el "nuevo" edificio de la Lotería Nacional lo pudo soportar sin daños. México se había incorporado a la era de la televisión y el 1° de septiembre de 1950 se transmitió la primera señal del canal 4 desde el piso 14 del Edificio de la Lotería Nacional, con el Informe de Gobierno de Miguel Alemán.



Las espantosas tolvaneras de los años 50 y 60 del siglo pasado, hoy casi nadie las recuerda, pero las nubes de polvo que por las tardes cubrían la ciudad, provocaban infecciones respiratorias e intestinales, por lo que la gente procuraba protegerse con pañuelos. El polvo provenía del lecho del Lago de Texcoco que poco a poco se fue desecando. Con el tiempo el término tolvanera fue olvidado y substituido por otro, "smog" , mezcla de humos industriales y vehiculares que contaminaron el ambiente, aún más que las olvidadas tolvaneras de los 50. El imperturbable Caballito estaba aprendiendo a vivir en la "selva de asfalto"


 
 

Esta es una extraordinaria fotografía de Héctor García,  y aunque no tengo la fecha debe corresponder con la década de los años 60 del siglo anterior. Aquí aparte de apreciarse el gran tamaño de la estatua, se muestra otra más de sus virtudes, al haber sido un excelente punto de observación  y haber podido soportar la carga de todos aquellos que buscaron un buen lugar para ver los espectáculos. Desfiles patrios, deportivos y temáticos pasaron junto a él; manifestaciones obreras que siempre iniciaban en el monumento a la Revolución lo aturdieron con sus gritos y su arengas; la quema del puma y del burro blanco antes del juego Poli-Unam que se hacían en Bucareli, lo rodearon gritando sus características porras y claro imposible de olvidar, los disturbios y marchas estudiantiles lo dejaron siempre pintarrajeado y maltratado de su pedestal.


 


QUINTO SITIO.-
La intersección vial de Paseo de la Reforma con Avenida Juárez y Bucareli cada vez fue siendo más y más conflictiva. En 1964 don Ernesto P. Uruchurtu  inauguró la prolongación del Paseo de la Reforma casi dos kilómetros más hacia el noreste de la ciudad, incrementando el volumen vehicular en esa zona, pero en 1977 el proyecto del profesor Hank González para construir una red de 34 ejes viales, acabó de complicar la situación de dicho cruce. El volumen de tráfico generado por el Eje Vial 1 Poniente (Guerrero-Bucareli) se incorporaba a la complejidad del nudo vial.
Nunca se contempló la posibilidad de construir un paso inferior o bien no se consideró práctico y por lo tanto se decidió que era un buen momento para trasladar la centenaria estatua ecuestre a un lugar más tranquilo, en el que los visitantes pudiesen apreciar sus grandes dotes y depurado estilo.
En la imagen que sigue se aprecia la situación de la estatua en los años setenta.
 

 

Llegamos a la década de los años 70, en la foto de la izquierda se aprecia la situación de la estatua una vez que el Paseo de la Reforma se había prolongado hacia el noreste y que el proyecto del Eje Vial Guerrero Bucareli estaba a punto de hacer todavía más conflictivo el paso de vehículos por ese lugar. La isleta del Caballito a pesar de estar adornada con plantas y flores, ya no era redonda y había adoptado un diseño geométrico de acuerdo con las necesidades viales. Desde luego nadie se atrevía a cruzar hasta allí para poder ver la escultura de cerca, pues era materialmente imposible. En 1968 se inició la construcción del edificio "Prisma" de la Lotería Nacional, en Avenida Juárez 101, hermosa y moderna construcción que aparece detrás de la estatua y que se inauguró en el año de 1970. En 1979, tras de 127 años de ocupar ese sitio, la estatua de Carlos IV fue trasladada a su propia plaza y como se aprecia en la foto de la derecha la tradicional imagen cambió para siempre. Con el tiempo llegó el nuevo Caballito del escultor Sebastian, pero ahora formando parte de la fachada principal de un nuevo rascacielos.


 

El arquitecto Sergio Zaldívar Guerra quién diseñó y construyó la que fue famosa fuente de Las Regaderas (Cutzamala) en Paseo de la Reforma, entonces era director de Sitios Patrimoniales y Monumentos deI Departamento deI Distrito Federal  y propuso realizar el cambio de Ia escultura a Ia calle de Tacuba, en la plaza que ya existía enfrente del Palacio de Minería. Una vez que fue aprobado el proyecto en el mes de mayo de 1979, el Caballito fue protegido por andamiajes y bardas provisionales y un grupo de operarios bajo Ia supervisión deI arquitecto Zaldívar, iniciaron las maniobras de traslado. EI 27 de mayo de 1979, después de una emotiva ceremonia, dos enormes grúas levantaron pausadamente Ia enorme y pesada jaula metálica con el Caballito adentro, depositándola con suavidad sobre un remolque que inició el traslado a Ia calle de Tacuba. El pedestal de la estatua que había sido construido por el arquitecto Lorenzo de la Hidalga 127 años atrás, tuvo que ser desmontado piedra por piedra a fin de poder reconstruirlo de manera idéntica al original en la nueva plaza.
La plaza que existía fue totalmente remodelada y una vez terminada se le dio el nombre de Manuel Tolsá. El costo de estas obras fue del orden de 3 millones de pesos de aquella época.
La imagen que sigue muestra el trayecto utilizado para trasladar la estatua a su nueva plaza.
 

  LOS 5 SITIOS EN DONDE ESTUVO "EL CABALLITO"

Este plano que muestra la situación actual del Centro Histórico de la Ciudad de México, es una adaptación del que fue publicado por el diario Reforma en su sección de Viajes. Es interesante porque muestra la mayoría de los edificios antiguos de la ciudad que se consideran obras de arte o museos y pueden ser visitados en la actualidad por los turistas. Los 5 círculos amarillos con un número dentro, representan los 5 sitios en los que estuvo alguna vez la estatua ecuestre de Carlos IV y son: 1.- El taller de  fundición de Manuel Tolsá en el que fue Colegio de San Gregorio, 2.- La Plaza Mayor hoy Zócalo de la Ciudad de México, 3.- El claustro de la Universidad, 4.- La glorieta que marcaba el inicio del Paseo de Bucareli y 5.- Plaza de Manuel Tolsá enfrente del Palacio de Minería. El plano muestra con línea amarilla el trayecto que siguió la estatua en 1979 al ser trasladada a la Plaza Tolsá. Este fue el cuarto trote del Caballito y quizá el último. Oprima aquí para ver la imagen ampliada y los nombres.


 

Para el 28 de agosto de 1979, una vez que se habían terminado totalmente las adecuaciones a la plaza y a la estatua ecuestre, se dio una  entusiasta y concurrida ceremonia de inauguración que encabezó el propio presidente de la República. Durante la ceremonia de inauguración se depositó una cápsula cilíndrica dentro del pedestal conteniendo varios elementos simbólicos de la época y un mensaje escrito por el arquitecto Zaldivar y firmando por el presidente López Portillo.
 

 

Vista de la Plaza Manuel Tolsá una vez inaugurada con la estatua ecuestre del Rey Carlos IV en el lugar de honor. Aunque la estatua mira hacia el Palacio de Minería, en la foto se aprecia a su espalda otro extraordinario edificio que originalmente fue utilizado como Palacio de Comunicaciones. Este edificio data de la época porfiriana y fue proyectado por el arquitecto italiano Silvio Contri en 1905, pero fue inaugurado hasta 1911 por don Francisco I. Madero. Actualmente es el Museo Nacional de Arte.


   
 

La Plaza de Manuel Tolsá, tal como luce en la actualidad en un día domingo, al centro la estatua ecuestre de Carlos IV, mirando hacia otra de las obras maestras que se deben a Manuel Tolsá: El Palacio de Minería, planeado y construido de 1797 a 1813 para albergar al Real Seminario de Minería, Actualmente este edificio está bajo el resguardo de la Facultad de Ingeniería de la UNAM y  entre otras cosas alberga el Centro de Educación Continua. Atrás de la estatua se encuentra el que fue Palacio de Comunicaciones.


 

Este es un acercamiento de la colosal estatua ecuestre que permite apreciar en detalle su costado izquierdo. Foto reciente cortesía de José Manuel Aguirre Martín.


 

Y en esta otra imagen  se puede apreciar  en detalle su costado derechoo. Foto reciente cortesía de José Manuel Aguirre Martín.


 

La Plaza Manuel Tolsá tal como luce de manera cotidiana. Foto reciente cortesía de José Manuel Aguirre Martín.

 

 

CONCLUSIÓN.
La estatua del rey Carlos IV de España y la figura inconfundible del Caballito estuvieron en un lugar abierto y público, la Plaza Mayor de la Ciudad de México, desde el 9 de diciembre de 1803, ya cuando los vientos fuertes de la Independencia soplaban en varios confines del país. Al terminar el año pasado, 2003, la estatua cumplió 200 años de haber sido inaugurada y expuesta a la vista del público. No lo puedo afirmar, pero es posible que pocas, o ninguna, de las esculturas que existen en México expuestas en un lugar público, puedan enorgullecerse de haber sido pioneras del monumento civil y político expuesto al aire libre. Mientras tanto la estatua del Caballito ha sido fiel testigo de toda la historia de nuestro país, desde los inicios de nuestra Independencia hasta los días actuales como país libre y soberano y bien puede presumir de ello. Apenas le faltan 6 años más para poder festejar, como lo hizo en 1910, un centenario más de nuestra independencia proclamada en Dolores por don Miguel Hidalgo y Costilla.

Por ahora los trotes del Caballito del gran Manuel Tolsá, parecen haber terminado y se le vislumbra tranquilo en la plaza que fue remodelada especialmente para él. Hoy los capitalinos y los turistas pueden detenerse a admirarlo, fotografiarlo y leer el contenido de sus placas conmemorativas, sin embargo es posible que a pesar de todo, El Caballito quisiera retornar al sitio que ocupó por más de un siglo y seguir viendo pasar la historia de este gran país. Estoy seguro que le habría encantado verse rodeado por esa gigantesca marcha blanca y pacífica, símbolo de una nueva sociedad mexicana preocupada por tanta corrupción, impunidad y delincuencia. Oír sus aplausos, sus voces y el clamor de sus penas...

¿Volverán a encontrarse nuevamente y frente a frente los Indios Verdes y El Caballito al inicio del Paseo de la Reforma?
No es nada fácil, tendría que llegar un grupo interdisciplinario de profesionistas que diseñaran una gran plaza con el cruce a nivel del Paseo de la Reforma y los túneles o pasos inferiores de Juárez-Ejido y Rosales-Bucareli. Allí entonces, además de simplificar el transito en tan conflictiva intersección,  podríamos disfrutar nuevamente de ese heterogéneo pero simbólico conjunto de estatuas.
Porque a final de todo, El Caballito quizá sea tan mexicano como los propios Indios Verdes. ¿Quién recuerda haberse referido a él como la estatua de Carlos IV? ¿Quién la conocía por ese nombre?

don
Enrique Salazar Híjar y Haro nos dice en su relato: "Tolsá continuó con el modelado de Ia escultura definitiva, teniendo como modelo el hermoso percherín poblano Ilamado "Tambor".
Y claro está con el respeto que me merece Carlos IV, el que fue Rey de España, pero que no parece ser recordado, ni aquí ni allá, salvo por su mediocridad, el símbolo de esa estatua para todos los mexicanos, habrá sido siempre el glorioso corcel mexicano que inundó las estampas de la charrería y de la revolución.
Así pues frente a frente, cara a cara, los dos grandes símbolos de nuestra cultura: El orgulloso, el poderoso y rico Imperio Azteca, representado por dos de sus grandes tlatoanis los Indios Verdes, obra del escultor mexicano Alejandro Casarín y la estatua ecuestre de  Carlos IV, obra de Tolsá, representativa de 300 años de dominación española, si pero representativa también de muchas de las cosas buenas que por añadidura nos llegaron, como nuestro inolvidable y buen amigo El Caballito...
 

 
 
  El Caballito de Manuel Tolsá.
 

Nota:
En realidad don Enrique Salazar Hiíar y Haro, escribió un libro denominado Los Trotes del Caballito, en el cual detalla de manera muy amplia y completa, la historia y los sitios que ocupó esta famosa estatua ecuestre y fue publicado por Editorial Diana en 1999, sin embargo se encuentra agotado. Tuve la suerte de que don Enrique me enviara el original de la Segunda Edición que preparaba en 2010, pero que entiendo que aún no se ha publicado. Mi agradecimiento a don Enrique pues gracias a ello, pude aclarar algunas dudas, sobre todo las relacionadas con el "globo azul" que lo protegió a raíz de la Consumación de la Independencia en 1821.


 

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Última revisión: viernes, 05 marzo 2021.